Diez ideas para terminar con la violencia en el fútbol argentino y el "detalle" que nos diferencia del mundo
LA NACION publicó hoy la segunda nota de su nueva sección: "La Argentina posible: soluciones del mundo para los problemas del país". Con la problemática de la violencia en el fútbol como eje, en el artículo se desarrollan las políticas que implementaron Inglaterra, Holanda, Colombia y España para terminar con el problema. ¿Pero cuánto de lo aplicado en el exterior se puede implementar en nuestro país?
Hay algo que hace distinta a la Argentina a la hora de pensar soluciones: el poder de las barras, la gran cantidad de dinero clandestino que manejan y sus vínculos con el poder político. En eso coincidieron el especialista en seguridad holandés Otto Adang, el encargado de la seguridad colombiana Alirio Amaya y el investigador del Conicet Pablo Alabarces.
"En Argentina tienen que cambiar todo el sistema. Los hooligans estaban concentrados en grupos marginales sin relación con el sistema. Acá tienen vínculos con el poder político que asombran", dijo Adang, que vino al país en 2009, en el marco de acuerdos a nivel de gobierno con Holanda, y formó un grupo de observación integrado por fiscales, funcionarios de seguridad, sociólogos y miembros de ONG. Incluso Amaya, de Colombia, remarcó que las políticas que de integración que llevan en Bogotá las pueden desplegar porque las barras colombianas no tienen el poder que manejan las de Argentina.
Alabarces desarrolló hace una década un documento junto a otros especialistas argentinos en el que establecieron diez iniciativas para aplicar en la Argentina. Muchas de estas ideas las tomó la Seguridad colombiana y también se vienen aplicando en Holanda. En su libro "Héroes, machos y patriotas: el fútbol entre la violencia y los medios", publicado en 2014, retoma las iniciativas y las enfoca en estos diez puntos:
- 1.Intervenir la AFA y todos los clubes que tengan connivencia y complicidades con los líderes de las barras, o que se sepa o sospeche que participan en operaciones financieras con los pases de los jugadores -como las triangulaciones a Chile y Uruguay probadas en 2013-. Hablamos de intervención, un mecanismo que la ley prevé en caso de emergencia para cualquier asociación civil, de modo de poder renovar radicalmente toda la conducción institucional deportiva.
- 2. Un cambio cultural amplio: el reemplazo de la cultura del aguante por la cultura de la fiesta, que recupere el viejo valor festivo del fútbol, el predominio de lo cómico sobre lo trágico, lo carnavalesco por sobre la funerario. Esto sólo puede lograrse a muy largo plazo: mínimo diez años, tiempos de las transformaciones realmente profundas. Así lo hicieron los ingleses. Y para eso son necesarias campañas educativas y de medios que convenzan a la sociedad civil.
- 3. Diálogo y participación de los hinchas. Ellos son los que pueden garantizar esta transformación. Diálogo no significa negociación clandestina. Significa el reconocimiento de los hinchas como actores, la transformación de las hinchadas en organismos comunitarios. Esto implica apoyarlos en la organización y reconocerlos en la planificación de los operativos de seguridad (Algo que hoy ya hacen en Colombia). De ese modo, serán las mismas hinchadas las que desarrollen su autocrontrol (como en Holanda).
- 4. Suprimir toda legislación especial, como la ley debida a De La Rúa: con el Código Penal y los contravencionales alcanza. Es un marco legal suficiente.
- 5. Seguridad y salubridad en los estadios. Debería establecerse un órgano regulador y administrador estatal, pero autónomo, que organice el proceso de reconstrucción con el dinero que le ingresa a los clubes por publicidad, los derechos de los partidos o, como se hizo en España, con el fondo de las quinielas (su Prode).
- 6. Seguridad con control comunitario. Debería trasladarse la responsabilidad dentro del estadio a los clubes. Si lo que se busca es prevenir, sólo hará falta un buen equipo, bien entrenado, de gente apta para manejar conflictos y especialmente para prevenir incidentes y catástrofes. Si los hinchas desarrollan sus posibilidades de autocontrol y autogestión, no hará falta ni la Guardia de Infantería ni los patovicas descontrolados. Ni, claro, la barra liderando una nueva unidad de negocios.
- 7. Discutir la capacidad del estadio. Esto no implica que todos los hinchas estén sentados, medida que exige un debate amplio: no es preciso sacrificar, al estilo europeo, una tradición de asistencia y participación en el estadio, pero sí consensuar los límites de las capacidades en función estricta de las posibilidades de seguridad y evacuación.
- 8. Desdramatizar el juego. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad fundamental en volver al fútbol puro deporte y fiesta, sin ningún conflicto que no sea el que deviene estrictamente de dos equipos disputando un juego.
- 9. Suprimir las barras como fuerza de choque. Estas muchas veces están al servicio de dirigentes deportivos y políticos. Si ninguno lo hiciera, si se cortara el financiamiento, la barra desaparece: permanecen las hinchadas como organizaciones civiles. Al eliminar el flujo de dinero clandestino se corta el factor clave que organiza la disputa por unidades de negocios.
- 10. Organización de torneos limpios. La AFA (Ya limpia como indica el punto 1) tiene un rol fundamental: debe organizar campeonatos que no sólo sean sino que parezcan limpios, con horarios prefijados, árbitros honestos, y con una justicia deportiva equitativa y transparente.