Dramático testimonio: el sobreviviente del naufragio en Mar del Plata reveló la causa del hundimiento
La lancha de pesca “Proa al Sol II” se fue a pique en la noche del sábado pasado; dos hombres continúan desaparecidos, mientras el joven rescatado declaró ante la Justicia
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MAR DEL PLATA.– “¡Nos hundimos, nos morimos!”. El grito desesperado y repetido sonó vacío a casi 60 kilómetros de la costa, en medio del mar y sin tierra ni otras embarcaciones a la vista. Con la bodega inundada, la cubierta con agua que llegaba a las pantorrillas y vencida la línea de flotación, saltar y flotar se convirtió en la única opción de vida frente a una lancha que tomaba línea vertical y empezaba a irse a pique.
Era casi la medianoche del sábado, la temperatura ambiente no llegaba a 4°C y Nicolás Banza solo atinó a volver a aferrarse a la proa, lo poco del casco que quedaba en superficie, y allí esperar el milagro. Unas dos horas que parecieron una eternidad transcurrieron hasta que asomó la luz de un barco. Una más hasta que apareció el helicóptero de la Prefectura Naval Argentina con un equipo de rescate que lo izó y convirtió en el único sobreviviente del naufragio de la pequeña lancha de pesca “Proa al Sol II”. Sus dos compañeros de excursión siguen desaparecidos.
Era un enigma lo ocurrido con la nave hasta este testimonio que el náufrago dejó en las últimas horas en sede judicial, donde se comenzó a investigar un siniestro que conmociona porque tiene indicios de tragedia, aun cuando todavía se mantiene un operativo de búsqueda por aire y mar con medios de la Prefectura Naval y la Armada argentinas para dar con quienes fueron identificados como Martín Parodi, responsable de la embarcación, e Iván Kohen.
El relato que Banza, de 37 años, volcó durante tres horas ante el fiscal federal Santiago Eyherabide brindó las primeras explicaciones para este incidente, en el que se evalúa la coincidencia de problemas propios de la navegación con alguna eventual irresponsabilidad. “No puedo creer que estoy acá: cierro los ojos y siempre vuelvo al mismo lugar, solo en el medio del mar”, dijo a LA NACIÓN sobre la dramática experiencia que vivió. “Solo quería darle un beso a mi hijo, despedirme”, recuerda de esas horas que sintió interminables.
Amante de la pesca, aceptó esta invitación porque era una experiencia distinta. Incluso recuerda que tuvieron un rendimiento de piezas excepcional por cantidad y porte. “Jamás había pescado así”, dijo a LA NACIÓN sobre el volumen, pero también por la modalidad que se utiliza, ya sin caña y solamente con tanza y anzuelo.
Reconoce que al salir se informó un lugar de destino y un horario de regreso, estimado para las 21. Pero como no había pique, decidieron ir aguas adentro, casi una hora más de viaje. Allí si encontraron chernia a granel, con lo que literalmente casi llenaron la bodega. “Volvíamos recontentos y pensábamos volver al otro día”, detalló del primer tramo del regreso, que se emprendió a las 17.21. “Matías dijo ese horario y decidió salir porque no íbamos a llegar al horario avisado a Prefectura para la vuelta al puerto”, recordó.
El sobreviviente, entre otras certezas, confirmó que tuvieron un problema con la bomba de achique que se resolvió a mediodía y se agravó más tarde, cuando ya se encontraron con un volumen de agua dentro del casco que no pudieron resolver. Y que, en esa circunstancia, Parodi llegó a cantar la emergencia por radio y ninguno de los tres alcanzó a hacerse de chaleco salvavidas.
La lancha, de 6,90 metros de eslora y bodega cargada con una buena cantidad de chernia que habían logrado, comenzó a hundirse por popa. Frente al riesgo de que en ese recorrido los “chupara”, Banza y Kohen saltaron al mar. “Parodi fue a la cabina a buscar los chalecos y no lo volví a ver”, dejó el sobreviviente constancia en el expediente, según pudo conocer LA NACIÓN de fuentes de la investigación.
Sin salvavidas, todo aún resultaba más complicado: Banza declaró que vestía un equipo de agua de material impermeable que le restringía la capacidad de movimiento y, peor todavía, le juntaba agua en el interior. Así que, como pudo, intentó y logró quitárselo sin perder contacto con la proa de la lancha, lo único que seguía a flote.
A Kohen, que también había compartido ese espacio, lo vio desprenderse y alejarse. Y lo perdió de vista en el agua. “Es tremendo ver a un amigo que se va, que lo perdés, que no lo podés ayudar”, aseguró a LA NACIÓN. Dijo en la sede judicial que siente culpa porque cree que pudo haber hecho algo más por él, aunque el peligro era que los dos no volvieran a tener esa única referencia física –que era la lancha– para seguir a flote.
Allí intentó y logró treparse hasta el extremo de la proa, en ese momento convertido en una suerte de boya, a un metro sobre el mar. Ayudaban, explicó, un oleaje mínimo, que no sacudía, y una noche todavía luminosa.
Banza se sintió náufrago y a la deriva plena. “No pensé que se había llegado a hacer el llamado de emergencia”, dijo sobre el breve aviso de “mayday” que gritó Parodi desde la radio, con lo que pudo activar el operativo de rescate y fijar posición.
A todo esto, se sumó el cansancio, porque habían zarpado a las 4 y ya asomaba la medianoche. Habían pasado una jornada muy lejos del Club de Motonáutica, donde la embarcación tenía amarre y desde donde habían salido para hacer pesca con anzuelo. Banza recién conocía a Parodi, tras ser invitado a subirse por su amigo Kohen.
Contó que fueron –y así habían dejado constancia ante la autoridad marítima– a un punto conocido como “Banco Patria”. Pero como no rindió lo esperado se alejaron hasta otro, más rendidor en capturas, pero que les requirió quedarse más tiempo de lo esperado. En medio, el desperfecto de la bomba de achique que Parodi habría resuelto con un fusible y el último, más grave, que se encontraron cuando se habían tomado un descanso.
Banza contó de lo eternas que le resultaron esas horas a la deriva, en medio del mar. Relató que se encomendó a su hermano, fallecido hace algunos años, y sintió que hasta alguna ave que se le aproximó era una señal de presencias que lo ayudaban a sostenerse aferrado, en medio del frío y la soledad. “Pensé en todo momento que me iba a morir, por más que quería vivir, ver a mi familia, volver a casa”, apuntó y recordó que el día anterior había celebrado el cumpleaños de su hijo, de cinco años.
Pudo haber sido trágica la asistencia del primer barco que lo detectó, un granelero al que confundió con un faro. Lo iluminaron con linternas y sintió que, por fin, se habían enterado que estaba allí. El rescate se hizo desde el helicóptero, con un equipo de nadadores de la Prefectura Naval. “Me lanzaron algo y no quise soltarme, no me di cuenta que era una balsa”, contó.
También relató lo dramático y riesgoso que fue cuando lo ascendían al helicóptero, ya que casi se cae cuando estaba a punto de llegar a la puerta de la aeronave. “Me enganché del pie del rescatista”, recordó y cita lastimaduras que tiene en la espalda de la maniobra para calzarse sobre la aeronave, donde a poco de ser acostado se desvaneció.
Ahora, ya sobre suelo firme, agradece a Parodi porque llegó a dar aviso de la ubicación. “¿Quién iba a buscarme ahí, tan lejos, sin chaleco, con tanto frío”, describió sobre la peor de las hipótesis que se le repetía de manera constante. Incluso fue negativo también cuando se aproximaba el gran buque desde donde lo divisaron, ya que temió que ese oleaje que genera lo llevara a caer al agua, ya sin fuerzas.
La investigación judicial en la que dejó este testimonio avanzará. El propietario, en realidad hijo del dueño, está desaparecido. Se analizan informes de la autoridad marítima por permisos de pesca y navegación para verificar si se corresponden con el tipo de embarcación que era “Proa al Sol II”, nacida como lancha de excursión de pesca embarcada y abocada en estos tiempos a capturas que –según trascendió– se colocarían en un circuito de conocidos y la gastronomía. "
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