Desesperada búsqueda en la India del empresario Héctor Rolotti
De 47 años y dueño de la cadena de restaurantes Novecento, desapareció el lunes en el río Ganges al intentar socorrer a una compañera de viaje; lo buscan, con ayuda consular, desde entonces
El empresario cordobés Héctor Alejandro Rolotti, dueño del exitoso emporio gastronómico Novecento, con trece sucursales en cuatro países, desapareció el lunes en las aguas del brioso río Ganges , cerca de la ciudad de Rishikesh, en el norte de la India. Sucedió luego de socorrer a una compañera de viaje que pedía ayuda al ser arrastrada por la corriente de ese río caudaloso, según confirmó un comunicado de la cadena de bistrós en Buenos Aires.
Rolotti, de 47 años, casado con la restaurateur Nora Barber, padre de tres hijos y residente en Coconut Grove, Miami, visitaba junto a su mujer y un grupo de 30 personas la ciudad de Rishikesh, conocida como la capital mundial del yoga, célebre por sus centros ayurvédicos y ashrams, en un viaje espiritual destinado a la meditación y la introspección.
Como parte de la visita a esa ciudad, situada a los pies del Himalaya, el grupo se trasladó al área ribereña del Ganges, que en su curso norte y de marzo a septiembre es también un imán para la práctica de rafting, con rápidos y correntadas de medianos a fuertes, de clase 3 y 4.
Según narra el comunicado, fue en su visita al Ganges cuando divisaron que una de las viajeras del grupo pedía ayuda al ser arrastrada por una fuerte correntada. "Seis hombres del grupo se arrojaron al río y luego de pelear contra el caudal y los remolinos típicos de una zona de rafting cinco de ellos lograron salir con mucho esfuerzo. Pero Héctor fue llevado por la corriente y hasta el momento sigue desaparecido."
La firma precisó que, con el apoyo de autoridades locales, lugareños, miembros de una ONG y de la embajada argentina en la India, se desplegó una incesante búsqueda tanto en las orillas como en el curso superior del Ganges.
"Su espíritu emprendedor, su fuerza interior y la preparación física de Héctor son los pilares que mantienen la esperanza de familiares, amigos y empleados en estos difíciles momentos", concluyó el comunicado.
La embajada argentina informó que está abocada a la búsqueda de Rolotti. "Estamos en contacto con la familia, pero por pedido expreso de ellos no podemos dar más información", dijo Lucila Caviglia, jefa de la sección consular de la sede diplomática.
Ayer, las redes sociales, desde Córdoba hasta Nueva York, se inundaron con manifestaciones de esperanza por el paradero incierto del empresario, que encarna como pocos el paradigma del self made man y del "sueño americano".
Educado como pupilo en el colegio San Pablo, de La Cumbre, hábil para todos los deportes, durante su adolescencia se destacó en rugby, en el club La Tablada, y estudió fugazmente periodismo. Con sólo 21 años y un título de licenciado en Marketing y Comercio Exterior, Rolotti se instaló en Manhattan. Trabajó en una agencia de turismo mayorista hasta que su veta de entrepreneur afloró y abrió en Brooklyn una modesta heladería y cafetería. El recinto fue incorporando platos caseros con sabores argentinos. Y su visión, en 1991, lo empujó a mudar su emprendimiento gastronómico al corazón del Soho, en una atmósfera cuidada, pero con impronta relajada, casi de bodegón.
Paralelamente, Rolotti impulsaba el arribo de bandas argentinas en Nueva York. Pero fue el crecimiento sostenido de su bistró, en aquel local de West Broadway, donde supo convertir la nostalgia por los sabores locales en un rito de culto que logró contagiar a los residentes neoyorquinos, incluso a celebridades del espectáculo.
Seguro con su éxito, "el Gato", como lo llaman sus amigos, exportó junto a su hermano Pablo el formato a Buenos Aires y, en 1996, asociado con Willy Jacobs ,desembarcó en una esquina de Las Cañitas, cuando el barrio era apenas una promesa. Como un enroque de conceptos, Rolotti le impregnó no sólo un énfasis gourmet a la carta de su restó en Báez y Arguibel, sino también una atmósfera neoyorquina, como antesala de la expansión sibarita que sobrevendría después. El modelo fue también replicado en Punta del Este. Fue allí también donde conoció a su actual mujer, una barilochense cuya madre manejaba un restó tradicional del Sur: Kandahar.
Se había cansado del ritmo vertiginoso de Nueva York y, tras casarse con Nora Barber, volvió a radicarse en la Argentina, donde las sucursales de Novecento se expandieron luego a su Córdoba natal.
Pero ante una Argentina de cíclicas crisis económicas, Rolotti debió capear su peor tormenta y por partida doble: el corralito y el atentado a las Torres Gemelas de 2001. El primero le capturó sus ahorros mientras vació su local, ante la crisis económica; el segundo también produjo una abrupta merma de su habitual clientela por cuestiones de seguridad. Pero Rolotti, según confiaron sus amigos en Miami, "convirtió siempre la adversidad en una nueva oportunidad". Y así, en 2002, regresó a los Estados Unidos pero se instaló en Florida.
En Miami Beach, primero, y luego en el barrio chic de Brickell, y más tarde en Key Biscayne, abrió sucursales de Novecento y el éxito otra vez lo acompañó. Mientras el negocio crecía, al frente de Novecento Group Holding LLC, las licencias se expandieron también a México.
De espíritu afable y amiguero, hincha xeneize, el Gato convirtió su "casa de Brickell", en el punto de reunión de deportistas, músicos, actores y de cuanto personaje relevante pasa por Miami. Paradójicamente, no se reconoce como restauranteur, sino como un "emprendedor perfeccionista acompañado por la suerte". Bajo la misma marca que le inspiró Bertolucci, el Gato lanzó, además, un vino malbec, libros de recetas y una línea de productos gourmet.
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