Diseñaron un vivero inteligente, ganaron una olimpíada y ahora el intendente de la ciudad quiere replicar el proyecto a gran escala
Son tres alumnos secundarios de La Punta, San Luis, que además dispondrán de una beca para estudiar en una universidad porteña
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Azul Rosales, Emanuel González y Alex Ortiz son tres de los 28.000 habitantes que viven en La Punta, San Luis, la ciudad más joven que tiene el país, fundada en marzo de 2003 y a solo 20 kilómetros de la capital provincial. Ellos ni siquiera habían nacido cuando La Punta daba sus primeros pasos, con apenas 6000 personas, y hoy forman parte de su desarrollo en el campo de la innovación. Quizá la historia los recuerde como “los inventores de esos viveros robóticos solares” que funcionan en las escuelas, abastecen a los comedores y estimulan el trabajo en las huertas comunitarias, algo que podría convertirse en realidad gracias a un proyecto escolar que los llevó al podio de la Olimpíada Federal de Informática y Robótica (Ofirca), realizada el mes pasado en la Facultad de Tecnología Informática de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
Con su vivero inteligente, que trabaja de manera sostenible y automatizada, ganaron la final de la competencia en el área de robótica. Además de obtener el primer puesto, que les dará la posibilidad de una beca completa para hacer la carrera que elijan en la alta casa de estudios porteña, el nuevo intendente electo de la ciudad, Luciano Ayala, les pidió que se acercaran a explicarle más en profundidad el proyecto, con la intención de replicar el vivero solar para abastecer a los comedores y huertas comunitarias de La Punta.
“La idea inicial era que el vivero pudiera llevarse a tamaño real para que funcionara en la escuela –cuenta Silvia Miranda, directora de la Escuela Pública Autogestionada (EPA) Nº 14 “Martin Luther King”, ubicada en el barrio 900/600 Viviendas de La Punta–. Pero, además de tiempo, también necesitamos financiación, algo más difícil de conseguir. Después de la competencia, los alumnos y parte del equipo directivo fuimos invitados a la intendencia porque querían saber más del vivero. Nos recibió Luciano Ayala, que será el sucesor de Olivero [Martín, el intendente actual] y nos dijo que, como parte del trabajo que tienen pensado llevar adelante en el área de medio ambiente, querían replicar el vivero en tamaño real para ponerlo en funcionamiento”.
De ser así, Rosales, González y Ortiz serán parte clave del desarrollo de la ciudad en el campo de la agricultura sostenible, y su ejemplo –sostiene Miranda– impulsará a muchos otros estudiantes a presentarse en este tipo de competencias e involucrarse en la participación de nuevos proyectos. Hoy, Emanuel González está feliz, pero reconoce que durante el proceso hubo momentos de enojo, de frustración porque las “cosas no salían como queríamos” y de cansancio. “Fue muy desafiante. También hubo días en los que nos reíamos por todo y estábamos seguros de que podíamos hacerlo. Fue una experiencia inolvidable. Pusimos mucho esfuerzo y muchas horas de dedicación”, dice el estudiante, que este año formará parte de la camada de egresados 2023.
Innovación para la agricultura sostenible
Como guía y soporte del proyecto, la profesora Guadalupe Castro no solo está orgullosa del trabajo que hicieron sus alumnos, también afirma, convencida, que la iniciativa del vivero robótico es una gran contribución en el campo de la agricultura sostenible. “Es una propuesta innovadora. El vivero se alimenta de una manera totalmente eficiente a través de la energía solar y uno de los objetivos era la automatización de todas sus funciones –explica la docente a LA NACION–. Queríamos asegurar un entorno óptimo para el crecimiento de las plantas, poder monitorearlas y regular factores como temperatura, humedad, nivel de agua y luz. Además, buscamos proporcionar una interfaz interactiva para que los usuarios puedan intervenir y controlar distintos aspectos del vivero”.
En cuanto a la descripción técnica y de su funcionamiento, Castro señala que los alumnos utilizaron una placa de Arduino Mega como unidad central de procesamiento, sensores ambientales de temperatura, humedad, luminosidad y nivel de agua, entre muchos otros, para monitorear las condiciones del equipo. “Este vivero robótico solar recolecta agua de lluvia para cumplir con las funciones de riego y el usuario puede monitorear por medio de un panel de luces led de colores rojo, verde y amarillo, si el nivel de agua es suficiente para regar las plantas: verde es óptimo, amarillo es intermedio y rojo es que hay faltante. Cuando eso sucede se activa también una alarma para avisar que hay escasez de agua y evitar que la bomba se dañe”.
Clasificación virtual y final en Buenos Aires
Desde la UAI están satisfechos con la convocatoria y la calidad de los trabajos que fueron presentados por los alumnos de todas partes del país. “Fue una competencia federal, con representación de casi todas las provincias –expresa Marcelo De Vincenzi, decano de la Facultad de Tecnología Informática–. Participaron cerca de 300 equipos, entre primaria y secundaria. Las primeras rondas de clasificación fueron virtuales, y para la última instancia viajaron los equipos finalistas a Buenos Aires. Fue una gran experiencia para los estudiantes y también para los docentes, que aprovecharon la estadía para asistir a distintas capacitaciones en la universidad sobre inteligencia artificial y robótica”.
Tal fue el éxito de esta primera edición de Ofirca, que De Vincenzi ya piensa en la organización de una nueva competencia para el año próximo. “Carreras como ingeniería en sistemas, la licenciatura en videojuegos, analista en programación y comunidades virtuales están creciendo a un ritmo del 30% por año. El potencial de nuestros alumnos es enorme, y es tanta la demanda en el área de informática que muchos de los estudiantes que entran a la universidad comienzan a trabajar en las empresas antes de terminar la carrera. En la Argentina hay once empresas unicornio y en un país como Brasil, que nos quintuplica en la inversión en desarrollo e investigación, son alrededor de quince”.
“La ayuda de los profes fue clave”
Después de participar en la olimpíada, Alex Ortiz quedó “enganchado” con la programación. Dice que le gusta y ahora piensa en elegir una carrera relacionada con la tecnología. Recién este año su colegio inauguró una orientación en robótica y programación, y aunque los alumnos no tenían demasiada experiencia, la apuesta está dando frutos. “La ayuda de los profes fue clave. Aprendimos un montón porque nos involucramos de lleno, y una de las cosas que más destaco del grupo es que ninguno tenía un rol asignado. Todos participamos en la programación, la construcción y en las conexiones. Fueron muchas horas de trabajo”, recuerda el estudiante.
En la ciudad de La Punta, agrega Miranda, hay cuatro escuelas de nivel secundario. La Luther King fue la última en abrir sus puertas y, paradójicamente, la primera en tener la orientación en programación y robótica. “Se inauguró hace seis años en el barrio 900/600 Viviendas, donde se construyeron unas 1500 casas en una primera etapa y luego otras 200 viviendas sociales más. La escuela nació junto con el barrio, y acá vive mucha gente joven. Hay alumnos desde sala de 3 hasta el último año del secundario”, refuerza la directora de la institución, una de las 18 escuelas que funcionan bajo la modalidad de autogestión.
El proyecto de los estudiantes de La Punta se impuso a las propuestas presentadas por los alumnos de otros colegios de la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Neuquén, que también llegaron a la instancia final. “Es un orgullo, una muestra de que con una educación inclusiva se puede crecer, siempre”, concluye Miranda.
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