Dos caras del Covid-19: el médico que atiende en las montañas y en terapia intensiva
Junto con un equipo de atención primaria de la salud especializado en zonas rurales recorre los parajes alejados en Jujuy y realiza trabajo preventivo en medio de la pandemia; diagrama un esquema para vacunar a ancianos de las comunidades de los cerros altos
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Jorge Fusaro tiene 34 años y es médico de familias. Estudió en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ahora trabaja en el equipo de Atención Primaria de la Salud (APS) de Jujuy, y en la terapia intensiva del hospital San Roque, ubicado en la ciudad capital de San Salvador. Divide sus horas entre la coordinación de una sala para atención de pacientes críticos de coronavirus y la posible creación de un plan de vacunación contra el Covid-19 en la Puna, que -idealmente- deberá ser desplegado pronto en los pequeños poblados y comunidades de las montañas del noroeste argentino.
Con mulas y caballos, junto con otros médicos, enfermeros, agentes sanitarios y baqueanos, realizan en medio de la pandemia una importante labor preventiva, que podría inclusive dar vida a un esquema para inmunizar a los pobladores de zonas alejadas frente al coronavirus. Mientras tanto, llevan -por estas semanas- la vacuna doble bacteriana, la antineumocócica, antigripales y para la hepatitis B.
En un reportaje con LA NACION, Fusaro contó cómo son estas dos caras del coronavirus: la atención de pacientes críticos, por un lado; por otro lado, el trabajo de desarrollo de estrategias de alta complejidad para ejecutar correctamente la prevención contra el coronavirus en zonas inhóspitas, bajo la coordinación del doctor Marcelino Zambrano, el agente sanitario Santos Ramos y su hermano, Facundo Ramos, baqueano designado para despejar los caminos y guiar a las mulas o reconocer las sendas de las montañas.
En las alturas lejanas de la Puna, y también en las orillas de los ríos que cortan por el medio la ciudad de San Salvador, la combinación del avance del coronavirus y el agravamiento de la pobreza estructural en una región olvidada siembran preocupación. El temor atraviesa a los pobladores de zonas urbanas y a las comunidades rurales como si se tratara de un visitante violento que ha interrumpido la calma de los pueblos andinos.
Fusaro habita estas tierras y se permitió reflexionar sobre su hacer cotidiano. “En este contexto sanitario tan complejo, lo más importante es fortalecer la atención primaria de la salud. Esto se desestimó en Jujuy en el inicio de la pandemia. Quisieron cerrar los puestos, pero tuvieron que dar marcha atrás. Y este sector de profesionales se puso al hombro la vacunación, el armado de redes con los vecinos, e inclusive el abastecimiento con alimentos”, dijo. “La salud comunitaria y rural debería ser fortalecida con convencimiento político, sin tomar a los pacientes como estadísticas”, pidió.
Sobre la coyuntura actual en los hospitales de Jujuy, subrayó: “Se están llenando las terapias intensivas, y las guardias por consultas. Muy lejos de lo que se ve en Buenos Aires o en Córdoba, pero nos acercamos a una saturación. Tenemos camas disponibles, pero pocas”.
— Juje, (@alpargatadeYuto) May 2, 2021
Un mensaje para los médicos
Jujuy es un territorio empobrecido, donde el dolor del abandono lejano y los golpes de la miseria dejan enseñanzas profundas en la población que habita al pie de los cerros o en las orillas de los montes. Jorge Fusaro -este doctor de familias que conversó con LA NACION- agregó en la entrevista: “No sé si tengo autoridad para dar un mensaje a los médicos del país, pero quiero decir que por más de que estemos agotadísimos todavía tenemos en frente personas que sufren y acuden a buscar algún tipo de solución, algún alivio a su pesar. No olvidemos eso. El privilegio que tuvimos de estudiar tiene que ser utilizado en beneficio de la mayoría. Pensemos la salud de otra manera, fuera del mercantilismo y del negocio”.
En este sentido, sobre el viaje que también tuvo por objeto comenzar a diagramar el potencial plan de vacunación contra el coronavirus en lugares inhóspitos, Fusaron narró: “Salimos desde una localidad llamada León, con cuatro mulas y un caballo. Avanzamos por el río y atendimos a las distintas personas que encontramos en el camino y que viven en esos lugares. Pasamos por los parajes Campo Molulo, Abra del Cortes, La Encrucijada, Papa Chacra, La Cuesta y Molinas. Atendimos a 42 personas, entre mujeres, niños, adultos mayores. Es una zona en la cual muchos jóvenes migran hacia la ciudad o hacia Buenos Aires, y las personas que quedan son mayores. Atendimos dos niños, uno de cuatro años y otra de tres años. También hay algunos adolescentes”.
“La gente de las montañas es muy sabia. Nuestro último destino fue en Molinas, una pequeñísima localidad de 16 familias. Tienen una cosmovisión andina, viven en armonía con todo lo que los rodea; viven en un sincretismo hermoso entre cultura andina y una ferviente religión católica. Eso los hace únicos. Cuidan sus huertas, sus animales. Tienen una muy buena alimentación, y buena salud”, explicó el médico.
Sin embargo, los riesgos y el temor de estos días trepan también hasta allí. “En los cerros, todos son conscientes de la pandemia. Están afectados por la pandemia”, agregó este peculiar médico que camina por los senderos de las montañas con el objetivo de generar un contexto de menor adversidad para estas comunidades que hace cientos de años habitan allí, entre los picos altos, junto a los ríos, casi sobre las nubes.
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