"Duele más el maltrato que el posoperatorio", dice la mujer trans que pidió una cirugía y la mandaron al psicólogo
Lhuanna Díaz tiene 38 años y recién desde hace siete, su documento dice ese nombre. "Fui de las primeras que hicimos el nuevo documento con la Ley de Identidad de Género. Pero siempre, desde el jardín de infantes me sentí mujer. Soy mujer y trans y le disputo esas dos categorías a quién quiera", cuenta, sentada en un bar desde donde se ve el Obelisco. Todavía está emocionada.
Hace unas horas conoció al doctor Javier Belinky, el médico que la va a operar: su cuerpo finalmente se va a parecer a la manera en la que se percibe. Pero no fue sencillo ese recorrido. Hace pocos días, cuando la suya ya parecía una batalla perdida, la Justicia le dio la razón. Dijo que era inconstitucional que la obra social la mandara al psicólogo para decidir si le correspondía una cirugía de readecuación de género. "Después de dar mil vueltas, me mandaron a un psicólogo. No lo podía creer, soy muy consciente de mis derechos y sabía que eso no se podía hacer", cuenta.
Hace 25 días, la Cámara Federal de Apelaciones de General Roca, Neuquén, le dio la razón. Hizo a lugar al recurso de apelación interpuesto por el defensor público oficial Pablo Matkovic y le ordenó a la Obra Social de los Empleados de Comercio (Osecac) que le brinde la cobertura integral de la neovaginoplastía.
No es la primera vez que una obra social debe cubrir una cirugía de readecuación de género, explican en la Defensoría. Sin embargo, si es la primera vez que un prestador de salud tiene un revés judicial por obstaculizar la realización de esta intervención, al pedir un estudio psicológico, siendo que la operación se encuentra incluida dentro del Plan Médico Obligatorio. De hecho, sólo en el hospital Durand, desde que rige la ley de identidad de género se operó a una persona por semana: un total de unas 350 cirugías. Y hay una lista de espera de dos años. Más de 8000 personas hicieron el cambio de identidad en el documento.
Estudiante de Filosofía
Lhuanna nació y creció en Neuquén. Está estudiando Filosofía en la Universidad Nacional del Comahue, y desde hace poco más de un año entró a trabajar como cajera en la empresa Western Union. Este fue su primer trabajo formal y esta es la primera vez que tiene una obra social. En enero, aprovechó sus vacaciones para iniciar los trámites en Osecac. Estaba haciendo un tratamiento hormonal y quería avanzar con la cirugía. Pero los días de vacaciones transcurrieron entre trámites, formularios, presentar todo lo que le pedían hasta que el trámite se frenó. "La obra social se negó a prestarle el servicio, alegando que debía presentar un informe psicológico para acceder a la cobertura", explican en la Defensoría. LA NACION consultó a las autoridades de Osecac, pero no hicieron declaraciones. Tras el fallo, la obra social acató la decisión e inició los trámites para la operación.
Después de dar mil vueltas, me mandaron a un psicólogo. No lo podía creer, soy muy consciente de mis derechos y sabía que eso no se podía hace
Cuando la mandaron al psicólogo, Lhuanna no lo podía creer. Les explicó a las empleadas que lo que le pedían violaba la ley. Les llevó copia de la Ley de Identidad de Gérero, de la de salud integral, que incluye en el plan médico obligatorio las cirugías de este tipo. Les mandó carta documento y no tuvo respuesta. Sus vacaciones se habían esfumado. Estaba desmoralizada cuando se encontró con la hermana Mónica Astorga, una monja de clausura de Neuquén que pertenece a las Carmelitas Descalzas y que trabaja rescatando transexuales de la prostitución. Y la hermana Mónica, que tantas veces la había ayudado y alentado en el pasado, fue quien le dio la llave para destrabar el conflicto. La llevó a conocer al defensor federal de Neuquén, Matkovic.
"Ella, encerrada en su monasterio fue una de las personas que más me ayudó", reconoce Lhuanna. La primera medida de la Defensoría fue solicitar a la obra social que le otorgue un turno para realizarse los exámenes prequirúrgicos. Sin éxito. Entonces, se pidió ante el Juzgado Federal Nº 1 a cargo de María Carolina Pandolfi el dictado de una medida cautelar, fundando en tratados internacionales y legislación nacional. La jueza entendió que la demora no constituía un daño irreparable a la salud de Lhuanna y la rechazó.
El 5 de agosto Matkovic apeló. "Exigirle a cada persona trans que haya decidido operarse la presentación de informes psicológicos, y soportar el silencio de la obra social ante su petición no hace más que profundizar un contexto de discriminación hacia quienes son titulares de estos derechos", dijo el defensor.
Diez días más tarde, la Cámara le dio la razón y ordenó a Osecac iniciar el trámite de la operación en menos de cinco días. La cobertura debe ser integral: la cirugía, el tratamiento, el traslado a Buenos Aires con un acompañante, la permanencia en la ciudad por un mes para control y las curaciones hasta que se le retire el tapón vaginal. Se trata de una cirugía de complejidad, que demora unas ocho horas y que se llevará adelante en una clínica privada. Dos meses después, podrá hacer vida normal.
El 15 de agosto fue un día que Lhuanna no se va a olvidar. Después de ocho meses de pelea, recibió la gran noticia. Estaba trabajando y el teléfono no le paraba de sonar. "No podía atender. En cuanto pude, me fui al baño para ver qué pasaba. Era una de las abogadas de la Defensoría. Me dijo y se quedó en silencio. Estaba llorando. Me pidió que fuera para allá en cuanto pudiera. A la hora del almuerzo me escapé y allí me encontré al defensor y a todo su equipo emocionados hasta las lágrimas. Me abrazaban y lloraban. 'Aprobaron la cautelar', me explicó Matkovic. La justicia nos había dado la razón. Es inconstitucional que me mandaran al psicólogo. Es patologizante y estigmatizante. Ya dimos esa batalla", dice Lhuanna, con la voz entrecortada.
Revolución en el trabajo
Su caso generó toda una revolución en la empresa donde trabaja, ya que es la primera mujer trans de América latina en las cajas de Western Union. El presidente local hacía tiempo que la quería conocer. Aprovecharon para encontrarse durante el viaje que pagó Osecac a Buenos Aires para la primera consulta con el cirujano, hace una semana.
Cuando entró a trabajar como cajera y le dieron el carnet de la obra social, a Lhuanna le brillaron los ojos de emoción. Otras veces había evaluado la cirugía. "Se hace en algunos hospitales públicos, pero la lista de espera es interminable", contó. Entre ellos, el Hospital Durand, el Hospital Gutiérrez de La Plata y en el hospital de Santa Fe. El del Durand es el servicio de mayor complejidad de América latina.
"Tenemos uno dos años de lista de espera en operaciones y hasta para entrar a los grupos", explica Adrián Helien, coordinador de los grupos de Asistencia a Personas Transgénero del Durand. Desde que comenzó a funcionar, por el servicio pasaron unas 2100 personas. Y se realizaron unas 350 cirugías. Al comienzo eran mayoría mujeres trans, de unos 35 años y hoy son varones trans, y personas de género no binario cercanos a los 18 años.
Según los últimos datos disponibles en el Registro Nacional de las Personas casi 8000 personas tramitaron el cambio de identidad en su documento, desde 2012. De los nuevos documentos pertenecen a menores de 18 años.
"Cuando una persona decide realizarse una operación nadie puede pedirle y menos exigirle un estudio psicológico o psiquiátrico. Eso va contra la ley que reconoce la autodeterminación de las personas", apunta Helien.
Primera consulta
Desde que consiguió un trabajo formal, Lhuanna pudo avanzar en varios proyectos. Se anotó para estudiar Filosofía y ahora cursa materias de segundo y de cuarto año. También formó una pareja, que la acompañó a Buenos Aires a la primera consulta.
"Ahora voy paso a paso. Hasta que no esté operada no lo voy a poder creer", dice entusiasmada. "Pero creo que duele más el maltrato que el pos operatorio -dice-. Antes del fallo, no vi interés en la obra social de querer entender de qué se trataba. Cada vez que iba a hacer un trámite iba acompañada por una amiga. Porque si iba sola, y pateaba todo, me iban a tratar de que la loca era yo. Pero nadie se pone a pensar por qué las chicas trans somos así. Porque sentimos que es violento todo lo que nos hacen. La forma en que nos miran, los comentarios que se hacen. El silencio es violento. A la hora de los aportes, no me discriminaron por ser trans. Pero a la hora de los derechos, sí. Recién ahora que hay una orden judicial veo un cambio", dice.
"Las palabras de los adultos lastiman"
"Yo siempre me sentí trans. Nunca, varón. Ya en el jardín, jugaba con muñecas y en la primaria me gustaban los chicos. Y por eso recibí maltrato. Institucional, desde el colegio, familiar, en todos los entornos donde no encajaba. A nadie le importaba como yo me percibía. Lo más violento es que los adultos no reconocen que sus palabras no nos cambian. Nos lastiman. La mayoría de nosotras hemos sido violadas, y cuando lo contamos nos dijeron que era por maricones. Pero éramos niñas. Era injusto, y nadie nos defendió–, dice con la voz entrecortada– Somos así por toda la violencia que recibimos", asegura.
Estar llegando a los 40 años fue parte de la decisión de avanzar con la operación. "¿Sabés cuál es el promedio de esperanza de vida para las chicas trans? Entre 35 y 40 años. Las que se siguen muriendo son las mujeres trans. Ahí también existe el machismo. Porque los hombres trans no van a parar a la prostitución. Y las mujeres trans, sí", asegura.
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