Kota Beach, que debuta esta temporada, pretende funcionar como un beach club que empiece a la mañana con clases de yoga y que cierre la jornada con sunsets
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Para llegar hay que cruzar un médano. Quienes tengan una 4x4 podrán acceder por el acceso vehicular. Los demás, tendrán que dejar su auto en el bosque para emprender la travesía. Recién al atravesar la cuesta se divisa Kota Beach, el parador de madera que inauguró hace apenas tres días.
A las corridas, sus dueños cuentan que definieron a último momento si debutarían en la temporada 2024. Todavía falta sumar, por ejemplo, el vidriado de la galería o el fogonero. Pero este parador, que queda al lado de la frontera, ya comenzó a poblarse.
Desde clases de yoga hasta afters con diferentes marcas, la propuesta apunta a los mayores de 25 y un segmento premium que vuelve a consolidarse en Pinamar.
El 20 de enero realizarán un sunset con Chandon, un clásico del parador La Susana en Punta del Este, que se replica ahora acá. La agenda incluye también test drives, kite surf, shows de stand up, o chefs invitados.
Kota Beach pretende funcionar como un beach club que empiece a la mañana con clases de yoga y que cierre la jornada con sunsets. Apuntan a estar abiertos todo el año, con un restaurante de 40 cubiertos que funciona desde las 9 de la mañana hasta la noche y que también se convierta en un lugar de eventos, casamientos y cumpleaños.
En la cocina está Pedro Demuru, el chef que hace ya años desembarcó en la costa atlántica. Primero en Demuru Cariló, y luego para dirigir la cocina de parador Rada Beach, en Pinamar.
“Este parador es un proyecto un poco más joven, más descontracturado, con un menú más chill y relajado”, dijo a LA NACION Demuru, que forma parte de los socios que gestionan el parador, quienes también se encargan del Imperial en el Campo Argentino de Polo.
Y detalló: “Hay un poco de tapeo, con la idea de comer con la mano. Casi no hay harinas, apenas unos pocos sándwiches para llevar a la playa. Tenemos unas tortillas que están buenísimas, pero les sumamos toppings. Es una carta amplia en cuanto a sabores, pero es fresca”.
“La idea es que la gente venga a picotear. Es un poco más fresca la propuesta, con muchos productos naturales. Trabajo con tomates que los traigo de Chascomús, por ejemplo. Buscamos salir un poco de los locales y diferenciarse de los menús”, apuntó.
Ofrecen guarums (son como unas casitas con sillas y reposeras), palapas y reposeras estándar y premium. Los servicios premium vienen con una tarjeta de consumo, descuentos en el restaurante y kits de playa, que incluyen protector solar y hasta “coolers con hielo” y cerveza. En enero cuestan $50.000 por día, la quincena asciende a $630.000 y el mes $1.275.000.
La opción más económica de las palapas tiene un valor de $25.000 mientras que en el caso de las reposeras $15.000.
Fiestas
Fue ahí, en Kota Beach, donde ayer se realizó una de las fiestas por año nuevo: Dunna, organizada por la misma productora del boliche Banana, de la Costanera Norte porteña. Con foco en su exclusividad, no existía un link de compra, sino que solo se podían conseguir las entradas, que arrancaron en $10.000 y terminaron en $25.000, con un código de compra. Buscaban así regular quienes asistirían y no defraudar a un público que “hace años los sigue”.
Tampoco se podía ingresar con ese QR: debían acercarse antes de la fiesta al parador para canjearlo por un precinto. Fueron unas 1900 personas quienes buscaron sus precintos y solo unas 20 las que no. “No sabía que veníamos a una clase de crossfit”, se reía una de las chicas, mientras trepaba el médano iluminado para ingresar. Además del escenario y la barra, había carpas beduinas con livings.
“Creemos que no había algo así para ese target de edad”, dijo uno de sus organizadores a LA NACION. Buscan diferenciarse de UFO, que ayer apostó por la electrónica. O de Boutique, que hace ya años va por los adolescentes que vienen a esta ciudad balnearia.
“Vení a disfrutar con nosotros el amanecer más lindo del mundo”, invitaba UFO Point, un ya clásico que busca reversionarse todos los años.
Con cuatro DJ, los decks dentro del parador fueron el lugar del cachengue mientras que en el escenario al pie de la playa, donde también había carpas beduinas, pasaron música electrónica. Era uno de los pocos paradores donde ayer a la noche había movimiento después de los fuegos artificiales de las 12.
Se sumaba también la fiesta en Boutique, que apunta a un público más adolescente. Las mesas vip de consumo de alcohol para entre ocho y diez personas variaban entre U$500 y U$1000 que se pesificaron dependiendo el día en que se abonaron. Lo mismo sucedió en UFO. En medio de la crisis y “el desfase de los últimos días”, las mesas se dolarizaron para mantener valores de referencia, según dijeron a LA NACION fuentes del rubro. Las entradas, en tanto, no llegaban a esos valores.
En la playa también estuvo la fiesta en el parador Kophiphi y para quienes preferían boliches estaba el ya clásico Pink y News, que antes era Súper 15. En tanto, con cerca de 100 efectivos, el operativo de la municipalidad que se viene haciendo desde hace días, se focalizó en la prevención y el control de bebidas alcohólicas y pirotécnica en Avenida del Mar y el centro neurálgico de esta ciudad donde está el cartel de Pinamar.
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