Después del gliptodonte del tamaño de un Fiat 600, encontraron “raros huesos largos” de otra especie ancestral
Desde que a principios de febrero se descubrieron restos paleontológicos en una playa de Chapadmalal, los hallazgos no se detuvieron
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Nadie hubiera imaginado que unos puntitos blancos sobre una piedra pudieran implicar tal despliegue de herramientas y descubrimientos. Pero así fue. Es que luego de que a principios de febrero se descubrieron restos paleontológicos en una playa de Chapadmalal, los hallazgos no se detuvieron. Gliptodontes y camélidos prehistóricos: las playas del sur parecen estar plagadas de ellos.
Todo empezó por Emilia Delfino, una nena de 9 años que veraneaba con su familia en el balneario Cruz del Sur, de aquella localidad. El detalle en las piedras le llamó la atención y sus padres se contactaron con el Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia, de Mar del Plata. Las marcas significaban que eso no eran piedras, sino restos fósiles de un gliptodonte de entre 2,5 y 3 millones de años de antigüedad, una especie de mulita gigante que podría haber pesado entre 300 y 500 kilos.
Y las sorpresas continuaron. A pocos pasos de estos restos, la bióloga Victoria Sarasa y Matías Taglioretti, paleontólogo y referente del Observatorio del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico Litoral Atlántico Norte, localizaron un segundo gliptodonte. Y esto no fue todo. “El primer hallazgo se realizó un viernes. Y el domingo, con la marea más baja y menos arena en la playa, se vieron nuevos restos, entre ellos, un tercer gliptodonte y un camélido”, cuenta Taglioretti.
Si bien la Ley Nacional de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (25.743) protege la preservación de los restos fósiles, a veces la gente los ve como un recuerdo de sus vacaciones que se pueden llevar con ellos. Apenas se enteró de los descubrimientos que se sumaron al de Emilia, Taglioretti se apuró en llegar al lugar: “Fui el mismo domingo a recuperar las piezas, ya que la gente quería sacarlo por sus propios medios y llevarse algún que otro souvenir. No entienden que hay una ley que prevé serias penas para aquel que sin permiso intente extraer fósiles”, se lamenta el especialista.
Por esto, las muestras de agradecimiento a la familia Delfino no se hicieron esperar: la intendencia de General Pueyrredón le entregó a Emilia y a sus hermanos un certificado declarándolos “protectores del patrimonio paleontológico”.
“Raros huesos largos”
La historia inicial, entonces, fue la observación de unas piedras que llevaron a encontrar un armadillo prehistórico gigante enterrado en la playa de Chapadmalal y la sucesiva aparición de otros restos semejantes. La Municipalidad de General Pueyrredón lo cuenta así: “Sin embargo, al descubrimiento inicial se añadió otra especie de gliptodonte y, luego, (…) unos raros huesos largos que llamaron la atención de los paleontólogos y biólogos del museo local”.
Originalmente, el “rescate”, como le dicen los especialistas, se demoró debido a las condiciones naturales del medio ambiente: el mar no se había llevado la arena. Esto retrasó también la extracción de nuevas sorpresas: “Encontraron cúmulos de restos de animales chiquitos metidos dentro de una ‘paleocueva’, un tipo de madriguera”, explica Taglioretti.
Pero lo más inesperado fueron esos “raros huesos largos”. Luego de tomarse un tiempo para “pegarlos, juntarlos y analizarlos”, estar completamente seguros de qué se trataba, la gacetilla de la municipalidad confirmó que correspondían a un “mamífero artiodáctilo, grupo que en Sudamérica incluye a los ciervos, pecaríes y al camélido ‘sudamericano’”.
Los unieron y los estudiaron. Compararon la pata delantera izquierda con los restos de un guanaco actual, adulto, de la colección de vertebrados del museo Scaglia, “dando como resultado una sustancial diferencia de tamaño entre ambos especímenes”. Según los estudios, los huesos habrían pertenecido a un camélido subadulto, conclusión obtenida al observar que no estaban “fusionadas las epífisis distales”, es decir, los extremos de un hueso largo, donde se sitúan las articulaciones.
La especie se conoce científicamente como Hemiauchenia paradoxa, tenía un aspecto similar al de una gran llama y vivió en la porción austral de América del Sur. La antigüedad atribuida a estos restos, como la de los gliptodontes, es de dos a tres millones de años. Este hallazgo sería uno de los primeros registros de camélidos para Sudamérica. El entusiasmo es grande: “Los restos fósiles del cenozoico superior (los últimos siete millones de años) nos ayudan a explicar cómo se formó la actual fauna sudamericana y cómo variaron sus climas y ambientes”, agrega Taglioretti.
Y aún hay más. El paleontólogo da algunos detalles respecto de las últimas noticias, pero no muchos. Él cuenta que apareció otro gliptodonte. Pero esta vez hay tres diferencias con la situación anterior: la especie sería diferente a las ya encontradas, los restos tendrían de cuatro a cinco millones de años de antigüedad y el lugar de hallazgo es Playa San Carlos, también en General Pueyrredón. Todavía falta el trabajo de rescate, que lo realizarían en estos días y, si bien no pueden dar más información al respecto, Taglioretti adelantó que no todo se diferencia de los anteriores: también lo habría realizado un niño.
Protección y preservación del patrimonio
La zona costera de la provincia de Buenos Aires es un lugar en donde desde hace años aparecen restos fósiles. “Esto es bastante común, dadas las características de los yacimientos paleontológicos del sudeste de la provincia de Buenos Aires —detalla Taglioretti—. En especial los del sur de Mar del Plata: es muy ‘fosilífero’ y la erosión marina costera renueva constantemente los yacimientos y nos muestra nuevos fósiles”.
Como todo patrimonio cultural, los fósiles deben ser preservados y protegidos. Uno de los entes encargados de llevar adelante distintas medidas con estos fines es el Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (Crepap), perteneciente a la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural. Si bien funciona en La Plata, tiene subsedes y observatorios en todo el territorio nacional, los cuales interactúan con diferentes actores de la comunidad, como Matías Taglioretti, que se encargan de mediar entre la denuncia y el estudio o remoción de los restos.
“Nosotros damos cuenta de la ley nacional 25.743. Somos el organismo de aplicación de esa ley que tiene que ver con la preservación. Articulamos entre la investigación y el traslado de los materiales a otras partes del país o al exterior”, aclara Fernando Oliva, curador de Crepap.
Una de las preocupaciones centrales de este centro es, además, la difusión del conocimiento, “porque hasta hace un tiempo el patrimonio estaba encerrado en los ámbitos académicos. Nuestra idea es difundir a través de campañas de concientización y protección”. Esto implica interactuar con las municipalidades, los directores de museos y docentes. “Es la mejor forma de trabajar que encontramos: poner a todos los actores a discutir y al Estado coordinando estos proyectos”.
Con este fin, el Crepap está actualmente trabajando en un proyecto junto a las provincias del litoral atlántico marino (Chubut, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego) en miras de brindar un mejor cuidado al patrimonio cultural paleontológico y arqueológico subacuático y costero. “Es el primer proyecto costero articulado entre todas las provincias. Es importante, el problema en nuestro país siempre es la desarticulación. Además, en la provincia de Buenos Aires tenemos observatorios regionales: uno es el costero, otro es el de sierras y lagunas, y otro del Paraná”, detalla Oliva.
Taglioretti cuenta que los restos fósiles son primero patrimonio natural y luego, cultural. Que por esto mismo “son de todos”. El especialista enfatiza que el rescate y la salvaguarda deben realizarlos los profesionales. “Ante un hallazgo paleontológico las personas deben comunicarse de inmediato con el Museo de Ciencias Naturales más cercano al lugar o al Crepap”, informa.
Aunque, como aclara Oliva, no todos los restos deben ser removidos: si no están en peligro de ruptura o pérdida tratan de dejarlos en el lugar, “porque no habría depósito en el mundo para guardar todo lo que hay”.
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