Día 1: Las preparaciones antes de zarpar rumbo a la aventura antártica
PUNTA ARENAS.- Luego de un vuelo con escala en Santiago, llego a Punta Arenas, ciudad ubicada frente al estrecho de Magallanes, muy cerca del punto más austral de la Patagonia de Chile. Desde la costa se divisa la parte chilena de la isla Grande de Tierra del Fuego.
No bien entro a la habitación del hotel dejo todo y me voy a ver el mar, que allí, donde se unen los oceános Pacífico y Atlántico, es de un azul profundo. Mi intención es, además, probar la ropa térmica que compré para la ocasión. En Punta Arenas sopla un viento muy fuerte y el tiempo es cambiante. Puede nevar, llover o despejarse en cuestión de minutos.
La ciudad tiene una población de más de 124 mil habitantes y las construcciones son bajas y coloridas, con la notoria excepción del hotel casino de cinco estrellas Dreams, que, con su arquitectura moderna, de estructura vidriada, desentona frente al mar.
La vista del Estrecho me hace recordar la novela El faro del fin del mundo, primer libro que leí por mi cuenta a los seis años, de la Colección Roja de Billiken. A lo lejos se ven algunos pesqueros y un crucero, que desde aquí parten con turistas que desean conocer la Antártida.
Pero lo más importante es la misión que nos trae acá: acompañar a la expedición de Greenpeace hacia el Oceáno Antártico, con el objetivo de presionar para la creación de un santuario para proteger sus aguas de la industria pesquera, que está depredando la población de krill, el pequeño crustáceo que sirve de alimento a ballenas y pingüinos. Sin él, estas especies perecerán.
La propuesta, presentada por la Unión Europea y respaldada por el gobierno alemán, será considerada en octubre por la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR), de la que forman parte Argentina y Chile.
Para llegar a la zona, ubicada en el Mar de Weddell, LA NACION se embarcará en el rompehielos de Greenpeace Arctic Sunrise, junto al actor español Javier Bardem (la cara famosa de la operación) y científicos que viajarán para estudiar la zona. Por primera vez, estudiosos del ecosistema antártico bajarán en minisubmarinos para conocer más sobre esa zona del mar.
En el avión vine leyendo De animales a dioses, un libro del historiador israelí Yuval Noah Harari que explica cómo hizo el homo sapiens para conquistar la Tierra. En uno de los primeros capítulos, el escritor afirma que el ser humano provocó la extinción de grandes animales que vivían en Australia y América cuando se desplazó de su lugar de origen en Africa. En busca de sustento, el sapiens depredó a grandes marsupiales australianos y a la megafauna americana. Lo mismo habría ocurrido con especies de Nueva Zelanda y Madagascar, a medida que el hombre fue colonizando esas islas.
Dice Harari: “Si supiéramos cuántas especies hemos erradicado, podríamos estar más motivados para proteger a las que todavía sobreviven. Esto es especialmente relevante para los grandes animales de los océanos (que sufrieron poco en comparación con los terrestres el avance del ser humano). Pero muchos de ellos se encuentran ahora al borde de la extinción como resultado de la contaminación industrial y del uso excesivo de los recursos oceánicos por parte de los humanos. Si las cosas continúan al ritmo actual, es probable que las ballenas, tiburones, atunes y delfines sigan el mismo camino hasta el olvido que los diprotodontes, los perezosos terrestres y los mamuts”. Hay que actuar ahora.
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