Vinieron a visitar a la madre de él y tomaron una importante decisión: “Nos encanta Uruguay, pero sería mucho mejor con menos burocracia”, aseguran
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PUNTA DEL ESTE (enviada especial).- Saludan aquí y allá, como locales que se conocen a todos los que pasan por su chiringuito. En un castellano con acento español, el matrimonio da amables indicaciones al personal y se abraza con conocidos mientras admiran la reconstrucción del parador que tan solo meses atrás vieron arder en una tragedia. Alexander y Carrie Vik son los dueños del icónico restaurante de playa La Susana, y de los tres alojamientos más exclusivos en José Ignacio: Playa Vik, Estancia Vik y Bahía Vik. Su patrimonio en América del Sur no se detiene allí: en Chile, en el valle de Millahue, tienen lo que consideran el mejor terroir de América Latina, Viña Vik, un ambicioso proyecto cuya producción vitivinícola recibió múltiples reconocimientos.
Alexander Vik (69) es noruego, pero nació en Estocolmo; por una vida ajetreada, ha hecho base por todo el mundo. Se crio en Suecia e hizo el colegio en las Islas Canarias, España, desde donde partió a la Universidad de Harvard para completar sus estudios universitarios, en su primer viaje a Estados Unidos. Allí conoció a Carrie (68). “Antes de viajar, vi la película Historia de amor (Love Story), con Ali MacGraw y Ryan O’Neal”, recuerda. “Llegué a Harvard en busca de Ali MacGraw, ¡y la encontré!”, sigue Vik, al referirse a su mujer (que es graduada en sociología y muy parecida a la actriz).
Ya casados, tenían 32 y 31 años cuando llegaron al Este por primera vez. Alexander y Carrie Vik viajaron desde Europa con su bebé de 11 meses, Caroline, para que la bisabuela charrúa lo conociera en Navidad. Noruego, hijo de la uruguaya Susana Onetto y el escandinavo Erik Martin Vik, en 1987 decidió visitar el país de su madre. La cumbre de la familia también se dio en una estancia de primos en Paso de Los Toros, donde la única forma de comunicación era un teléfono vía operadora. “En ese momento trabajaba en la Bolsa de Nueva York, y para llamar a Estados Unidos tenía que solicitar turno, así me programaban las llamadas”, recuerda a carcajadas. Esa visita fue el inicio de una conexión física que nunca más soltó con el país.
Los Vik volvieron. Tanto volvieron al Este que compraron su primera propiedad en La Barra, a donde llegaron durante años para los veranos australes. A principio de 2004, les ofrecieron adquirir una estancia en José Ignacio y avanzaron. Conscientes de que no le iban a dar el uso por más de unas semanas al año, el matrimonio cambió de idea hacia un plan de hotel que se expandió hasta convertirse en la lujosa propuesta que es hoy.
El reloj marca apenas las 14 de este día de enero, en Uruguay, el empresario multimillonario que se posicionó en la lista de Forbes recibe en exclusiva a LA NACION, en la versión reconstruida de La Susana (cuyo nombre es un tributo a su a madre).
- Llegaron a mediados de diciembre a José Ignacio. ¿Qué fue lo primero que hicieron?
Alexander Vik (AV) y Carrie Vik (CV): Vinimos acá (La Susana) directo.
- ¿Cuál fue la primera sensación que tuvieron?
AV: Cuando llegamos sentimos mucha presión; apenas se había comenzado el trabajo de reconstrucción el 27 de septiembre, es decir, tuvimos 90 días para el armado de todo porque queríamos llegar antes de la temporada.
- ¿Por qué tan poco tiempo?
AV: Todo se quemó, entonces lo primero fue retirar todos los escombros del lugar. Lo que siguió fue el proceso de diseño, comisionar ese trabajo y el de la construcción del espacio, y obviamente pedir los permisos y habilitaciones a autoridades, el proceso burocrático. Así llegamos con solo 90 días para reconstruir y armar el interiorismo, porque queríamos llegar antes del comienzo de la temporada altísima.
- ¿Qué es lo que más les gusta de esta Susana renovada?
AV: La sensación que nos genera, sin dudas.
CV: La energía. Ha sido increíble ver todo el proceso en estas semanas. La gente es trabajadora, buena y se nota que disfrutan lo que hacen.
- La Susana lleva el nombre de tu mamá, Alexander. ¿Qué pensaría si viera esto?
AV: Estaría muy feliz. Ella amaría esto,
CV: Ella amaba cuando veníamos a Uruguay. Dejó su país cuando tenía 11 años porque su papá era diplomático, pero siempre fue muy orgullosa de sus raíces uruguayas. Estaría extraordinariamente feliz. No pudo disfrutar de esta etapa porque falleció hace años y eso es un poco triste, pero si crees en la deidad o energía que sea, ella seguro está disfrutándolo todo igual.
La Susana volvió a José Ignacio después de un trágico evento que la consumió por completo el año pasado, en febrero. Este 29 de diciembre, tan solo un día después de lo pautado, sus puertas volvieron a abrir al público. “Recién la noche anterior recibimos un container desde Estados Unidos”, asegura Carrie. Lo más difícil del proceso, consideró el matrimonio empresarial, fue el trabajo de coordinación general. “Este equipo, toda esta gente –señala al salón- literalmente armaron cadenas humanas para volver esto una posibilidad”, repasan, y cuentan que toda la familia –hijos, nietos e incluso amigos- estuvieron en el lugar colaborando para llegar a la apertura.
- ¿Cuánto estuvieron involucrados en el proceso?
CV: En todo, nosotros hacemos todo. Obviamente tenemos gente que nos ayuda, pero nos involucramos y tomamos todas las decisiones.
- ¿No delegan nada?
AV: Colaboramos, pero nosotros somos quienes –por ejemplo- hasta colgamos el arte que está hoy en este salón. Es lo que nos gusta hacer.
CV: Con Marcelo Daglio colaboramos para el diseño arquitectónico, pero todo pasa por nosotros. Es nuestra marca, es lo que nos representa y lo que hemos hecho con todos los retreats, donde cada propuesta y hasta cada cuarto tiene su propia individualidad.
Al repasar su primer verano en Uruguay, Carrie y Alexander Vik abren el cajón de los recuerdos. La primera vez que comieron cordero a la cruz y les presentaron la vida gauchesca en una estancia en Paso de los Toros quedaron hechizados. “Fue todo tan mágico”, afirman, y agregan: “Desde ese entonces empezamos a pensar en comprar”.
- ¿Y cuándo pensaron en convertir el sitio en un negocio hotelero?
AV: Primero compramos una casa en La Barra, la arreglamos para disfrutarla nosotros cada verano. En 2003 se dio la oportunidad de adquirir una estancia.
CV: Pero cuando entendimos que sólo podíamos venir a disfrutarla un par de semanas al año porque los chicos estudiaban en el Hemisferio Norte y parte de la familia estaba en Europa, dijimos que era una locura tenerla solo para usarla así. Entonces pensamos: por qué no construirla algo más grande de lo que imaginábamos y ofrecerla como un hotel de alta gama.
- Así nació Estancia Vik.
AV: Sí, ahí también compramos la propiedad sobre la playa.
CV: Cuando compramos la estancia, el bróker inmobiliario también nos mostró terrenos sobre el agua en José Ignacio y nos enamoramos. Decidimos entonces dejar La Barra y venir acá, así tendríamos una estancia y una casa en la playa. Pero todo se transformó y se volvió más grande. Estancia es un tributo al Uruguay gauchesco, desde la arquitectura que planeamos para el lugar hasta el arte, solo con artistas uruguayos. Playa Vik es la introducción al siglo XXI, donde también sumamos artistas internacionales.
- En términos de negocios, ¿cómo es invertir en Uruguay?
AV: No iniciamos este proyecto para ganar dinero; la temporada es muy corta, de apenas tres meses. Me encanta Uruguay, pero sería mucho mejor con menos burocracia. Tenemos un viñedo en Chile, y allá es notablemente más fácil invertir.
CV: Acuerdos de libre comercio, todo es mucho más abierto...
- Con eso en mente, ¿pensar en una inversión en la Argentina sería virtualmente imposible?
CV: Quizá, nunca se sabe.
AV: Quizá la situación cambie. Soy un gran creyente de las libertades, en el trabajo, en los procesos creativos.
- Mencionaron el viñedo chileno. ¿Imaginan expandir las fronteras hacia Uruguay?
AV: Si lo hiciéramos, sería para producir solo vino blanco, porque es muy desafiante producir tintos de alta calidad en Uruguay, especialmente por el clima. Está la idea, pero no es un plan.
Entre los huéspedes hay de todo. Los viajeros internacionales encabezan el podio, especialmente desde Estados Unidos, Europa y Brasil. Los Vik incluso tuvieron experiencias con Carolina “Pampita” Ardohain, a quien definen como una “persona amorosa”. La cantante Katy Perry, el banquero magnate David Rochefeller, la estrella de Vikings, Katheryn Winnick, por mencionar tan solo a algunos de los huéspedes. “Muchos empresarios”, afirma Carrie.
- ¿Cómo imaginan el futuro de Vik Retreats en Uruguay?
AV: La temporada acá es difícil, desafiante, porque invertís mucho por un muy corto tiempo. Si sos bueno, quizá lo mantenés durante unos tres meses al año. Tiene que pasar gradualmente, con más gente viviendo acá, como tener una universidad.
CV: Está cambiando, está mejorando, porque incrementó la masa de gente que vive en Punta del Este. Estamos trabajando para convertir esto en un destino de todo el año, porque es lindísimo y hay un montón de cosas para hacer durante el invierno. Podés andar a caballo, jugar al golf, o caminar por la playa. Hay muchísimas opciones.
- ¿Cómo le cuentan a un amigo que nunca ha venido a Uruguay con lo que se va a encontrar?
CV: Siempre les digo que es un lugar en el que todo el mundo está feliz. Los niños, adultos. Siempre se encuentra algo que uno ama hacer. La energía es excelente, y tenés la influencia sudamericana y la cultura, que es fenomenal. Después de conocer Uruguay, rara vez no estás planeando otra visita pronto.
AV: Es como un verano con aire acondicionado. No solo no tenés calor agobiante y playas espectaculares, tenés actividades deportivas, culturales, artísticas. Lo que quieras. Tras sus visitas, muchos hasta incluso se inclinan a comprar propiedades.
- ¿Qué es lo más atractivo de comprar una propiedad en Punta del Este para un extranjero?
CV: Se sienten seguros, sienten que es un lugar seguro para venir con chicos. Es el único lugar del mundo en el que es habitual que los jóvenes se manejen a dedo, de día y de noche, y que sea seguro. Tenemos amigos europeos que creen que este es un gran lugar para invertir, es un país estable y les encanta venir.
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