Día Mundial del Sueño: un pilar de la calidad de vida de las personas
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Los trastornos de sueño constituyen una epidemia global que afecta la salud, el bienestar individual y la calidad de vida de hasta el 45% de la población mundial. Por lo tanto, todas las personas deben tener acceso a un sueño saludable, más allá de su lugar de residencia, condiciones ambientales, nivel socioeconómico, contexto sociopolítico, relaciones interpersonales, pautas culturales, patrones de comportamiento y creencias individuales.
Las desigualdades en la salud del sueño son una causa en la marginación de las poblaciones en todo el mundo. Abordar la equidad en el sueño reducirá estas disparidades, contribuirá a mejorar la salud y el bienestar colectivo a nivel global. En este contexto, el Día Mundial del Sueño fue una propuesta de la Asociación Mundial de Sueño, como una iniciativa para celebrar el poder transformador del sueño saludable en la vida de las personas y visibilizar el tema a nivel de las agendas gubernamentales y de la opinión pública. El lema de este año es “Equidad del sueño para la salud global”.
¿Qué es un sueño saludable?
El sueño es un aspecto esencial de la salud, al igual que otros determinantes socio–sanitario–ambientales, como la alimentación y la actividad física. El sueño impacta en la memoria, el cerebro y el sistema inmunológico. Para lograr un sueño saludable no alcanza con dormir suficiente tiempo. La duración de sueño es una de las seis dimensiones que alteran un sueño saludable, por ende, a la salud y al bienestar. Debemos tener en cuenta, además, la eficiencia, el horario, la regularidad y el estado de alerta durante la vigilia. Una persona con sueño saludable es más productiva, se enferma menos y se recupera más rápido, lo que impacta de forma positiva en el individuo, representando un menor gasto derivado de la atención médica y contribuyendo al desarrollo social.
¿Qué son las desigualdades en la salud del sueño?
Las desigualdades en la salud del sueño hacen referencia a diferencias persistentes en el acceso a condiciones que promuevan conductas hacia un sueño saludable y reparador, determinando inequidad y afectando de manera negativa a las poblaciones más vulnerables. Estas diferencias pueden ser producto de condicionantes sociales (estrés, problemas financieros, hambre, inseguridad, etc.), ambientales (luz, temperatura, ruido, calidad del aire, etc.) o derivadas del sistema de salud (escasa información, ausencia de servicios, etc.). Algunas de estas observaciones las hemos verificado también en Argentina, analizando datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA). La alteración sostenida en el tiempo se traduce en un sueño “poco saludable”, el cual se ha asociado a mayor incidencia y prevalencia enfermedades crónicas no transmisibles cardiovasculares, metabólicas (obesidad, diabetes, etc.), psiquiátricas y enfermedades neurodegenerativas.
El sueño como determinante del proceso salud-enfermedad-atención es un pilar de la calidad de vida de las personas y es parte del derecho a la salud. Priorizar la calidad del sueño debe ser una estrategia esencial en la formulación de políticas públicas de salud. Esto implica incluir el tema como contenido académico en los diseños curriculares tanto de grado como de posgrado, y garantizar su presencia en la oferta de servicios de salud para asegurar la accesibilidad universal.
Por Carolina Abulafia y Daniel Vigo (Instituto de Investigaciones Biomédicas BIOMED UCA-CONICET) y Mauro Brangold (Escuela de Salud Pública, Facultad de Ciencias Médicas, UCA)
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