Diferencias entre cafetines, cafés, bares y confiterías
No hubo caso. El tema del café como producto se llevó por delante el asunto de los cafetines, los cafés, los bares y las confiterías. Porque si bien mi intención es que remoloneemos juntos en el tema del cafetín, creo que hay que discutir primero si hay diferencias apreciables entre estos establecimientos que mencionamos en el título.
Punto de vista. Mi punto de vista es que el café y el cafetín son básicamente lo mismo, y la gran diferencia es una cuestión de tamaño: ambos han sido y son lugares donde se sabe que se encontrará con amigos, que escucharan tanto nuestros problemas como nuestros sueños; donde las soluciones mágicas a los recurrentes problemas del país, aparecen de la nada, y es allí adónde se dirigen cuando la mesa queda vacía.
En la colonia. En la época colonial ya existían algunos cafés en torno a la Plaza Mayor o Plaza de la Victoria, como el Café de la Comedia, el De los Catalanes, o el de Marco, donde se tejieron muchas ideas en las vísperas de la revolución de mayo de 1810, ya que allí solían conspirar Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli o Bernardo Monteagudo. Pero pensemos que un café como el Tortoni, no se vería hasta 1858, que sigue siendo el más antiguo que se conserva en pie hasta nuestros días.
Bares y confiterías. ¿Se diferencian de los cafés? Para mí sí, y fundamentalmente, en dos aspectos: a) en el cafetín no era ni es habitual comer, es decir, no se iba ni se va a comer, y si algo se come, tiene que ver con el café o el trago que se está tomando, la prueba eran esos pisos repletos de cáscaras de maní, debajo de la mesa en que los amigos habían derramado sus cuitas; b) la otra diferencia está en que al cafetín no se llevaba una novia para hablarle de amor, cosa que sí se puede hacer en un bar o en una confitería, lugares mucho más frecuentados por damas. Recordemos que en Europa, las mujeres de antaño tenían su tertulia en las fuentes, mientras que el hombre para sus pláticas se refugiaba en el café. Allá también, las confiterías, serían los lugares donde degustar maravillosas tortas e inolvidables bandejas de masas.
¿Qué se hace en el cafetín? Como sucede en Madrid o París, se va a tomar algo. Ese algo es un café, obviamente, o algún trago, dependiendo de la hora. Cuando éramos chicos, veíamos a nuestros padres tomar aperitivos. La mesa del café siempre sirvió para escribir poesías, cuentos o novelas. O bien, escuchar la rueda de los que "arreglan el mundo", como decía algún libretista o el mismo Tato Bores, que han reconocido encontrar temas para sus libretos parando la oreja desde una mesa cercana.
Jorge Luis Borges los imaginó cumpliendo una de las funciones de la ciudad, que es dar el diálogo. También es habitual encontrar estudiantes preparando una materia. Y si había alguna mesa de billar por ahí, seguro que algunos pesos cambiaban de mano por haber apostado al taco equivocado.
Los gallegos cafeteros. Todos recordamos que los bares de nuestra infancia y juventud, tenían como propietario o mozo amigo a un "gallego", que como todos sabemos, no necesitaba provenir de Galicia, sino bastaba con que viniera de España, para recibir el mote. Hasta en los inicios de Polémica en el Bar , uno recuerda que el personaje detrás del mostrador era un gallego. A fines del siglo XIX, de cada 20 dueños de cafés, uno era argentino.
En Av. Santa Fe y Larrea, había uno donde mi amigo Eduardo, que vivía solo y sin teléfono, recibía todo tipo de recados y encomiendas. Es más, si él no bajaba a tomar su café de todos los días y no le avisaba nada a Ángel, que así se llamaba el gallego en cuestión, él mismo iba a hasta su departamento para ver si estaba enfermo o por si necesitaba algo. El mismo Ángel, llegado el caso, nos llamaba a alguno de los amigos y daba el parte, si era del caso.
El mozo. Era y es la pieza clave de cualquier cafetín o café que se precie. Jamás podría existir un café porteño ciento por ciento que fuera auto service. Era un psicólogo de aquellos, capaz de interpretar el estado de ánimo de su cliente habitual con sólo verlo entrar. Nunca había que llamarlo para conversar, ni tampoco pedirle que por hoy lo dejara tranquilo. Él sabía y sabe que hacer en cada oportunidad, y nunca se lo iba a encontrar desubicado. Además, no siempre se espera que él haga comentarios sobre nuestras confidencias, sino que lo que ponga a nuestra disposición sea su oreja discreta y comprensiva.
Llegado el caso, también eran oficiales de crédito, porque no era raro que el parroquiano pasara por un mal momento económico, lo que no quería decir que dejara de tomar su vermouth del mediodía. El mozo le avisaba al dueño para que abriera una suerte de cuenta corriente "a mejor fortuna".
Fecha patria. Desde el año 2000, la Legislatura de Buenos Aires declaró al 26 de octubre como el Día de los Cafés. Esa fecha recuerda la inauguración de la nueva entrada del Café Tortoni sobre la flamante Avenida de Mayo. Pensemos que en 1870, Buenos Aires contaba con 180.000 habitantes, y tenía instalados 200 cafés. En 1914 la población había llegado a 1.500.000 habitantes y los cafés sumaban 1097.
Peña. En los cafés de algunos barrios se formaban peñas de artistas. Quizás haya sido el emblemático Tortoni el que tuvo una de las más célebres que se llamaba Amigos de las Artes y las Letras , presidida por Benito Quinquela Martín, y para la que Celestino Curuchet, su propietario de entonces, había desalojado la vieja bodega, y así serviría de sala de reunión.
Había una consigna en su entrada: "Ici on peut causer, dite, boire, avec mesure, et donner de son savnir faire la mesure, mais seuls l´art et l´esprit, ont le droit de sans mesure se manifester ici" (sic). "Aquí se puede conversar, decir, beber con mesura y dar de su habilidad la medida. Pero solo el arte y el espíritu tienen el derecho de sin medida manifestarse aquí". Se sospecha que el texto no pertenece al vasco-francés Celestino, que usaba barba perita y gorro turco, sino a su hijo Mauricio.
En este espacio donde hoy sigue funcionando la Academia Nacional del Tango, leyó su primer cuento Roberto Arlt, y en 1930, Juan de Dios Filiberto estrenó su primera orquesta.
Lista corta. Quedan varios cafés y cafetines, y en una cortísima lista, quisiera recordar al "36 billares"; "El Federal", "Café de García"; "La Biela"; "Café de los Angelitos"; "El Querandí"; "El Británico"; "El Gato Negro"; "Florida Garden", y todos los que cada lector quiera agregar y que sean caros a sus recuerdos y afectos.
Miscelánea orfebreril. Se sabe que hay Pallarols dando vuelta por el Río de la Plata desde 1804, y por suerte, Carlos, el Pallarols más joven dedicado a este oficio, organizó una cuchipanda en su taller de la calle Juan de Garay, para unos poquitos (y de los buenos) periodistas eno-gastronómicos. Nos presentó su nueva línea de copas de plata, y tuvimos la oportunidad de experimentar las diferencias de un mismo vino tomado en cristal y en plata 925. ¡Todo un hallazgo! Digo, un hallazgo el beber en copa de plata pura, y además conocer a quien hiciera la magnífica obra del altar mayor de la Catedral de Buenos Aires. Sin duda, un gran representante de esa estirpe de orfebres.
Notas relacionadas:
El café y el cafetín de Buenos Aires (parte I)
El café y el cafetín de Buenos Aires (parte II)