A Mia le echaron narcótico en su trago, una práctica que según un informe puede tener consecuencias a largo plazo, con “repercusiones duraderas en la vida de las víctimas”; en 2010 la ONU advertía sobre el incremento alarmante de las llamadas “drogas de la violación” y la aparición de nuevas sustancias
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La noche del 17 de enero de 2020, la vida de Mia Doshi Prichard cambió para siempre. Ella pensaba recordarla como una noche más de salir a bailar y disfrutar con sus amigos. Pero la velada terminó siendo tan traumática que, dos años después, sigue sin salir de noche.
A Mia le echaron droga en la bebida, una práctica que según un informe reciente del Comité de Asuntos Internos -un grupo de parlamentarios en Reino Unido- puede tener consecuencias a largo plazo, con “repercusiones duraderas en la vida de las víctimas”.
“En los meses posteriores, tuve ataques de pánico”, dijo entre lágrimas la joven de 21 años en el programa de radio Newsbeat de la BBC.
“Siempre estoy muy paranoica y en el fondo de mi cabeza pienso que algo malo va a pasar”. La alteración ilícita de bebidas es un fenómeno tan extendido que en inglés tiene término propio: drinkspiking.
Ocurre en todo el mundo, principalmente en locales públicos y en fiestas, y especialmente en detrimento de las mujeres jóvenes, muchas veces para cometer robos o abusos sexuales. Ya en 2010 la ONU advertía sobre el incremento alarmante de las llamadas “drogas de la violación” y la aparición de nuevas sustancias.
De acuerdo a datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas, en Inglaterra y Gales hubo 120 muertes vinculadas con GHB (gamma-hidroxibutirato) entre 2014 y 2018.
En Latinoamérica, esa sustancia se ha convertido en los últimos años en una de las nuevas drogas silenciosas que está remplazando a la burundanga. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los controles internacionales para el comercio de GHB son mínimos.
¿Pero qué les ocurre a las víctimas de este tipo de situaciones? La BBC habló con tres jóvenes sobre sus experiencias y sobre el trauma de haber sido drogadas contra su voluntad.
“Tenía ataques de pánico”
Mia es de Leicester, pero estudia en York, en el noreste de Inglaterra.
Recuerda que la noche en que ocurrió el accidente bebió la misma cantidad que sus amigos, pero fue la única que se sintió “desorientada”.
“Dejé el vaso y me di la vuelta un minuto para bailar con unos amigos”.
Fue entonces cuando ella cree que le echaron la sustancia tóxica en la bebida.
Solo puede recordar fragmentos de aquella noche, cosas como “colapsar afuera del baño” y “agarrarse de una barandilla” para ponerse en pie, nada que hubiera experimentado antes.
Mia cree que ser drogada de esa manera “puede alterar psicológicamente a las personas durante mucho tiempo”.
Desde esa noche, ha intentado volver a salir con amigos, pero le ha resultado demasiado difícil.
“Durante un tiempo me metía en ese estado [de tener ataques de pánico] y me enojaba aún más porque arruinaba la experiencia de mis amigos al estar tan nerviosa”.
“Nunca más aceptaré un trago de un extraño”
Saskia Boissevain se quedó “muy alterada” y sintiéndose “vulnerable durante bastante tiempo”. Ahora es mucho más cautelosa con los extraños.
Ella describe haber “perdido total y absolutamente la memoria” después de que, aparentemente, le ofrecieran una bebida alterada en septiembre de 2021.
La londinense de 30 años salió con una amiga y, después de que dos hombres les ofrecieran una bebida, estuvieron “totalmente fuera de control”.
“A la mañana siguiente, desperté y estaba tirada en el piso del baño, sola en mi departamento, y no tenía absolutamente ningún recuerdo de nada más que caminar hacia el bar. Y tomar esa bebida”.
Saskia presta ahora más atención a las personas que la rodean y a dónde están sus bebidas.
“No es necesariamente miedo, pero ciertamente soy más cautelosa y nunca volvería a aceptar un trago de alguien que no conozco”.
También limita cuánto bebe dependiendo de “dónde y con quién estoy”.
“Me siento más cómoda cuando salgo con mi prometido, lo cual se siente feo decir. Pero, definitivamente, no bebería demasiado si saliera sola con una o dos amigas más”.
“Perdí la confianza y la fe”
Niamh Donnelly estaba en una casa con unos amigos hace un mes, preparándose para salir por la noche, cuando dice que le drogaron.
“Terminé inconsciente fuera de mi casa. La gente en la calle tuvo que ayudarme a entrar a mi casa, es algo difícil de procesar”.
Estaba tan asustada por lo que había sucedido que se fue de la universidad en Nottingham y regresó a su casa en Birmingham, donde se ha quedado desde entonces.
Niamh, de 21 años, dice que se siente “muy rara” cuando piensa en salir por la noche y que ha perdido “la confianza y la fe” en quienes pensaba que la mantendrían a salvo.
“Como mujer, es muy importante que tú y tus amigos salgan y se sientan seguros, y que las personas que te rodean se aseguren de que lo estés.
“Salir es peligroso. Esto realmente me afectó mucho.
“Me hizo estar extremadamente cautelosa y no compartiría mis bebidas con nadie.
“Si vuelvo a salir, voy a estar observándome a mí misma y a las personas que me rodean muy de cerca, más de lo que lo hubiera hecho antes”.
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