Develan los enigmas de un tapiz de Rubens que desde hace 200 años tiene la Iglesia argentina
La pieza, La Adoración de los Reyes Magos, del genial pintor barroco, llegó a Buenos Aires en un corsario en 1817; investigadores confirmaron su autenticidad y la historia de su origen
Una paciente investigación de casi tres años develó los enigmas que rodearon durante mucho tiempo al tapiz La Adoración de los Reyes Magos, que se exhibió en la Iglesia San Juan Bautista del barrio porteño de Montserrat y que en la actualidad ocupa una pared de una sala de la Conferencia Episcopal Argentina, en Suipacha 1032: el autor es el genial pintor barroco Pedro Pablo Rubens, fue tejido en el taller de Bruselas Brabante, llegó a estas tierras en un buque corsario y forma parte de una colección del rey Felipe V.
Si bien hasta Manuel Mujica Lainez escribió un cuento sobre este tapiz en Misteriosa Buenos Aires y varios historiadores habían analizado la obra y cómo había llegado a Buenos Aires, el trabajo de Astrid Maulhardt, licenciada en Gestión e Historia de las Artes Decorativas, y Guy Delmarcel, director del Museo del Cincuentenario de Bruselas y profesor emérito de la Universidad de Lovaina, publicado en la revista de la Academia Real de Arqueología de Bélgica, ilumina finalmente las penumbras de esta obra flamenca.
"Hemos podido confirmar que el tapiz, que fue la obra de arte más importante que tuvo la Argentina en el siglo XIX, completa la serie que había encargado el rey Felipe V y que puede verse en la Colegiata de La Granja de San Ildefonso, en Segovia", sostiene Maulhardt, profesora titular de la cátedra Renacimiento y Barroco de la Universidad del Salvador (USAL). A esa serie de siete tapices sobre la historia de Cristo, encargada por el rey borbón a Rubens, su artista predilecto, solo le falta uno, el séptimo, que es La Anunciación de la Virgen y cuyo destino aún es incierto; el sexto es el que se encuentra en Buenos Aires.
La pesquisa, que significó consultar archivos en la Argentina y en España, permitió confirmar que el tapiz formaba parte de la mercancía que llegó a Buenos Aires el 30 de agosto de 1817 a bordo del barco La Esperanza, que había partido de Cádiz rumbo a Manila como regalo del rey Fernando VII para el virrey filipino. La nave fue tomada por asalto por corsarios, que la derivaron a América del Sur.
Y se confirmó que la obra, de 5,20 metros de alto por 6,90 metros de ancho, fue realizada por el taller Bruselas Brabante, en el cual se confeccionaron los tapices de Rubens sobre la base de sus pinturas.
De hecho, la pintura La Adoración de los Reyes Magos, de menor tamaño que el tapiz (2,51 por 3,28 metros), es de 1617 y se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Lyon. El grabado en blanco y negro de Lucas Vorsterman sobre ese diseño de Rubens, que fue la base para la realización del tapiz, puede verse en el Museo Nacional de Varsovia. Un boceto de esta obra de 40 por 32 centímetros forma parte de la Colección Wallace. Y el "cartón" sobre el que trabajaron los artesanos está en la Abadía de Saint Servatius, en Grimbergen, Bélgica.
"La investigación fue un trabajo logrado entre muchas personas, entre quienes se cuenta el Departamento de Estudios Históricos Navales de Casa Amarilla, que dirige Miguel Ángel de Marco", contó a LA NACION Maulhardt, al recordar que entre varios historiadores han puesto la lupa sobre esta obra.
Los primeros en estudiarla fueron Pastor Obligado, que hablaba de "gobelino" (tapiz francés), y Enrique Udaondo, que determinó que era una obra "flamenca". Y pudo saberse que se había subastado por "16 onzas de oro" en Buenos Aires y había sido adquirida por el sacerdote Pedro Pablo Vidal, que la donó a la Iglesia San Juan Bautista, de Alsina y Piedras, donde permaneció entre 1820 y 1982.
Dolores Ledesma de Carreras de Casares, investigadora de la Universidad Católica Argentina (UCA), en su libro sobre el convento de las hermanas clarisas, da cuenta de las restauraciones de la obra y de la mudanza al Episcopado.
Durante los años que las religiosas tuvieron la obra, esta sufrió algunas modificaciones que alarmarían a más de un coleccionista de arte. No hay fechas ciertas, pero las monjas decidieron tapar con pintura negra los genitales del niño Jesús. En una de las restauraciones se intentó volver a la situación original, pero quedó una especie de "aureola o pañal" que también hace a la historia de la obra. También lo cortaron en dos mitades para utilizarlas como alfombra para rezar. Cuando volvieron a unirlo, lo hicieron con suma delicadeza, con un mismo color, que atraviesa la obra por el medio y se observa a simple vista.
Cuando el convento se vendió a una cadena internacional de hoteles, que levantó una de sus sedes en ese solar, La Adoración de los Reyes Magos iba a trasladarse al nuevo monasterio en Moreno, pero la Iglesia llegó a un acuerdo con las monjas y se donó a la Conferencia Episcopal. Fuentes de la investigación señalan que al entonces arzobispo Jorge Bergoglio le gustaba tanto el tapiz que pensaba que podía exhibirse en la Catedral Metropolitana.
La investigación de Maulhardt y Delmarcel fue enviada por la Academia Real de Arqueología de Bélgica al Vaticano. Casi en simultáneo, uno de los responsables del taller De Wit, el más importante en tapices del mundo, visitó Buenos Aires para ver obras que requieren restauración en distintas instituciones. Y en poco tiempo más en Malta se inaugurará un museo especial para exhibir la colección completa de 29 tapices (La Historia de la Religión) de Rubens, entre los que se cuenta una copia del porteño.