Dormir en el suelo de Aeroparque, la peor pesadilla del paro de pilotos
Turistas extranjeros debieron pasar la noche en el aeropuerto, sin información sobre sus vuelos; testimonios de horas difíciles
Es una postal pocas veces vista. En el Aeroparque Jorge Newbery no se escucha el tradicional bullicio. Sólo hay movimiento de pasajeros cuando está por partir o acaba de arribar un avión de otra línea que no sea de Aerolíneas Argentinas y Austral, empresas que están paralizadas por el paro de sus pilotos.
Las oficinas vacías y los puestos de check in de la línea de bandera están custodiados por personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Y aunque no son una multitud, algunas personas permanecen varadas en la terminal. Pasaron la noche allí, sin dinero suficiente o esperando una respuesta a la pregunta “¿cuándo viajamos?”.
Diego, Camila y Daniela llegaron ayer a las 19 a Buenos Aires provenientes de San Pablo. El viaje no terminaba allí. Todavía falatab un vuelo para regresar a sus hogares en Santiago del Estero, pero hoy a la mañana aún continuaban en desparramados sobre sus bolsos en la puerta de entrada al Aeroparque.
“Aerolíneas nos canceló el viaje y nos dijo que hoy viniéramos a buscar un voucher para el desayuno y el alojamiento. No hay nadie que nos reciba”, dijo indignada Camila a LA NACION. La junto, que junto a sus compañeros había viajado a disputar un torneo de karate a Brasil, pasó la noche durmiendo en el primer piso de la terminal aérea, sintiendo frío, y no podía ocultar su enojo. “Supuestamente, tenemos que juntar las facturas de todo lo que gastemos, incluso del hotel, por el que nos darían un límite de 1300 pesos por persona para el reembolso, pero nadie nos firmó nada ni sabemos cuándo lo van a pagar”, decían los chicos, desconfiados.
María se entretenía tomando fotos de uno de los carteles electrónicos que no hacía más que confirmar que ningún avión de Aerolíneas volaría esta jornada. Con las imágenes en poder del destinatario, la mujer le dejó un mensaje de voz contundente: “Los gremios son así. Te paran todo. Te cortan todo”. Apenas dijo su nombre a LA NACION y continuó caminando, visiblemente malhumorada. Desde los altoparlantes se oye de fondo: “Debido al paro total de actividades todos los vuelos están cancelados. Disculpe las molestias”.
Desde hace más de 12 horas, Arbey Gutiérrez adoptó el hall de entrada del aeropuerto como su morada provisoria. Cuando ayer a la tarde arribó a Ezeiza desde Colombia. nadie le advirtió que su vuelo a Neuquén quedaría postergado. Llegó a la terminal metropolitana y se encontró con la noticia: su familia, que ya se encuentra en el sur argentino, deberá esperar para verlo. “No sé cuándo viajaré ahora”, dice el joven. Buscó a algún empleado de Aerolíneas que le diera información sobre la reprogramación del vuelo, pero sólo se encontró con oficinas desiertas. Tampoco le contestaron al teléfono.
Gutiérrez cambió algunos dólares por pesos argentinos para sobrevivir estas horas. Un pasajero en su misma situación le dijo que la compañía aérea devolverá los gastos, por eso guardaba celosamente los tickets de la comida. Entre ayer a la noche y esta mañana había gastado 250 pesos en gaseosa, tres medialunas y un sándwich. Contó que durmió “en el suelo” y señaló el rincón donde pasó las largas y tediosas horas escuchando música.
“Qué raro es ver al Aeroparque así”, comentó sorprendida una empleada de prevención que custodiaba una oficina de Aerolíneas. Llegó temprano y se encontró con un espacio en silencio, casi desértico. “Señorita, ¿dónde puedo despachar para viajar por Aerolíneas?”, le preguntó un pasajero despistado, totalmente ajeno al paro gremial que obligó a la cancelación de 330 vuelos para toda la jornada de hoy.
En un rincón del primer piso de la terminal intentaba descansar Juliana Veríssimo, una brasileña que aún incómoda por el lugar no perdía la sonrisa. “Nadie nos avisó con anticipación que no habría vuelo”, le contó a LA NACION. La mujer esperaba por su marido, que había salido a recorrer el aeropuerto en búsqueda de alguna respuesta. Las agradables vacaciones que la pareja había disfrutado en la ciudad de El Calafate, en Santa Cruz, se veían opacadas por este paro. “Mi esposo tenía que volver a trabajar a Brasil”, agregó la mujer, preocupada.
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