Dinero asiático y desastre reconvertido en épica
El mítico Made in Japan funcionó como garantía y el desastre de Fukushima, lejos de convocar temores, fue reconvertido en épica. La antorcha de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, tal vez, será encendida por algún niño sobreviviente de la explosión en la planta nuclear de marzo de 2011. Así lo hizo en Tokio 64 el joven atleta Yoshinori Sakai, nacido el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, el mismo día que su ciudad fue destruida por una bomba atómica que mató a 140.000 personas. Lo apodaron "Baby Hiroshima".
Si los Juegos del 64 sirvieron para que Japón cambiara su imagen bélica e imperialista y exhibiera al mundo el milagro de su reconstrucción tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, los de 2020 ayudarán a mostrar otra vez un Japón que se rehace, no obstante Fukushima y el temor siempre latente que implican 54 centrales nucleares construidas en tierra sísmica, como imaginó Akira Kurosawa cuando en 1990 filmó el maravilloso Sueños .
Tokio, por supuesto, no trajo a Buenos Aires para que hablara ante el COI a ninguna de las víctimas del desastre que, sólo unos días atrás, protestaban en su país pidiendo ser escuchadas por la Agencia oficial de reconstrucción y hasta presentaron demandas exigiendo que se cumpla la ley. Tokio avisó ayer al COI que tiene dinero seguro. Y Juegos, está claro, rozarán la perfección. Como en 1964, cuando se construyeron piscinas con techos móviles, modernos rascacielos, ocho grandes autopistas y un monocarril que unió aeropuerto y ciudad. Hasta apareció, por primera vez en un acto multitudinario, el emperador Hirohito. La princesa Takamado, esposa de un nieto fallecido del emperador, dio ayer calidez y el COI, se sabe, ama la nobleza. La mujer, además, es presidenta honoraria de casi una decena de Federaciones deportivas en Japón, incluyendo el fútbol y dos deportes que, paradójicamente, el COI dejaría hoy afuera del programa olímpico: béisbol (deporte nacional en Japón) y squash (el deporte que practicaba el marido de la princesa cuando le falló el corazón).
Como se preveía, el COI adoptó una decisión conservadora tras la elección más audaz de Río 2016. La sorpresa, eso sí, fue la eliminación en primera rueda de Madrid, que tenía el apoyo de la Argentina. Terrence Burns, el gurú que había hecho ganar Juegos y Mundiales a otras sedes, está hoy en la mira. Y los políticos, destacados hasta un día antes por el modelo de un presupuesto austero, volvieron a ser centro de críticas por la corrupción. Lo mejor fue el diario El Mundo. Ni una sola autocrítica a su portada del martes pasado, que aseguraba cincuenta votos para Madrid. Según un informe de la agencia DPA, esa tapa irritó al propio presidente COI Jacques Rogge, al punto que inquirió a Juan Antonio Samaranch Jr, hijo de su predecesor en el cargo. El príncipe Felipe y Samaranch Jr no pudieron superar ayer a sus respectivos padres, que habían liderado derrotas previas.
Como sea, la eliminación en primera rueda pareció excesivo castigo para una Madrid que esperaba que el COI premiara su insistencia y su promesa de Juegos austeros en tiempos de críticas al gigantismo olímpico.
También fue excesiva la confianza de Madrid, al punto que omitió el doping como asunto importante, cuando esa había sido tal vez la causa de la derrota en 2016. España protegió tiempo después los nombres de los deportistas tramposos en el caso Operación Puerto y, acaso más grave aún, coronó como senadora nacional a la atleta Marta Domínguez, también ella implicada en otro escándalo de doping. La candidatura madrileña quedó nocaut cuando el COI empleó dos de sus tres preguntas para inquirir sobre doping y, más aún, cuando hasta citó el caso de "bolsas de sangre destruidas". Madrid pensó acaso que el doping era un problema sólo de Estambul.
Tokio, no fue casual, recordó ayer que compite en los Juegos desde Estocolmo 1912 y que sus atletas jamás dieron positivo. Más aun, Tokio garantizó que, si alguien pierde algo durante los Juegos, lo recuperará, y recordó que en 2012 fueron devueltos 30 millones de dólares perdidos en lugares públicos.
La cultura japonesa, es cierto, es distinta. Pero también es verdad que hasta el tradicional sumo sufrió en Japón escándalos de figuras envueltas en apuestas clandestinas y en supuestos arreglos que también afectaban al béisbol. No está claro que ese haya sido el punto que privilegió el COI, como protestan muchos en España. Es el mismo COI, bueno es recordarlo, que jamás pidió disculpas por haberle dado los Juegos de 1936 a Hitler en Berlín o que se lavó las manos ante casos evidentes de autoritarismo cuando designó a Pekín sede de 2008. El COI siguió ayer la ruta del dinero. O, tal vez, simplemente era el turno de Asia.
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