Día Mundial del Corazón: con un indicador de riesgo de estrés, buscan prevenir complicaciones cardiovasculares por la crisis económica y la incertidumbre electoral
Lo desarrolló la Fundación Cardiológica Argentina con apoyo de la Sociedad Argentina de Cardiología y la Universidad Maimónides; preocupa que el deterioro del sistema sanitario impida dar respuesta
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A la par de las guerras, los desastres naturales o los ataques terroristas, las crisis económicas –y el deterioro que le producen al sistema sanitario– se imponen como un factor de riesgo cardiovascular y así lo demuestra la experiencia en la Argentina. Por eso, la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) lanza una campaña con consejos para proteger el corazón de sus efectos nocivos a partir de un indicador de riesgo –bajo, medio, alto o extremo– que se puede seguir online. En el Día Mundial del Corazón, advierte que lo que está pasando en el país “puede afectar negativamente la salud cardiovascular de los argentinos”.
“En la Argentina, hay un alto nivel de estrés e incertidumbre en la población por la crisis económica y política, los piquetes con o sin aviso, los cortes de calles por arreglos que nos impide llegar a tiempo a destino, los paros de transporte sorpresivos, los aumentos de precios constantes… Todo esto, y más, impacta muy fuerte en la salud y es un desencadenante importante de eventos coronarios”, señaló Ana Salvati, presidenta de la FCA. “Tenemos que prestar atención”, agregó.
Solo la crisis económica y política de 2001 causó 20.000 muertes cardíacas y 10.000 infartos más que otros años, mientras que los ataques cerebrovasculares (ACV) aumentaron un 13%, de acuerdo con los dos estudios argentinos –uno en 2005 y, otro, en 2012– que pusieron en cifras la mortalidad y la discapacidad que provocan las decisiones que se toman en despachos oficiales.
“Nuestra iniciativa surge en un momento crucial: el año electoral en el país”, explica la FCA en el sitio donde se puede seguir el indicador Riesgo Corazón y unos pocos consejos según sea la tendencia del día. “Impulsados por la preocupación ante el impacto del estrés en la salud del corazón y la necesidad de brindar herramientas para gestionarlo, decidimos hacer algo que nunca se había hecho: crear una herramienta que pueda predecir el estrés”, continúa la explicación sobre esta iniciativa con respaldo de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y el apoyo de la Universidad Maimónides.
Ante el estrés, según explicó Salvati, se activa un mecanismo natural de defensa que provoca la liberación de adrenalina, noradrenalina y cortisol. Esto acelera el pulso, eleva la presión y el esfuerzo con el que trabaja el músculo cardíaco. “Si el estímulo estresante es demasiado intenso o se sostenido en el tiempo, que es el caso argentino, puede ser un factor de riesgo de enfermedad”, agregó.
Como una guerra
Rubén Piraino es editor asociado de la Revista Argentina de Cardioangiología Intervencionista, que publica el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Invertencionistas (CACI). En un editorial planteó durante la campaña presidencial de 2019 que “las crisis económico financieras podrían ser consideradas, de la misma manera que los desastres naturales, las guerras y los ataques terroristas, un factor de riesgo de aumento de la mortalidad cardiovascular”.
Lo hizo tras repasar los resultados del estudio publicado en 2005 en la revista Thrombosis Journal por un equipo de la Fundación Favaloro y la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos) liderado por Enrique Gurfinkel, que en ese momento era jefe de la Unidad Coronaria de la fundación. En el estudio publicado en 2012 en la Revista Argentina de Cardiología, el equipo de María Inés Sosa Liprandi llegó a la conclusión a partir de más datos sobre el impacto del “corralito” –como el aumento de los ACV– que se podía empezar a considerar las crisis económico financieras “como un nuevo factor de riesgo psicosocial”.
“Hubo argentinos que sufrieron infarto por torpeza en el manejo de la cosa pública. Una proyección nacional haría presumir que hubo 20.000 muertes coronarias más entre 1999 y 2002. Esto debería servirnos de advertencia, ya que, si vuelve a pasar, los responsables de tomar las decisiones estarían provocando un genocidio”, afirmó Gurfinkel, entonces, a LA NACION.
Gerardo Bozovich, director médico del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT) y profesor adjunto de la Universidad Favaloro, fue coautor de ese estudio. “Fue un mojón en la comprensión de cuánto impactan los determinantes socioeconómicos en la salud humana –recordó ante la consulta–. Pudimos hacer una muy buena medición en la Argentina porque teníamos los datos de un registro internacional en el que estábamos participando, de modo que eran datos robustos validados por un grupo independiente del exterior. Tiempo después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) expresó que el ministro de Economía de un país tiene más poder sobre la salud humana [a través de los determinantes sociales] que el ministro de Salud. Y eso quedó plasmado en nuestro estudio: los determinantes socioeconómicos pueden tener un efecto positivo o tremendamente adverso.”
Aun cuando los sucesos de 2001 ocurrieron más rápido que en el escenario actual, Bozovich enumeró algunos puntos comunes, como “las dificultades de acceso [a servicios], de equidad, de acceso a los insumos y el deterioro de ciertos determinantes socioeconómicos (empleo, ingreso, vivienda, servicios esenciales, seguridad)”.
Una diferencia “importante” que destacó con respecto de 2001 es el grado de robustez de respuesta del sistema sanitario. “Venimos de una pandemia que produjo su mella en la rémora de las enfermedades no diagnosticadas a tiempo [publicado en la Revista Medicina en 2020] y el deterioro de los servicios de salud por la tremenda tensión económico financiera en la que está desde el médico hasta los centros, el financiamiento del sistema de salud y el acceso a los insumos –describió Bozovich–. Para enfrentar una enfermedad, el cuerpo tiene que estar robusto y, en este momento, en el que la sociedad puede tener afectados sus determinantes sociales, el sistema de salud está también enfermo y eso puede afectar la capacidad de respuesta.”
Piraino, director del Departamento de Cardiología Intervencionista del Sanatorio Delta, en la ciudad de Rosario, y exdirector del CACI, estimó que hizo un 20% más de angioplastias coronarias (para eliminar una obstrucción arterial) de urgencia por un infarto o un síndrome coronario agudo con respecto de años anteriores. “Son pacientes que llegan con una alta carga de ansiedad –dijo en diálogo con LA NACIÓN–. Muchos de ellos refieren haber cambiado de la cobertura por prepaga a una obra social, PAMI o nada. La crisis económica nos efecta a todos por igual, pero es llamativo que los pacientes llegan muy angustiados. Esta vez, es peor que en las crisis anteriores y la gente está muy ansiosa y deprimida.”
Por todo esto, según planteó, “nada mejor que un argentino para definir las crisis económico financieras como un factor de riesgo cardiovascular”.
Desatendido
Sin lugar a dudas, para Ezequiel Forte, codirector del Área Comunidad de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC), el estrés es uno de los principales factores de riesgo globales desatendidos de los últimos años.
“Puede ser agudo (por una catástrofe, un hecho violento u otro evento que impacta fuertemente) o crónico, que es el del día a día. Vivir con incertidumbre permanente, como en la Argentina, por ejemplo, genera estrés crónico. Esta sensación constante de que hay cuestiones, como la economía o la inseguridad, que no podemos manejar promueve un nivel de estrés que es dañino no solo para las enfermedades cardiovasculares, sino también para la salud integral. En situaciones de crisis, lo que las personas tienden a hacer es, justamente, desatender su salud: hacen menos ejercicio, comen peor, duermen menos, a veces se olvidan de tomar sus medicamentos y dejan sus consultas o controles regulares”, continuó el especialista, que también es director del Consejo de Cardiometabolismo de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
La mayor desventaja de las enfermedades cardiovasculares es que van avanzando en silencio, no suelen dar síntomas. Los especialistas que las tratan mencionan que en gran parte de los casos se manifiestan ya con el infarto o el accidente cerebrovascular (ACV). Al señalarlo también, Forte puso como ejemplo que el primer dolor de pecho en alrededor de la mitad de los pacientes con un infarto lo sintieron justamente cuando estaban teniendo el ataque cardíaco.
“Hay casi un 40% de la población que es hipertensa y no lo sabe. Lo mismo pasa con el colesterol o la glucosa (azúcar) en sangre elevados, factores de riesgo cardiovascular como el estrés que habitualmente no generan síntomas hasta que la enfermedad ya está presente”, detalló. Por eso, aconsejó hacer los controles regulares que permiten saber los valores de presión, colesterol y glucemia.
“Uno se preocupa por los hijos, los padres, los amigos; trabaja para que la familia pueda estar mejor. Para eso, es necesario estar bien. No estarlo sería la peor situación de todas en este contexto –explicó Forte–. ¿Qué podemos hacer? Para reducir el estrés hay que desconectarnos, por lo menos un rato, todos los días.”
Algunas pautas generales para lograrlo, según enumeró, son silenciar o apagar el teléfono y otras pantallas a la noche; dormir por lo menos siete horas los adultos y ocho horas los chicos y los adolescentes porque el sueño es una de las medidas que recomienda la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por su sigla en inglés); incorporar unos 10 o 15 minutos de meditación Mindfulness durante el día para poder dejar de pensar por un momento en lo que genera preocupación e incertidumbre y conectar con el presente; hacer actividad física –”toda la que se pueda”, aconsejó– e intentar comer mejor porque, la alimentación saludable, el descanso y la desconexión “producen una sensación de bienestar, lo que ayuda a reducir el impacto del estrés agudo”.
Para finalizar, insistió: “En estos tiempos, hay que tratar de desconectarse de todo por lo menos una vez por día. Dejar de lado un momento el celular, las noticias y la computadora para conectarse con la familia, los amigos, los animales o el ambiente”. En esto, también coinciden los consejos de la FAC de la campaña #RiesgoCorazón.
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