Los lugares más elegidos para estos eventos son Mendoza, Bariloche y Salta; lista de invitados reducida, escenarios de alto impacto visual, los motivos de los novios
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Viñedos andinos, montañas patagónicas, valles salteños. Estos son algunos de los paisajes turísticos favoritos de quienes deciden tener una destination wedding, una boda a destino, donde el evento se traslada a un lugar diferente y se vive como una experiencia de varios días.
“Nuestra idea siempre fue que no sea un casamiento de una noche y nada más, sino que quede un recuerdo lindo donde la gente vaya, se desconecte y disfrute”, cuenta Catalina Ducos, que se casó en la bodega Zuccardi, Mendoza.
Lejos de la rutina, este tipo de eventos en distintos escenarios de la Argentina, a miles de kilómetros de las ciudades de los novios, se piensan como una vivencia de más de 10 horas. Por lo general, cuentan con una cena de bienvenida, conocida como welcome dinner, y con un brunch de despedida. En muchos casos hay más actividades vinculadas con el destino elegido.
Si bien muchos son extranjeros que vienen de América y Europa con hasta 200 amigos y familiares, hay otros que viven en el país y hacen que sus festejos se trasladen hacia regiones donde la naturaleza tiene un alto impacto visual. Los destinos más elegidos son Bariloche, Mendoza y Salta.
La organizadora de eventos Bárbara Diez y sus socias Dolores González Calderón y Delfina Cabrera Castilla cuentan, en diálogo con LA NACION, que la mitad de los interesados llegan con una boda a destino en mente.
“Estoy impresionada por las consultas, hay una demanda muy alta”, dice Cabrera Castilla. De ese 50%, según Diez, hay un 10% que desiste de planear un casamiento en otra ciudad. Generalmente, eso ocurre al enterarse de que el presupuesto suele elevarse.
“Una destination wedding es mucho más cara que una boda en Buenos Aires. Mínimo sale el doble”, advierte, y aclara que en la mayor parte de los casos los anfitriones costean los pasajes y el hospedaje de sus invitados.
Lugares como las playas mexicanas y la Toscana italiana siempre atrajeron a miles de parejas que buscaban casarse en otros destinos. En el país, la tendencia llegó un poco más tarde: comenzaron a escucharse en la Argentina hace no más de 15 años.
Cada vez despiertan mayor interés, muchos quieren hacer algo diferente y romper con lo esperado. Otros optan por reducir la lista de invitados y hacer un filtro para los compromisos que, en la ciudad de residencia, serían inevitables. ”Le das la posibilidad al invitado de no ir si no tiene una relación importante”, comenta González Calderón.
“La gente te agradece por haberlos obligado a salir, a desconectarse, a juntarse con amigos”, dice Catalina, aunque aclara que el 25% de sus invitados de la lista inicial no pudo asistir. “No todo el mundo pudo venir. Tuvimos que achicarnos, hicimos un casamiento muy chico porque no es fácil que vaya tanta gente”, explica.
En el mundo de los eventos dicen que es un fenómeno contagioso. Carla C. vive en Buenos Aires y está planeando su casamiento para marzo. Después de haber tenido varios festejos en otras provincias, decidió que Mendoza sea el lugar elegido.
“Siempre soñé con casarme y hacer una destination wedding”, comenta la anfitriona, que tuvo una muy buena respuesta de sus invitados. “Es un plan tomarse tres o cuatro días e irse a otra ciudad a disfrutar”, considera.
Estas fiestas traen el desafío de encontrar proveedores en el lugar o de trasladarlos desde la ciudad de los organizadores. Tanto Bárbara Diez como sus socias destacan la importancia de trabajar con los profesionales de la zona, aunque también eligen a muchos de Buenos Aires.
La fotógrafa Verónica Ruiz, que cuenta con una importante trayectoria en eventos sociales, revela que a la mayoría de quienes trabajan en estos rubros le interesa este tipo de propuestas que salen de lo habitual.
“Te cambia el paisaje. Lo lindo de ser fotógrafa de sociales es mudar de escenarios. Durante 10 años íbamos todos los sábados al Tattersall, era como una oficina. Cuanto más extravagante el destino, mejor”, reconoce Ruiz, que asegura que esta experiencia corta con la rutina.
Las destination weddings se volvieron tan requeridas que Natalia Baigorria, organizadora de eventos mendocina desde hace 14 años, se especializó en las bodas de extranjeros en su provincia. “Aquí en Mendoza la demanda fue creciendo año a año. Después de la pandemia siguió con mayor demanda a largo plazo. Ya tenemos fechas contratas hasta 2024″, cuenta a LA NACION.
“El 97% de las bodas que realizo son de extranjeros. De Brasil, de Estados Unidos, muchos de Paraguay, Perú, Uruguay, Colombia, Chile, Bolivia. El 3% son argentinos que viven en ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Rosario”, explica y aclara que el cambio fue muy favorable para quienes vienen de afuera para celebrar.
Baigorria hace alrededor de 30 bodas de temporada, que abarca las estaciones de primavera y verano argentinas: de septiembre a abril. La organizadora asegura que sus clientes “buscan un entorno natural que no encuentran en el lugar donde viven”.
Además de Mendoza, los extranjeros optan por otros puntos de la Argentina para sus celebraciones. Liliana De Nubila Quin y su marido son de Barranquilla, Colombia. Cuando eligieron casarse en Buenos Aires, no conocían la ciudad. La novia encontró un palacio en la provincia mientras miraba publicaciones en Instagram y convenció a su familia de que era el destino perfecto para la boda. “Mis papás y mis suegros pensaban que estaba loca”, confiesa Liliana.
De los 800 invitados de la lista original, pudieron venir 180. Si bien lamentan que algunos no asistieron, destacan que quienes sí lo hicieron son los más queridos. “Es una boda más familiar e íntima, con esas personas que adoras y te adoran”, dice.
Los anfitriones solo vinieron una vez antes de la celebración para conocer a los proveedores. “Confías mucho más y entregas”, plantea Liliana, quien además asegura que organizar a distancia permite relajarse y disfrutar de otra forma.
Para los próximos años, en el rubro de los eventos esperan cada vez más solicitudes para las destination weddings. Muchas parejas, después de la pandemia, empezaron a inclinarse por los festejos como una experiencia: al aire libre, con menos invitados y en lugares donde el paisaje es protagonista.
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