Día Mundial contra la Trata de Personas. Elizabeth: la abusó su abuelo desde los 6 años, huyó y fue secuestrada para la explotación sexual
"Elizabeth es muda", le dijo la maestra a su mamá. Sentada en su banco de la primera fila, ella escuchaba con atención. Cuando su maestra de primer grado le hablaba, bajaba la vista y apretaba el lápiz entre sus dedos. "No me animaba a hablar, porque a mi prima le había pasado lo mismo y cuando lo contó le dijeron que estaba loca", explica Elizabeth, 25 años después, al recordar los abusos que sufrió en su círculo familiar desde sus seis años.
La maestra y su mamá desconocían que su abuelo materno, con quien la familia convivía, abusaba de sus nietas desde pequeñas. Lo mismo sucedía con su padre. Elizabeth entonces enmudeció. Luego de meses de silencio, fue la escuela el lugar en donde se animó a contarlo. La maestra llamó a sus padres, que lo negaron. "Llegamos a casa y mi papá me pegó con un rebenque. Meses después, mi mamá lo descubrió. La recuerdo gritando y a él levantándola de los pelos y arrojándola contra un ropero. De ahí en más, ella negó todo", cuenta.
Decidió escapar. "Lo único que quería era irme de mi casa; de ahí en más, dejó de existir un lugar seguro para mí. Caí en un instituto de menores, de donde me sacaron mis tíos y, en un destino de contornos circulares, volví a vivir con mis abuelos. Volví al comienzo; por eso tuve que huir", dice. Los años siguientes la vieron deambular por calles, plazas y estaciones e iniciarse en la droga y en la prostitución. Fue entonces que la captó una red de trata.
Las mujeres captadas por redes de trata muchas veces son sobrevivientes. La huida de un entorno de vulnerabilidad y abuso las arroja a otro de servidumbre sexual. María Fernanda Rodríguez, excoordinadora general del Consejo Federal para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas y exsubsecretaria de Justicia de la Nación, explica: "La disfuncionalidad familiar en un entorno de vulnerabilidad estructural trae consecuencias que favorecen la explotación sexual. La trata es un eslabón de una cadena de debilidad estructural, donde la mujer a muy temprana edad suele ser objeto de intercambio".
Lo único que quería era irme de mi casa
Según la ley Nº 26.842, la trata consiste en el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación. La trata sexual es un delito de género. La naturalización del consumo de cuerpos femeninos por parte del varón atenta contra la visualización de lo que debería llamarse violación.
El fiscal Marcelo Colombo, titular de la Procuraduría contra la Trata del Ministerio Público Fiscal, se explaya en este punto de la ley: "La trata es un delito de género que implica básicamente un acto de discriminación violenta. Tal calificación permite desarmar estereotipos y deconstruir relatos a la luz de la cuestión de género, entre ellos, cómo los jueces escuchan a la víctima".
Un ejemplo de este problema lo aporta Arnoldo Scherrer desde su experiencia como exdirector de Promoción y Protección de la Secretaria Nacional de Niñez y Familia del Ministerio de Desarrollo Social: "Para algunos jueces provinciales, no hay trata sino violación a la reglamentación laboral por trabajo en negro".
El abuso intrafamiliar oculto, la naturaleza encubierta del tráfico de personas, el silencio de las víctimas derivado de su desconfianza en la aplicación de la ley y en la Justicia, y la connivencia por parte de políticos, jueces, policías y funcionarios son parte de las barreras que es necesario atravesar para hacer efectiva la asistencia a las víctimas.
Según las estadísticas del Consejo Federal de la Trata, desde fines 2008 hasta febrero de 2020 el total de víctimas rescatadas y asistidas por trata laboral y sexual fue de 16.015, de la cuales aproximadamente 6000 son mujeres víctimas de trata sexual, lo que arroja un promedio anual de 550 casos asistidos. Las mujeres captadas por redes, en realidad, son muchas más.
"Las víctimas que se rescatan se reemplazan rápidamente por otras, cuyo número se desconoce. Esa es la dinámica de un negocio rentable: requiere menor inversión y tiene menos riesgo que el narcotráfico", dice Alicia Peresutti, Defensora del Pueblo de la ciudad de Villa María de la provincia de Córdoba, una incansable defensora de víctimas de trata.
Varias semanas en el instituto de menores la marcaron a Elizabeth. "A mi mamá ya no la quería ver porque no me defendió", cuenta. En cambio, su vínculo con la Asociación Civil Razonar, con sede en la localidad de Moreno, significó una conexión vital que le proporcionó asistencia psicológica y la ayudó a no abandonar la escuela durante los años siguientes.
Las víctimas que se rescatan se reemplazan rápidamente por otras
Por intermedio de Marcelo, un amigo de la calle y con quien convivió en un galpón donde funcionaba un templo Umbanda, conoció a Alejandra, una travesti de la localidad de San Martín. "Ahí me descontrolé. Conocí la calle y comencé el consumo de drogas", cuenta. Marcelo pasaba el día "jalando Poxi Ran". Fue él quien me sugirió que empezara a trabajar en una "parada" en San Miguel Oeste. "Me sacaba el dinero y lo usaba para la droga. Por eso me fui. Volví a San Martín con Alejandra, quien me enseñó la prostitución. Trabajaba en la estación de Constitución, en villas; no me importaba nada", confiesa.
Ya había cumplido los 19. En el cruce Castelar, en la calle 23 con la Roca, un hombre que reclutaba mujeres le ofreció cocaína y aceptó. A cambio le pidió limpiar una casa en la zona. "Fui y cuando avisé al custodio que salía me dijo: ´Vos de acá no salís'", relata. Dos hombres la metieron por la fuerza en una habitación. Se defendió, rompió vidrios y golpeó muebles que dibujaron cicatrices aún hoy visibles en su cuerpo.
Gladys Villalba, de Razonar, cuenta que las redes de trata no son necesariamente grandes mafias. "Son un fenómeno paralelo a las drogas; usan a los niños como soldaditos y a las niñas para explotarlas sexualmente y ser vehículo para el consumo", dice.
Elizabeth continúa su relato: "Éramos siete pibas. La más chica tenía 13. Yo me rebelaba seguido y me sacaban la comida. Durante siete meses no vi la calle. Hacía 15 pases por día. Empezaba a las cinco de la tarde y terminaba a las cinco de la mañana. Después teníamos que limpiar y recién nos íbamos a dormir. Dormía poco y me mantenía a base de cocaína y de pastillas. No me dieron nunca un peso porque me decían que mi dinero era para mantener el lugar". Salir de su habitación estaba prohibido, excepto para limpiar. "Mi cabeza estaba vacía y no pensaba en nada salvo en escapar", dice.
En el horario de limpieza aprovechaba para hurgar cada rincón. En el fondo de la casa descubrió una ventana de la que logró aflojar sus bordes y que fue transformando en la ventana hacia la libertad. También su instinto de supervivencia le permitió descubrir referencias temporales. Los hombres repetían su visita el mismo día de la semana; esas presencias comenzaron a darle una idea del día en que vivía. "Organicé un esquema en mi mente: el día en que vivía, según el hombre que venía", recuerda. Así detectó el día en que el encargado estaba solo. El día elegido trepó hasta la ventana junto a una compañera y ambas escaparon. Corrieron sin mirar atrás. "A esa chica no la vi nunca más, tenía una historia muy similar a la mía", recuerda.
Mi cabeza estaba vacía y no pensaba en nada salvo en escapar
La asociación Razonar la acompañó a hacer la denuncia. "Tenía miedo, pero les dije que tenía manera de comprobar lo que decía. Recién al día siguiente el Juzgado allanó, pero llegó y no encontró nada. Los vecinos dijeron que había habido mucho movimiento la noche anterior, incluyendo un patrullero. Teníamos visitas de policías: cuando hice la denuncia en la comisaría, uno de los policías era nuestro 'cliente'", acusa. No supo qué pasó después con la causa.
Según Rodríguez, la mayoría de las mujeres rescatadas no quiere llevar adelante la acción penal y desaparece durante el proceso, que dura mucho tiempo. "De un total de 17.000 víctimas rescatadas en allanamientos, desde la sanción de la ley solo hay 1200 judicializadas y una sola con acción civil para pedir la indemnización por los daños sufridos. Las mujeres no denuncian por las eventuales represalias. Si el Estado y la Justicia fueran más eficientes y les dieran la reparación que corresponde habría más incentivos para denunciar y más condenas".
La asistencia psicológica y médica, el alojamiento, la manutención, la alimentación, la capacitación laboral, el empleo y la reinserción en el sistema educativo son todos objetivos ambiciosos que la ley promete asegurar. Sin embargo, la reconstrucción de las vidas de las sobrevivientes es más una virtud personal que una ayuda estatal.
"En la Provincia me prometieron trabajo, pero nada", dice Elizabeth. Fue su resiliencia la que le permitió construir un proyecto de vida. Aunque su pasado reaparece. "No tolero que me hablen fuerte. Me pone mal. Cuando estoy disfrutando con mi familia huelo aromas que me llevan al pasado. Mi mente desbarranca", confiesa. Como dice Peresutti: "Deconstruir la explotación sexual lleva toda la vida".
La dificultad de que haya asistencia sostenida en el tiempo es destacada por Norma Mazzeo, del Programa de Rescate del Ministerio de Justicia: "Lo más complicado es sostener la asistencia y el acompañamiento en el tiempo. No hay plazo para la asistencia, hay objetivos. Ninguno de los programas actuales, la AUH o el programa "Hacemos Futuro" le cambia la vida a la víctima."
Cuando los chicos crezcan, voy a dedicarme a viajar
La recuperación de Elizabeth comenzó por perdonar, pese a que su familia sigue sin hablar del pasado. "Lo hago por mí, más que por ellos", dice. "A mi mamá pude entenderla con el tiempo. En la iglesia conseguí perdonarla, pese a que sigue diciendo que hubiera preferido abortar que tenerme", dice.
Elizabeth es mamá de tres hijos, dice que lo disfruta, pero tiene ciertos temores de cómo su pasado puede influir en la crianza. "Me da pánico repetir con la nena", confiesa.
Los secretos de su recuperación los cuenta ella misma: "Primero me tenía que ver como persona y generar mi proyecto de vida. Si no lo tenés, no sobrevivís. Yo no tenía nada; no podría haber elegido otra cosa porque no tenía nada. Ahora aprendí a que lo que me propongo puedo lograrlo y que en momentos difíciles encuentro personas maravillosas que me sostienen y son quienes me siguen ayudando a recuperarme", relata.
Elizabeth tiene proyectos. Escribió un guion de cine, tiene un programa de radio, colabora con una iglesia en tareas de asistencia social y estudia teología. También tiene sueños. "Cuando los chicos crezcan, voy a dedicarme a viajar", dice.
Dónde pedir ayuda
En la línea 145 se puede solicitar información, asistencia y denunciar todo tipo de casos de trata de personas. Funciona las 24 horas, todos los días, en todo el país y es anónima.
También vía WhatsApp se puede solicitar asesoramiento, hacer consultas y solicitar información las 24 horas los 365 días del año 11-6546-0580.
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