“Dibumanía”: los mejores mensajes de los fanáticos para el arquero campeón durante el masivo homenaje en Mar del Plata
Convertido en ídolo y el deportista más exitoso de la ciudad, Emiliano Martínez cautivó a la multitud; qué dijo de Messi y el desafío a los chicos de las divisiones infantiles
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MAR DEL PLATA.– Se le agranda la sonrisa como su espíritu en la cancha frente a las patriadas más difíciles. Se planta sobre el escenario y frente a los ojos tiene una multitud que se cuenta por miles, uniformada en celeste y blanco. O casi, porque le compiten cientos de puntos rojo y verde flúo que son casacas como las que usó durante el Mundial y que aquí, como en Qatar, llevan su nombre: Emiliano Martínez. O, sencillamente, Dibu, su apodo.
“Es la primera vez que veo tanta gente en el país”, dice, sorprendido, sobre el escenario del Arena Fest que tiene todavía las pantallas gigantes por las que decenas de miles pasaron durante los siete partidos que llevaron al seleccionado argentino a esta tercera y anhelada Copa del Mundo.
Desde el domingo, con el festejo del título, se abrió aquí una verdadera locura que algunos apuraron a definir como “Dibumanía” a partir de la idolatría e identificación con quien, además de atajar, ha demostrado una personalidad imponente que se ganó a los hinchas de siempre y acercó a los que miraban el fútbol desde lejos.
“Tiene unos h… enormes. Se los comió él solo a los holandeses, primero, y a los franceses, después”, dice Teo, que tiene 16 años y anda con una remera que en el pecho tiene estampada la atajada que Martínez hizo en la final en el último minuto, ante Kolo Muani, que pudo haber sido el 4 a 3 para Francia y el desmoronamiento del sueño argentino.
Desde las 7 de la mañana llegó gente hasta este corredor, entre el Torreón del Monje y el Complejo Bustillo, para esperar a este enorme ídolo que crece y suma reconocimientos. “Claro que le tienen que hacer una estatua, y bien grande”, arenga María Beatriz, que trajo a sus dos nietos, Bautista y Belén, y avala una idea alocada –más que proyecto, un viral– que pide reemplazar los lobos de piedra de la rambla por la imagen de Dibu Martínez.
“Dibu, te amamos”, reza una bandera que acompañó esa platea natural del Arena Fest durante todo el mundial. Otras, más pequeñas, flameaban en los entretiempos desde una moto de agua, por la bahía Bristol, y una más, con idéntica frase, sobrevolaba atada a un avión. Una cábala que, a la luz de los resultados, funcionó con la perfección de un reloj suizo.
Tiziana, apretada contra la valla que contiene a la multitud, tiene en mano un cartel: “Desde Comodoro Rivadavia para verte, Dibu”, se lee. La acompañan su mamá, Mónica, y su abuela, Blanca. “Vinimos a pasear, el domingo vinimos acá a ver la final y hoy no puedo creer que lo tenga al Dibu acá, para decirle que es un genio”, dice a LA NACION.
Unos metros más allá, también con la reja metálica contra el pecho, pero primera fila al fin, está Camila. “Desde La Plata por vos, Dibu”, escribió sobre un cartón. “Lo convencí a mi papá para que me trajera, porque no pudimos ir a Ezeiza”, cuenta, feliz y emocionada.
Hay reconocimiento deportivo en los carteles. No faltan el “Sos el orgullo de Mar del Plata” ni un “Dibu, te comiste a todos”. Y también mensajes subidos de tono. Desde el “Vení que te como”, que juega con una de sus frases históricas en la Copa América, a “Bailame para mí sola” que una mujer le muestra bien alto, repercusión de sus pasitos acompasados tras el segundo penal desviado por el equipo francés en la final del Mundial. “Que baile, que baileeee”, le cantarán luego, a coro, más de una vez. Y les dará el gusto, con cadencia en sus hombros.
Este arquero que fue figura decisiva para la tercera estrella del fútbol argentino salió de aquí, de un barrio próximo al puerto, que abandonó cuando todavía andaba por la escuela primaria y se decidió a buscar lo que acaba de conseguir el domingo: la gloria y el reconocimiento eterno de todo un país.
“Me fui a los 12 para ser jugador profesional; a los 17, a Inglaterra, y cuando me llamaron para el seleccionado mi sueño era traerle un título a mi ciudad”, recuerda de un primer objetivo cumplido el año pasado, con la obtención de la Copa América. ¿Se podía pedir más? Dibu, sí, y lo consiguió: “Le ganamos a los campeones de Europa, les dimos la vuelta olímpica en Inglaterra, y ahora le ganamos a los últimos campeones del mundo en Qatar”, valora.
Lo cuenta de cara a un puñado de medio centenar de privilegiados, todos chiquitos que juegan en divisiones infantiles de Urquiza, Talleres y San Isidro, los clubes por los que pasó antes de irse a Buenos Aires, escala previa a su salto a Inglaterra. “Ustedes tienen que traer la cuarta”, afirma, emocionado y convencido, sobre más títulos mundiales que tienen que llegar a la Argentina en el futuro.
Lo acompaña toda su familia. Su padre, Beto, se emociona al verlo llegar en medio de una enorme ovación. Su madre, sobre el escenario, toma un güiro que quedó del grupo de música que participó en la previa y se suma a puro ritmo para festejar un momento inolvidable. Para los Martínez, para los marplatenses, para los argentinos.
Dibu lleva todavía la bandera argentina teñida sobre la oreja izquierda, otra cábala fantástica. También la medalla de campeón colgada en el pecho y, siempre con él, el guante dorado con el que lo distinguieron como el mejor arquero del mundial. Mejor dicho: el mejor del mundo.
“Lo que vivimos en Qatar fue increíble, porque nos sentíamos locales con tanto argentino que había en las calles y las canchas, pero vivir esto en nuestra ciudad es increíble”, cuenta Beto, el padre, que hace fuerza para no quebrar en llanto cuando lo ovacionan una y otra vez a su hijo.
Es que no termina de dimensionar lo que están viviendo desde el domingo. Por la celebración en el estadio Lusail. Por la caravana desde Ezeiza, con cuatro millones de argentinos en las calles. Por esta recepción en Mar del Plata (según la municipalidad, cerca de 100.000 personas participan del homenaje). Y porque cada vez hay más sorpresas. El nombre de Dibu se perfila como nueva identificación del Estadio Mundialista, según se impulsa en un proyecto. También se estamparía en el frente del polideportivo municipal construido en la plaza de Colinas de Peralta Ramos donde entrenaba de pibe. Y se viene una escultura. “Si es a cocochito del lobo, no hay problema”, bromea el propio homenajeado.
Firmó los autógrafos que pudo. Se sacó fotos con chiquitos y no tanto, algo que viene haciendo desde que llegó a la ciudad. Varios lo habían esperado en la ruta 2, el martes por la noche, y otros más en el barrio privado donde intenta descansar. Anoche vivió otro baño de reconocimiento popular cuando fue a jugar al pádel con su hermano y amigos.
Porque todo es locura alrededor de este arquero que hasta hace un año y medio muy pocos marplatenses conocían. Su salto al seleccionado y su personalidad lo catapultaron a un nivel de heroísmo inédito para Mar del Plata. Es, lejos, el deportista local más exitoso de la historia.
Y con méritos. Vale recordar el detalle que revela desde el escenario, cuando le preguntan cómo fue eso de jugar con Lionel Messi y acompañarlo en la obtención de la Copa del Mundo. Contó que, tras los festejos en Buenos Aires, le mandó un mensaje en el que le dijo “Muchas gracias por darme el Mundial”. “Él me respondió lo mismo”, dice, orgulloso, y destaca: “Es increíble que el mejor jugador de todos te respete”.
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