Día del Animal. El aislamiento obligatorio, una oportunidad para revincularse con la fauna urbana
El mundo entero vive una situación excepcional. La aparición de un tipo nuevo de coronavirus, y su rápida expansión por todo el planeta, puso en jaque a la mismísima normalidad. La enfermedad que causa, Covid-19, satura a los sistemas de salud. Por eso, una de las estrategias de contención más adoptadas es el aislamiento social físico.
Y mientras los humanos permanecemos confinados en nuestros hogares, por internet y las redes sociales se difunden fotos y videos de animales que pasean por las ciudades. Pumas en Santiago de Chile, cisnes en Venecia, zorros en Londres y hasta peces en nuestro Riachuelo. Ante tanta incertidumbre, ver que la naturaleza prospera es un mensaje alentador. Ver aves, mariposas y otros animales desde balcones, terrazas y ventanas generó asombro, pero ¿la presencia de estos animales en las ciudades es algo atípico? ¿Produce el encierro humano efectos tan rápidos y visibles en la fauna? ¿La cuarentena está ayudando a la naturaleza a recuperarse?
Matías Pandolfi, doctor en biología y especialista en comportamiento de peces, explica que estas observaciones demuestran en realidad una mayor atención del hombre debido a su inactividad y el producto de la difusión de muchas fake news. La aparición de peces en cantidades o lugares llamativos, se explica por factores ambientales: "La bajante del caudal de los ríos Paraná y Uruguay de estos días y la disminución del tránsito de barcos y de gente en el agua generaron que los cardúmenes se vieran con mucha facilidad. Con respecto al Riachuelo, en su cuenca alta hay peces; no viven en las mejores condiciones ambientales, pero existe registro de unas 20 especies diferentes en esa zona", comenta.
También en estas semanas, mucha gente observó y fotografió mariposas y polillas. Fabio Márquez, especialista en biodiversidad urbana y autor del libro Mariposas porteñas, considera que el encierro humano no tiene un efecto tan marcado sobre estos insectos y aclara: "En principio, la situación estacional de final del verano y comienzo del otoño hace que aumente la presencia de mariposas adultas, es habitual, aunque hay años más notorios por la combinación de los efectos climáticos en las áreas naturales y si los vientos las arrastran hacia la ciudad. Además, la cuarentena puede hacer que la gente les preste mayor atención y la menor cantidad de tránsito automotor, que es muy agresivo en ruidos y gases tóxicos, hace que fluyan con mayor amplitud espacial aves y mariposas".
Hernán Becasesse, especialista en lepidópteros e investigador del Conicet, coincide: "La cuarentena no afectó la abundancia ni la diversidad de mariposas, diurnas y nocturnas". Es la modificación del hábitat, la falta de las especies vegetales nativas que sirven de alimento a las orugas y la contaminación del aire lo que suele generar cambios. "Los insectos están, por más que no nos percatamos cotidianamente de su presencia. Ahora, que estamos con más tiempo, se detectan más, pero a la vez es normal que en marzo y abril aparezcan, ya que hay condiciones óptimas, como la humedad y las lluvias", detalla.
La presencia de murciélagos en la ciudad también es común, aunque su detección ahora generó alarma. Al respecto, la bióloga Sabrina Villalba, del Programa de Conservación de Murciélagos de Argentina (PCMA), explica que no hay mayor cantidad de estos animales sino que durante nuestro confinamiento nos percatamos más de su existencia cuando los vemos en nuestras casas o los escuchamos porque hay más silencio en las calles. "Lamentablemente, la gente los mata por miedo o porque este coronavirus está relacionado con murciélagos, pero ellos conviven con nosotros en las ciudades de forma habitual y no son peligrosos; por el contrario, son animales que nos proveen de muchos beneficios ambientales, como el control de insectos y la polinización", afirma.
En esa línea, su colega del PCMA Mónica Díaz, bióloga del Conicet y del Programa de Investigaciones de Biodiversidad Argentina (Pidba) de la Universidad Nacional de Tucumán, agrega: "Los murciélagos están en las ciudades buscando refugios por la destrucción que el hombre hace de su hábitat y sus refugios, entre otras cosas, por la urbanización". Las biólogas indican además que las fumigaciones sobre estos animales generan problemas, primero porque matan individuos sanos que cumplen una función ecológica y segundo porque un animal envenenado, muerto o agonizando en el suelo, puede ser una vía de contacto con mascotas o niños. En caso de ser necesario excluir a murciélagos de hogares, existe un protocolo que las empresas utilizan para sacarlos sin dañarlos.
De todos estos animales, quizá los más llamativos son algunas especies de aves, incluso se las ha observado caminando por calles y avenidas. Florencia Curzel, bióloga especialista en ecología urbana, ofrece posibles explicaciones para este fenómeno: "El tránsito de peatones y vehículos motorizados influye negativamente en las aves. Las aves caminan en el suelo buscando alimento. Cuando hay gente y autos dejan de hacerlo; además, los autos producen constante ruido, que también las afecta. También sucede que las personas estamos en nuestras casas, más en contacto con balcones o terrazas al aire libre, y esa es una oportunidad de conectarse con la vida que está afuera y las notamos más. Es importante destacar que las especies que veamos dependen del paisaje que tenemos alrededor: si vivimos cerca de parques, vamos a escuchar más cantos y ver más especies. En esta época del año, cuando ya terminó la época reproductiva de verano, las aves salen a explorar más en busca de alimento; a veces están en grupo y eso también las hace más visibles".
Las ciudades pueden ser ecosistemas saludables
La posibilidad de transmisión de los virus asociados a especies animales silvestres, con potencial de infectar al humano, se produce a través de la intromisión de actividades destructivas en los ecosistemas y la consecuente degradación ambiental. Pero las ciudades también son hábitats para especies que viven libres en ellas. Pandolfi aclara al respecto: "Hay que distinguir entre los animales urbanos, que se adaptan a la ciudad, y aquellos cuyo contacto con el humano se produce a la fuerza, tanto porque las actividades humanas se meten en sus hábitats, como el desmonte de bosques nativos, o porque son víctimas del tráfico ilegal de fauna".
Fundamentalmente, todos los especialistas coinciden en algo: la naturaleza no se regenera tan rápido, no es cuestión de destruirla y luego encerrarnos un mes y todo se soluciona. A pesar de eso, las ciudades también pueden ser espacios de naturaleza saludable. En ese camino existen ya muchos proyectos de restauración ambiental urbana que favorecen la presencia de especies de fauna y flora nativas.
"En función de mi experiencia, las mariposas son las que tienen mayor rapidez en aparecer en nuestra ciudad de los animales silvestres autóctonos posibles. En 2006, cuando inauguramos el Parque de Flora Nativa Benito Quinquela Martín en La Boca, donde nadie había visto una mariposa anteriormente, en cuatro meses teníamos la presencia de ocho especies. Con las floraciones primaverales de las herbáceas nativas del parque y la generación de un corredor ecológico con la Reserva Ecológica Costanera Sur, la respuesta fue casi inmediata. El caso del Parque de la Estación (que está ubicado en Once, la zona de menor promedio de m2 por habitante de espacio verde público en la ciudad), a los seis meses de la inauguración de la primera parte teníamos 10 especies diferentes de mariposas y tampoco se había visto ninguna anteriormente por el barrio; hoy allí se está llegando a las 18 especies. Las aves aparecen colonizando rápidamente también, pero van bastante por detrás. Las insectívoras son las primeras, por la temprana sucesión ecológica en que no hay frutos aún, ni semillas, pero las plantas menores ya convocan insectos", cuenta Márquez.
Marcela Orozco, veterinaria y doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Conicet, en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de la Universidad de Buenos Aires, concluye: "Necesitamos entender que los humanos, como parte de los ecosistemas, tenemos una gran responsabilidad. Ser conscientes de la importancia de mantener ecosistemas saludables redundará en el bienestar no solo de la flora y de la fauna, sino también de las personas".
En conclusión, si bien durante esta cuarentena no sucede nada extraordinario con la fauna (aunque nos muestra el efecto de nuestra capacidad de atención, que todos los seres vivos disfrutan más de la tranquilidad y lo rápido que se dispersan las fake news), no necesariamente eso es una mala noticia. Bien puede ser una oportunidad de apreciar la riquísima naturaleza en la que vivimos y con la que podemos construir vínculos más hospitalarios: aprender sobre la multiplicidad de mundos que conforman la biodiversidad, construir colectivamente otras lógicas de habitar las ciudades, valorar más los espacios verdes públicos y su riqueza ambiental, movernos más ecológicamente y disfrutar de la naturaleza a la vez cuidándola.
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