Día del Veterinario: los desafíos de curar animales silvestres en situaciones extremas
Cuatro profesionales comparten las historias de los casos más complejos que debieron tratar
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Los pacientes que atienden estos profesionales no son convencionales: suelen ser peludos, tener plumas, pezuñas o, incluso, branquias. En su día a día tratan a animales como Coco, el mono carayá que fue rescatado del maltrato en una casona de Belgrano R, o socorren a fauna afectada por diversas problemáticas como el tráfico ilegal, el mascotismo o los incendios, como los sucedidos en Corrientes en el verano. Algunos presentan heridas de gravedad. Otros aparecen fuera de su hábitat natural y necesitan recuperarse antes de regresar a su ambiente.
En el Día del Veterinario –que se celebra hoy en la Argentina y desde 1983 para conmemorar la primera clase que se dictó para estudiantes de esa carrera–, LA NACION comparte cuatro historias de profesionales que trabajan en el Hospital Veterinario de Fundación Temaikèn y que, habitualmente, reciben a animales silvestres rescatados, con distintas problemáticas, y trabajan en situaciones extremas para salvar sus vidas. Según ellos, quienes trabajan con animales silvestres saben “de todo un poco”, dada la variedad de especies que reciben y la necesidad de actuar en el momento. Cada caso es un desafío.
El cóndor andino que no quería comer
Martín Falzone es responsable del Hospital Veterinario e intervino en incontables ocasiones, muchas de ellas extremas y con pronósticos poco alentadores. “Nuestra función es hacer toda la parte preventiva y curativa de acuerdo a la necesidad del animal”, resume.
Recuerda especialmente el caso de un cóndor macho, que fue recibido en el marco del Programa de Conservación del Cóndor Andino, destinado a recuperar a las poblaciones de esta ave emblema de los cielos argentinos.
“Recibimos un paciente bastante flaco para el peso normal de una cóndor adulto, con piojos, lo que generalmente indica que presentan algún cuadro de inmunosupresión”, explica Falzone. Luego de estabilizarlo y examinarlo, detectaron que tenía candidiasis sistémica.
El equipo trabajó a contra reloj porque si bien había un diagnóstico y un tratamiento, seguía deteriorándose. “Trabajar con animales silvestres es un gran reto ya que ellos esconden sus síntomas hasta el último momento y una vez que manifiestan síntomas de enfermedad realmente están peor de lo que aparentan”, observa.
A pesar del desalentador pronóstico, luego de 15 días de tratamiento comenzó a comer por su cuenta. “El cóndor andino es un eslabón muy importante en la naturaleza, por su función dentro de la cadena ecológica actuando como un marcador biológico del medio natural. La intoxicación del ambiente está haciendo que este animal sea considerado vulnerable, viéndose reducidas sus poblaciones”, destaca Falzone. Este cóndor de Catamarca, que había llegado débil y con mal pronóstico, tardó dos meses en recuperar un peso adecuado y finalmente fue reinsertado en los valles de esa provincia.
Creatividad y tecnología para curar
De todos los pacientes que pasaron por las manos de Jennifer Zimmerman, el más importante para ella fue un tucán que tenía el pico inferior fracturado y al que logró salvarle la vida. Si bien en un primer momento logró estabilizar al animal, “el desafío real se presentaba en la reconstrucción del pico”, subraya la especialista.
Mediante el trabajo interdisciplinario entre veterinarios y un diseñador especializado en impresiones 3D se pudo reconstruir digitalmente la parte fracturada y elaborar una prótesis que se adaptara a la fisonomía del animal. “Es una prótesis de plástico, muy liviana y a la vez suficientemente firme para permitirle la prensión del alimento”, explica Zimmerman.
Para la veterinaria, lo más desafiante de su profesión es la variedad de animales y de patologías con las que se enfrentan día a día en el hospital. “Esto nos obliga a estudiar continuamente y muchas veces a trabajar en conjunto con personas de otras especialidades para potenciar así nuestras capacidades y lograr que nuestros pacientes tengan una recuperación completa”, afirma.
Los efectos del mascotismo en la fauna silvestre
Rodrigo Sartori fue uno de los profesionales que durante el año pasado atendió a Coco, un caso crítico de un mono carayá incautado en una casa en Belgrano, con un grado de deterioro enorme. El primate, según recuerda el veterinario, presentaba “una descalcificación ósea tan severa que ni siquiera podía moverse por sus propios medios”.
“La problemática del mascotismo en monos es una realidad que se presenta como un gran desafío en mi día a día. A pesar de la creencia popular, los primates tienen una fisiología muy compleja con necesidades ecológicas, ambientales, nutricionales y sociales muy específicas y difíciles de suplir”, cuenta Sartori.
El especialista señala que los animales silvestres mascotizados que reciben en el Centro de Recuperación de Especies son ejemplares con una condición de salud muy deteriorada: problemas de dentición, dermatológicos y que habitualmente sufren patologías de tipo metabólicas. A pesar de que muchas de esas problemáticas pueden ser tratadas, otras dejan secuelas que seguirán con el animal durante toda su vida.
“Desgraciadamente, los procesos de rehabilitación sanitaria y comportamental en estos casos son extensos, complejos y muchas veces los animales no adquieren la capacidad de sobrevivir en la naturaleza por sus propios medios. Son casos muy duros, que me afectan de modo personal, pero entiendo que el primer paso para generar un cambio en la sociedad es la educación y difusión de las secuelas que deja el mascotismo”, concluye.
Salvar vidas después de las llamas
Natalia Demergassi es coordinadora de Manejo y Ciencia Animal en la Fundación Temaikén. Durante febrero y marzo pasados fue una de las profesionales que viajó a Corrientes para socorrer a la fauna afectada por los dramáticos incendios.
Cuando repasa la experiencia, la especialista recuerda el caso de un ciervo de los pantanos que tenía quemaduras en sus extremidades. “Era un ejemplar macho que había sido visto deambulando en forma dificultosa por una zona rural poblada y que debido a los incendios tenía sus pezuñas quemadas”, destaca.
“La experiencia de búsqueda e instancia médica llevó 19 horas. Implicó planificar, realizar la anestesia y posterior contención y aseguramiento físico para poder ser atendido”, recuerda. “Fue un hito”, dice. Y agrega: “Fue un trabajo en equipo inmenso, que involucró a gran cantidad de personas que no se conocían y estaban trabajando articulada y espontáneamente en pos de ayudar al animal a poder regresar a un lugar seguro para alimentarse y guarecerse”.
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