Día Mundial de los Océanos: por qué este año se conmemora en medio de una gran expectativa
El secretario general de la ONU, António Guterres, convocó a continuar el 19 y el 20 de junio la conferencia sobre un Tratado de Alta Mar para proteger los recursos biológicos
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Este año, el Día Mundial de los Océanos se conmemora hoy con gran expectativa por la convocatoria del secretario general de la ONU, António Guterres, a continuar el 19 y el 20 de junio la conferencia sobre un Tratado de Alta Mar para que un grupo de trabajo asegure los términos del texto que ya fue acordado por delegados de todo el mundo.
Luego, cuando sea ratificado por 60 países, se convertirá en un instrumento jurídicamente vinculante sobre conservación y uso sostenible de la biodiversidad en áreas marinas situadas más allá de las jurisdicciones nacionales. Es decir, aquella zona ubicada fuera de las 200 millas marinas que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar) reconoce como sujeta a la soberanía de un Estado ribereño. En números, representa el 45% de la superficie del planeta y el 90% del volumen de todos los océanos.
Las áreas geográficas delimitadas por la Convemar fueron convenidas en 1982 con fines administrativos, cuando la capacidad de los Estados era insuficiente para conocer espacios oceánicos muy alejados de las costas. A medida que el acceso fue posible, los recursos marinos comenzaron a ser objeto de una competencia cada vez más intensa. Algunos de estos recursos, como las poblaciones de peces, están amenazados por la sobrepesca y, en consecuencia, la seguridad de millones de personas que dependen de ellos para alimentarse. Otros recursos, como el petróleo y el gas, son un factor histórico de conflicto entre los Estados. En los últimos años, se descubrieron además otros recursos que están atrayendo un interés creciente, como los genéticos y ciertos minerales.
“Las actividades humanas en las áreas marinas fuera de la jurisdicción nacional han crecido exponencialmente en las pasadas décadas, aumentando de la misma manera las amenazas y el impacto a la biodiversidad marina que se encuentra en dichas áreas”, dice Ana Victoria Villanueva, profesora de derecho comunitario e internacional público en la Universidad FASTA de Mar del Plata. “Estos factores han aumentado las preguntas acerca de si el marco legal existente sobre la gobernanza para la conservación y uso sustentable de la biodiversidad marina es lo suficientemente fuerte”, agrega.
El tratado se propone dar respuesta a la concepción del océano como fuente ilimitada de recursos y como ámbito de competencia entre países. Al mismo tiempo, se reconoce al océano como uno solo, cuya influencia sobre la vida de todo el planeta tiene prevalencia sobre los intereses nacionales aislados. Tal como se afirma en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 de la ONU, los mares son la principal fuente de oxígeno y cumplen un papel determinante en las condiciones climáticas locales y globales. Por tal razón, la COP15 sobre biodiversidad adoptó a fines de 2022 el compromiso de proteger el 30% de los océanos para 2030 y, de esta forma, asegurar que continúe brindando servicios ecosistémicos esenciales.
“Entre estos servicios se destacan: el suministro de alimento y medios de subsistencia de más de 3000 millones de personas; el depósito de gases de efecto invernadero; su rol como fuente de valores culturales, estéticos y recreativos. Otros servicios, como la energía renovable, los recursos genéticos marinos o los minerales de aguas profundas, tienen el potencial de generar grandes beneficios”, afirma Vanesa Castello, docente de la licenciatura en relaciones internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, en un artículo recientemente publicado.
La genética como recurso
A fines de la década de 1970, un equipo de investigadores descubrió que en el lecho marino, a miles de metros de profundidad y donde no esperaban encontrar seres vivos, había ecosistemas complejos formados por varios tipos de invertebrados. Esas especies estaban lejos del alcance humano, tanto para ser estudiadas y explotadas como para ser reguladas por la Convemar.
Hoy se sabe que son especies que dependen de nutrientes minerales provenientes de las capas internas de la Tierra, de manera que no necesitan de la energía solar ni de la que, capturada por la fotosíntesis, se transfiere por la cadena trófica.
Las especies adaptadas a condiciones extremas de temperatura, visibilidad, presión y composición química del entorno son particularmente interesantes para muy diversas industrias.
Según Castello, estos recursos tienen el potencial de representar un valor económico sumamente importante, debido a que el valor de algunos yacimientos –aún no explotados– y la demanda mundial de recursos claves está creciendo a un ritmo insostenible.
A través de la biología molecular se puede interpretar a los organismos, no solo por su apariencia externa, sino por su información genética. La bioprospección es la búsqueda sistemática de componentes naturales y organismos completos de la biodiversidad, con el fin de otorgarles un valor comercial para el desarrollo de productos con aplicaciones en la industria farmacéutica, biotecnológica, el agro y la medicina.
“El mar es como un gran desierto en el que solo hay oasis de vida. Nuestra plataforma continental es uno de esos oasis”, dice José Alfaya, doctor en ciencias biológicas y miembro del Laboratorio de Reproducción y Biología Integrativa de Invertebrados Marinos perteneciente al Conicet-Cenpat. “Muy poca gente sabe que nuestro país tiene una superficie bajo el agua casi tan grande como la superficie emergida. Cuesta muchísimo estudiarla porque es muy grande, pero es de un potencial económico superlativo”, afirma.
Si bien la alta mar es un espacio de libertad de navegación e investigación científica, existen enormes diferencias entre las distintas naciones del planeta, fundadas en sus respectivos desarrollos humanos, tecnológicos o económicos. Como respuesta a las desigualdades en el acceso a los recursos genéticos, el proyecto del tratado contiene una parte específica referida a la distribución justa y equitativa de beneficios.
A mar revuelto, ganancia de pescadores
“La ciudad flotante, que está en la milla 201, está depredando recursos pesqueros transfronterizos. Es necesario conocer cuál es la magnitud del aprovechamiento que se hace, qué impactos tiene asociados, no deseados y la captura incidental. Si no lo tenemos claro, no vamos a poder ordenar la conservación de los recursos. Ese es un punto de partida y esta convención ofrece esa oportunidad”, explica Germán Palé, especialista en áreas marinas de la Fundación Vida Silvestre. “Mi opinión es favorable al nuevo tratado. Me parece que ahora empieza un trabajo de letra chica y detalle que es materia de las cancillerías”, agrega.
Palé se refiere al artículo sobre Áreas Marinas Protegidas (AMP) en alta mar que, hasta ahora, son poderosas herramientas de manejo de la biodiversidad aunque limitadas a las aguas jurisdiccionales. Esta posibilidad de ordenar actividades económicas en aguas internacionales puede asemejarse a otro instrumento del derecho internacional llamado Organización Regional de Ordenación Pesquera (OROP) creada por el Acuerdo de Nueva York en 1995 y que fue subestimado por nuestro país por cuestiones de política exterior.
“Hablar de OROP en la Argentina es hablar de uno de los temas más controvertidos. Es como hablar de fútbol. Hay quienes están a favor y quienes están en contra”, dice Alejandro Canio, doctor en derecho y docente de legislación en la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Chubut, para quien el proyecto del futuro tratado se aparta de la filosofía jurídica que dio origen a la Convemar. Por tal razón advierte que “con las Áreas Marinas Protegidas hay que tener cuidado no tanto por la apariencia, sino por el contenido, y que no sea una OROP con otro nombre”.
Saber para actuar
Las áreas marinas fuera de la jurisdicción nacional están expuestas a un estrés que probablemente se acentúe en las próximas décadas. A medida que la investigación científica fue accediendo a mayores profundidades y distancias, mayor es el asombro por los descubrimientos y nuestra ignorancia.
La vida en la superficie de los mares será objeto de mayores presiones por la demanda de alimento y transporte marítimo y la de los fondos oceánicos, por la minería, la energía y la bioprospección de recursos genéticos. El mar será cada vez más exigido con el objeto de obtener recursos, trabajo y desarrollo económico. La respuesta provendrá de la ciencia, la economía responsable y la política.
Laurence Tubiana, exembajadora de Francia para el cambio climático, afirma que “los ecosistemas de alta mar mantendrán ocupada a la comunidad científica durante las próximas décadas. Pero, ¿hace falta esperar a tener el conocimiento absoluto antes de tomar decisiones importantes? Por supuesto que no. La pregunta tampoco es si sabemos mucho o poco, sino si sabemos lo suficiente para actuar. Y la respuesta es sí”, concluye.
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