¿Diagnóstico erróneo de SIBO? Las enfermedades con las que se puede confundir y la recomendación de los especialistas
Los expertos advierten que el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado es una afección que empezó a diagnosticarse con demasiada frecuencia; pautas
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El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, conocido como SIBO, las siglas en inglés de small intestinal bacterial overgrowth, es una afección que en los últimos años empezó a diagnosticarse con demasiada frecuencia, afirman los especialistas consultados por LA NACION. Este trastorno ocurre cuando bacterias que normalmente se encuentran en abundancia en el intestino grueso comienzan a acumularse de manera excesiva en el intestino delgado. Según detalla Fabio Nachman, jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario Fundación Favaloro, los síntomas más frecuentes suelen ser la hinchazón y el dolor abdominal, el meteorismo y las diarreas frecuentes.
Como las señales de otros trastornos se pueden confundir con las de SIBO, los expertos advierten que hay un sobrediagnóstico de la enfermedad, cuando el paciente en realidad puede padecer problemas como la celiaquía, el síndrome de intestino irritable o tener intolerancia a la lactosa. Por esta razón, es fundamental acudir al médico y realizarse los estudios correspondientes para confirmar si realmente esta condición es la causa del malestar.
El intestino delgado tiene múltiples mecanismos con los que puede evitar que haya un aumento de bacterias. “El PH gástrico, el movimiento intestinal, las enzimas pancreáticas, el sistema inmunológico o el funcionamiento de la válvula ileocecal son algunos de ellos. Pero cuando uno de estos mecanismos falla, sobre todo cuando se mueve menos el intestino –algo que puede suceder, por ejemplo, luego de un cambio anatómico generado por una cirugía–, puede favorecer el SIBO. De todos modos, muchas veces resulta difícil terminar de saber cuál es la causa que lo generó”, añade Nachman.
Nachman señala que, por lo general, se tiene la sospecha de un sobrecrecimiento en pacientes que tienen algún antecedente que puede derivar en esa condición. Por caso, alguna cirugía de intestino delgado o pacientes a los que se les ha sacado la válvula ileocecal, que une el intestino delgado con el colon, entre otros factores.
A diferencia del intestino grueso, el intestino delgado suele mantener bajos niveles de bacterias debido a la rápida circulación de su contenido y la presencia de bilis. No obstante, cuando los alimentos se detienen en el intestino delgado, se puede desencadenar un aumento de bacterias que puede llevar al desarrollo de SIBO. Estas bacterias producen toxinas que interfieren con la correcta absorción de los nutrientes.
“En la parte digestiva, muchas veces la sintomatología se repite y muchas patologías pueden tener síntomas similares”, agrega Nachman. “Puede confundirse con una enfermedad celíaca, con alguna intolerancia a alimentos como los que contienen lactosa; puede confundirse con una enfermedad inflamatoria intestinal, con intestino irritable, entre otras”, enumera.
Según Mónica Katz, fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Durand y autora del libro El método No dieta, el SIBO aparece por los siguientes motivos: “El uso de antiácidos continuo, que son inhibidores de la bomba de ácidos, que permite que los gérmenes no sean filtrados. También favorece mucho el SIBO el uso excesivo de antibióticos porque barre toda la flora, la buena y la mala. El SIBO a la vez se ve favorecido por el hipotiroidismo, la diabetes, operaciones que resecan el intestino, entre otros motivos. Es decir, hay muchas causas de SIBO, que en definitiva es un síntoma de sobrecrecimiento bacteriano en un lugar donde no debería suceder ese fenómeno”.
“El SIBO se puede mejorar dándole a la microbiota intestinal su mejor alimento, que es la fibra. Claro que al principio el paciente tiene que comer fibra procesada, cocida, porque no va a tolerar rúcula o hinojo”, señala Katz. “Luego, se puede sumar el consumo de alimentos fermentados, como puede ser el yogur, que tienen probióticos. A la vez, hoy se usan los suplementos con probióticos. Así que el SIBO se podría curar con la alimentación”, sostiene.
Y agrega: “Sin embargo, si yo sigo usando antibióticos porque sí o sigo usando antiácidos, si no tengo controlada la diabetes, ni el hipotiroidismo, etcétera, el paciente no se va a curar con la alimentación ni con probióticos”.
El estudio específico
Horacio Rubio, gastroenterólogo y expresidente de la Sociedad Interamericana de Endoscopía, indica que, si la causa del SIBO está detectada, se pueden tomar medidas concretas. “Al ser esas bacterias muy difíciles de cultivar y examinar, para evitar estudios complejos que en la práctica son inaplicables, lo que hacen para detectar este cuadro es evaluar la capacidad de las bacterias para metabolizar azúcares y producir gases. El método ideal es poner una sonda y sacar una muestra de las bacterias del intestino delgado, pero por la dificultad para cultivar esos microorganismos ese estudio se hace muy engorroso, complejo y difícil de aplicar. Por eso, el estudio que se realiza es una prueba en donde el paciente consume, por ejemplo, glucosa líquida y luego, gracias a un cromatógrafo de gases, se mide la cantidad de hidrógeno que la persona produce”, detalla Rubio.
Y concluye: “Hay antibióticos especiales, porque deben tener una mínima absorción para que actúen solo en el intestino, como los que se pueden controlar esas bacterias”.
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