Después de la tragedia, la lucha por vivir
Con secuelas físicas de distinta gravedad, los sobrevivientes del accidente, donde murieron 51 personas intentan recuperar sus sueños
Leonardo Sarmiento se ríe con cada chiste que hacen sus hermanos y sus amigos. Está contento porque lo acaban de trasladar de terapia intermedia a una sala común en traumatología. Y, principalmente, porque sabe que se está recuperando. En un momento se hace un silencio, y su novia, Mónica, dice: "Tuvo un Dios aparte. Nació de vuelta. Ahora tiene que festejar dos cumpleaños".
Y es así. Resulta increíble verlo charlar y sonreír ahí, acostado en la cama, rodeado de la gente que lo quiere, en una sala del Hospital Santojanni. Sobre todo después de haberlo visto en las pantallas de todos los televisores, y en la tapa de los diarios: los hierros retorcidos, medio torso fuera de la ventana, su camiseta de Boca, un cuello ortopédico, una camilla, la angustia, la paciencia, el trabajo de los bomberos y del SAME, haciendo lo imposible por sacarlo. Y finalmente su rescate, después de cuatro largas horas.
Leonardo viajaba en el segundo vagón del ferrocarril Sarmiento que se accidentó en la estación Once el 22 de febrero pasado, y en el que murieron 51 personas y hubo más de 700 heridos. El fue uno de ellos y, a un mes de la tragedia, es uno de los dos sobrevivientes que aún están internados en hospitales públicos de la Capital Federal. La otra es Florencia Ilabaca, una joven de 23 años que se recupera de una fractura expuesta de tibia y peroné en el Hospital Pirovano.
Dos historias de dolor y de lucha entre tantas que dejó aquella fatídica mañana, que llevó a la intervención estatal de la concesionaria del servicio, la empresa Trenes de Buenos Aires, y que derivó en la dimisión del entonces secretario de Transporte de la Nación, Juan Pablo Schiavi.
En plena recuperación
"Recién ahora estoy tranquilo, porque me estoy recuperando", dice a LA NACION Leonardo, que tiene 30 años. Lo acompañan su novia, dos de sus hermanos, un primo y un par de amigos. De esas cuatro horas que estuvo atrapado habla poco: "Al principio estaba nervioso, pero me dijeron que me quede tranquilo".
Más allá de sus palabras, Mónica Chegoriansky, su novia, asegura que en su cara pudo advertir la angustia que vivió durante esas horas. Ellos llevaban dos meses de novios cuando decidieron dar un paso más: comprometerse. Fue el día anterior al accidente. Y el jueves de esa semana tenían proyectado ir a buscar una fecha para casarse. "Apenas salga de acá nos casamos por civil y por iglesia", dice Mónica, sonriente.
Los médicos le dan unas dos o tres semanas más de internación, y después llegará el tiempo de la rehabilitación. Leonardo sufrió aplastamiento de pelvis y de ambas piernas, la izquierda con una fractura expuesta de tibia y peroné.
Leonardo había tomado el tren en Merlo rumbo a Once, donde tenía pautadas unas changas. La última vez que habló con su novia antes del accidente fue en la estación Caballito. Después, el accidente: el traslado en helicóptero, el shockroom con casi cincuenta personas afuera esperando novedades de su estado de salud, los días de terapia intensiva, los de terapia intermedia, y desde anteayer, una habitación en la unidad de traumatología. Ahí se mantiene ajeno a lo que dicen los diarios y la televisión. Eso sí: esa famosa imagen suya ya la vio. Fue en Internet, una noche en que su novia le había dejado el celular para que se entretuviera.
En el Pirovano
Sentado en la sala de espera, Víctor Ilabaca, padre de Florencia, dice sin rodeos que están mal. Que nadie de TBA ni del gobierno se acercaron en este mes a preguntarles si necesitaban algo. "Estamos a la buena de Dios; pero del hospital no puedo decir nada, hacen todo lo humanamente posible por mi hija", dice.
Florencia, de 23 años, viajaba en el segundo vagón del Sarmiento rumbo a su trabajo como encargada en un local de ropa junto a dos compañeros cuando sucedió el accidente: la baranda que sirve para agarrarse se le clavó en su pierna izquierda y estuvo cuatro horas atrapada hasta que la pudieron sacar. Uno de sus amigos falleció y el otro permanece internado en un hospital de Haedo.
"Sacaron cuatro personas muertas de arriba suyo. Tuvo fractura expuesta de tibia y peroné y pérdida de masa muscular", relata su padre. Hoy, cada 48 horas, Florencia entra al quirófano. Y todavía no salió del shock postraumático: cada vez que cierra los ojos revive lo sucedido y cuando hay una tormenta fuerte no logra descansar. Por eso su familia se turna para no dejarla sola en ningún momento.
"Agradecemos a todas las personas comunes que se nos acercan a ofrecer ayuda. Pero no pedimos nada. Aunque si un especialista quiere acercarse para una interconsulta es bienvenido. El hospital está haciendo todos lo posible por salvarle la pierna, pero cuantas más visiones haya mejor", dice. También dice que a esta altura, la única justicia en la que cree es la divina.
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