Dos hermanos podrían haberse asfixiado sin la ayuda de su atenta perra Bonnie
Rescatada luego de que toda su familia muriera, se hizo un lugar fundamental en la casa de sus humanos a quienes cuidó hasta el último día
Andrea y Sergio se casaron en 1996 y se fueron a vivir a La Plata, la ciudad natal de él. Ella estaba feliz con su pareja pero extrañaba mucho a su familia, especialmente a su perro Chito. Una tarde, Sergio –que notaba el halo de tristeza en su mujer- la invitó a caminar por el Paseo del Bosque, una zona arbolada ideal para despejarse. Esa travesía poco prometedora se hizo memorable cuando se cruzaron con un grupo de voluntarias de la Sociedad Protectora de Animales y tres jaulones con muchos cachorros en adopción.
Los ojos de Andrea se agrandaron. Lo miró a Sergio y él entendió enseguida: “Dale, elegí uno, pero que sea macho y chiquito; acordate de que vivimos en un mini departamento”, le dijo. Ella sintió que estaba en el cielo, los miraba y todos le parecían lindos, hasta que se dio cuenta de que en la jaula del fondo había una perrita sola hecha un ovillo. Le preguntó a una de la voluntarias por qué estaba apartada (pensó que quizás estaba enferma o ya la habían adoptado). La mujer le explicó que la habían encontrado junto con sus hermanos en una bolsa de basura pero que era la única que había sobrevivido, y sentenció: “Lo que pasa es que muy fea y nadie la va a querer, y además afea al resto, ¿viste?".
La bahiense se indignó con el comentario y alzó a la cachorra: “Temblaba de miedo. Me miró un segundo y me dio un lengüetazo en la cara. Y ahí supe que ella me había elegido a mí. Yo estaba chocha, aunque mientras nos íbamos mi marido protestaba con tono socarrón: 'Te dije macho y chiquito, Andre'. Es que Bonnie –así la llamamos- tenía unas patas enormes que presagiaban una perrita al menos mediana”, recuerda.
Amiga fiel, hasta el final
La perra trajo alegría y amor, y transformó la atmósfera de la casa, tanto que su tamaño dejó de ser un problema para Sergio. Con el tiempo, la familia se agrandó: en 1997 nació Camila, la primera hija de la pareja, y en 2002 llegó Julián. Bonnie acompañó todos esos cambios, siempre fue la guardiana del hogar. “Su relación con los chicos siempre fue muy buena. Por supuesto, no le gustaba que la cargoseen pero los respetaba y cuidaba como a nadie, y ellos la amaban. Bonnie era una hija más”, relata Andrea. Las fotos de la familia lo demuestran: en cumpleaños, paseos de fin de semana, comidas familiares y momentos de descanso, en todas las imágenes aparece ella disfrutando con el clan.
Para el invierno del 2008 la amiga de cuatro patas ya estaba viejita y cansada, y casi no se levantaba de su almohadón. Pero una noche de helada demostró que a pesar de no tener la misma fuerza, su amor seguía intacto.
Los chicos ya estaban dormidos y los padres se acababan de acostar cuando Bonnie empezó a mostrarse nerviosa, caminando de un lado a otro y haciendo ruidos para llamar la atención. La pareja se levantó e intentó interpretarla: Andrea le ofreció agua, Sergio probó invitarla al patio. Pero la perra seguía caminando alterada, hasta que finalmente se detuvo frente a la puerta del dormitorio de los hermanos: “Mi esposo comprendió que Bonnie nos estaba advirtiendo algo, así que tomó el picaporte para entrar. El contacto con la manija de la puerta lo asustó: ¡estaba hirviendo! Nos habíamos olvidado el calefactor encendido al máximo, un descuido muy peligroso. Sin dudas el exceso de calor hubiera provocado la falta de oxígeno, podría haber sido una tragedia. Por suerte estaba ella, nuestro ángel fiel”, cuenta emocionada Andrea.
Un año más tarde la perra murió. La vejez y un tumor fueron un combo que no pudo superar. Andrea recuerda que el momento de su partida fue muy especial, que la abrazó, le susurró que la amaba y le prometió que ella iba a cuidar de los chicos, que podía descansar. En ese instante Bonnie cerró los ojos y se fue. “Sigue presente en casa, en nuestras conversaciones y en cada recuerdo. Nunca vamos a olvidar lo que nuestra heroína peluda hizo por nosotros. Cada vez que miro a los chicos lindos, grandes y sanos, pienso en ella. Fue una dicha tenerla. Gracias eternas a Bonnie, nuestro ángel de cuatro patas”.
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