Día de la mujer | Cientos de personas marcharon vestidas de negro y con zapatos rojos en reclamo por las víctimas de Hamas
La movilización partió a las 9, desde avenida Coronel Díaz y Arenales hasta el Parque Las Heras
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Unas 300 mujeres vestidas de negro y con zapatos rojos se agruparon en la esquina de Coronel Díaz y Arenales para realizar una “marcha silenciosa” hasta el Parque Las Heras, en el barrio porteño de Palermo. Todas unidas para denunciar los abusos sexuales que perpetró Hamas el 7 de octubre, en lo que, consideran, fue una acción sistemática y planeada por el grupo terrorista.
Olivia Goldschmidt, encargada de las comunicaciones de Hadassah Internacional, una de las organizaciones que impulsó esta convocatoria, señala que los abusos durante aquel trágico día no se trataron de casos aislados, de “un violador suelto”, sino que fue una organización terrorista que ideó, llevó a cabo, registró y celebró el abuso sexual en masa de mujeres.
“Muchos de los terroristas que ingresaron ese día a Israel portaban cámaras GoPro, muchos otros se grabaron así mismos, tanto de sus celulares como usando las redes sociales de sus víctimas para mostrarles a sus familias y amigos lo que les hacían. No hay un número cerrado de víctimas de abuso sexual durante el ataque del 7 de octubre, pero si de víctimas mortales: 1139, de los cuales 695 eran civiles, 36 de ellos niños, 373 oficiales de seguridad y 71 extranjeros. Hay muchísimos testigos que se animaron a hablar, como por ejemplo esta entrevista de Agam Goldstein, de 17 años, que estuvo mas de 50 días secuestrada. Contó que la mitad de los secuestrados con los que había hablado mientras estuvo en Gaza sufrió abusos sexuales, y narró en detalle la historia que le contó otra chica que fue violada por un terrorista durante 30 minutos mientras él le apuntaba con un arma a la cabeza”, describió Goldschmidt.
A las 9.30 la caminata silenciosa llegó al parque Las Heras, donde Goldschmidt, Fanny Riback, directora de desarrollo para Hadassah Argentina, Chile y Uruguay, y Cynthia Cuculiansky, presidente de Limud Buenos Aires, subieron al escenario montado sobre el césped para pronunciar algunos discursos breves.
Sandra Cronenberg, de 63 años, estaba conmovida escuchando las palabras que descendían del escenario. “Tal como dijeron, violar a las mujeres es un símbolo de querer ponerle fin a la continuidad de un pueblo. La violencia contra los judíos, que se manifiesta de múltiples maneras, una de ellas es el odio a Israel, está muy presente. Por eso, está convocatoria es una lucha por las mujeres y contra el odio en general”, argumenta Croneberg.
Hadassah Internacional y HWZOA, como se conoce a la organización en Estados Unidos, juntaron al menos 120.000 firmas de 111 países diferentes y se organizaron eventos en más de 50 ciudades. Algunos comenzaron ayer en París, Hong Kong, Brasil, Chile y Uruguay.
La petición está pensada para romper el silencio de los organismos internacionales está sobre todo dirigida al Secretario General de la ONU, António Guterres. Las organizaciones firmantes piden una investigación profunda “que ayude a poner fin al silencio en torno al uso de la violación como arma de guerra y exigir justicia y rendición de cuentas y se realice una investigación exhaustiva, independiente e imparcial y un enjuiciamiento enérgico por estos crímenes de guerra”.
Malena Lewinsky, de 22 años, y Dana Salama, de 23, son compañeras del primo de Iair y Eitan Horn, dos de los secuestrados por el grupo terrorista. Ellas llegaron aquí en el contexto del 8M, pero además de pedir por el fin de los abusos sexuales a las mujeres, también extienden el reclamo para exigir la liberación de las personas aún cautivas.
“Pedimos por la liberación de todos los secuestrados y queremos una firme intervención de la ONU para poner un freno a los crímenes de violencia sexual. Hoy hay miles de mujeres sufriendo abusos en diversos conflictos alrededor del mundo”, lamentaba Lewinsky.
Cerca de las 10, la marcha silenciosa llegó a su fin. Las mujeres, entre abrazos y algunas lágrimas, empezaron a despejar el parque para empezar con su rutina habitual. “Aunque es un reclamo doloroso, me llena de alegría que podamos organizarnos para reunirnos y reclamar en paz. Nuestro judaismo hay que vivirlo así, en la calle, sin miedo”, señalaba Irene Wilk, de 55 años.
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