Coronavirus. Cortes clandestinos, delivery y una crisis profunda: qué pasa con los peluqueros en cuarentena
Ya sean canas que se asoman, raíces oscuras que empiezan a acumularse, flequillos que tapan los ojos o rulos indomables que piden volver a alisarse, durante el aislamiento implementado por el Gobierno para evitar el contagio del coronavirus,los cabellos de los argentinos quedaron abandonados. Pero también los peluqueros, que hace casi dos meses no pueden trabajar.
Si bien el gobierno nacional habilitó a los servicios de peluquerías, entre otras actividades, para que volvieran dar prestaciones, solo lo permitió en algunas provincias. En Buenos Aires, algunos partidos tienen el rubro de cortes y arreglos de cabello exceptuado de la cuarentena, pero tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en el conurbano, las peluquerías continúan cerradas.
LA NACION habló con propietarios de coiffeaur y peluqueros particulares para conocer qué sucede en el rubro. Aunque la actividad continúe prohibida, las cuentas se acumulan: alquileres de locales sin uso, pago de servicios e impuestos y sueldos de empleados. Mientras algunos peluqueros eligen continuar parados, otros hacen ventas de productos a domicilio y los más osados se animan a continuar cortando en forma clandestina. Todos reclaman que se acepte el protocolo para volver a funcionar, siempre con los recaudos necesarios.
Abrió su local el día que se anunció el aislamiento
Walter es peluquero, trabaja para un salón y este año logró su deseado sueño: abrir una y barbería y peluquería propia en Castelar, provincia de Buenos Aires. La inauguración fue el 19 de marzo, el día en que el presidente, Alberto Fernández, anunció el inicio de la cuarentena obligatoria, por lo que inmediatamente debió cerrar las puertas.
Sin embargo, y ante la necesidad, Walter decidió continuar trabajando desde su casa, con clientes particulares. Aunque el flujo es mucho menor, un buen día llega a hacer cuatro cortes. "No es mucho, pero me ayuda a aguantar estos días. Todo lo que hago es ´con carpa´, no estoy con la bandera para que vean y que entre un montón de gente, pero no me queda otra. Tomo todas las precauciones posibles", confiesa.
Aunque admite que al principio tenía miedo de que lo denunciaran, insiste en que no le "queda otra que laburar". "Por suerte tengo buena relación con el dueño del local y me deja pasar los meses de alquiler durante la pandemia, porque sabe que es una situación muy difícil".
Walter se muestra preocupado por lo que pueda suceder luego del confinamiento y asegura que aunque se levante la cuarentena, muchos clientes van a tener miedo de ir a un salón a cortarse el pelo. "Los peluqueros estamos al límite, porque no podemos retomar nuestro trabajo. Tenemos familias y no tenemos un respaldo atrás que nos venga a cubrir", completa.
Tiene 800 personas a cargo en sus ocho peluquerías
Claudio Cerini está en el negocio de la peluquería desde hace 35 años y es dueño de ocho salones en donde trabajan 800 personas. Dos días antes de la implementación del confinamiento, decidió cerrar sus puertas. "A partir de ahí tuve cero facturación. Es difícil seguir manteniendo una estructura tan grande sin facturar", indica. El empresario cuenta que desde el primer mes debió realizar todos los pagos con recursos propios. "Hice un desembolso total con plata de mi bolsillo". Según informó, durante el segundo mes sí tuvo la ayuda del 50% por ciento de la nomina salarial. "No soluciona, pero desahoga un poco", explica.
Cerini aclara que entre los pagos están las obligaciones de los alquileres, los impuestos y los servicios. "Una sola factura de luz de un local es un montón de plata", advierte. Sin embargo, detalla que desde los shoppings "tuvieron sentido común y no aplicaron el alquiler, sino solo las expensas". Por otro lado, subraya que como empresa no envía peluqueros a domicilio ni venden productos. "Como industria no voy a abrir a escondidas ni a puertas cerradas, pero es complejo hacer juicio de valores por quien lo hace por necesidad. Tengo los protocolos preparados para cuando podamos comenzar, pero no quiero exponerme a la critica", subraya.
Sobre el fin del aislamiento, Claudio se muestra escéptico. "Vamos a tener un segundo problema, que es que no vamos a poder facturar lo mismo que antes, por la cantidad de metros de distanciamiento que deberemos implementar entre los clientes. La mitad de los empleados no va a poder trabajar y tendremos una silla de por medio sin funcionar", ejemplificó. En este sentido, detalló que su estructura está armada para 400 personas diarias y que con medidas de prevención, se podrá atender a 100.
Hace delivery de productos de peluquería
Mónica Baigorria tiene hace más de 25 años una peluquería en San Isidro, en donde trabajan nueve personas. "Imaginate lo difícil que se hace, porque de un día para el otro, sin previo aviso, nos quedamos sin atender a nadie". Si bien el salón no está funcionando, la peluquera contó que está trabajando a un 5%. "A veces arreglo un horario en el salón y entrego productos a través de la reja, u organizo varias entregas y las envío con una moto, como para cubrir algo mínimo, como el pago de la luz", explica.
Ella tiene el apoyo de varios clientes. "Nos vamos arreglando, yo les paso colores a la gente y muchos me dijeron que me iban a a esperar, pero nos estamos quedando sin recursos". Mónica cuenta que sus clientes le piden turnos cada semana, pero con cada nueva extensión del confinamiento, debe cambiar la agenda y arrancar de cero.
Además, durante estas semanas tuvo que atender a clientes por emergencias asociadas a problemas de salud. Se trata de una mujer que se hace quimioterapia y a la que se le cayó el pelo. "Tuve que ir a cortárselo", cuenta Mónica, e insiste en que hay casos particulares en donde debería permitirse la actividad. "Hay mujeres ancianas que necesitan limpiarse el pelo con peluqueros, como hacen todas las semanas, porque de otra forma no logran lavárselo. También tengo clientes que son personas públicas que deben verse bien", indica.
Mónica subraya que desde la peluquería presentaron protocolos para que el municipio habilite el rubro y que tienen todo preparado, desde la señalización y termómetros hasta ambos para sus trabajadores. "Estamos esperando que nos digan que podemos abrir. Que comience a funcionar lo mínimo, como color y corte, no te digo un alisado. También que funcione la parte de podología, porque hay clientes con uñas encarnadas o pies diabéticos que necesitan cortarse las uñas", sostiene. Además, destaca la necesidad de la actividad no solo por la parte monetaria, sino también para el autoestima de las personas: "Muchos necesitan hacer algo que los haga sentir bien".
Tiene el salón sin estrenar a la espera de la luz verde
Enrique Marasca estaba a punto de inaugurar su estudio propio en Palermo Hollywood. "Estamos pagando el alquiler y todavía ni ingresamos. Es toda plata negativa", se lamenta. Trabajaba de forma independiente en una peluquería, pero hace unos meses comenzó en forma particular. "Estábamos próximos a abrir cuando empezó todo. Así que decidimos esperar con mi socio a que pasara la turbulencia. Queremos inaugurar en junio", revela.
Según explica, su rubro es similar al de los dentistas. "Trabajamos y facturamos por día, así que esto nos repercute bastante. Cada día perdido es un día de facturación menos", apunta. El emprendedor decidió no continuar sus servicios de peluquería hasta que el Gobierno habilite la actividad.
"Tengo miedo a represalias. Sé que hay muchos colegas que atienden con la persiana baja, pero para mí sería trabajar con estrés. Decidí cortar todo hasta el nuevo anuncio. Todos los clientes y clientas están enloquecidos", señala.
En funcionamiento, pero con las cortinas bajas
Roberto es peluquero en el partido de Almirante Brown y decidió continuar atendiendo a pesar de la prohibición. Hace unas semanas comenzó a organizar los turnos por WhatsApp con sus clientes habituales, a quienes se encargó de avisarles que iba a seguir cortándoles el pelo. Considera que las consecuencias económicas del aislamiento serán devastadoras, por lo que decidió mantenerse activo, pero con las persianas bajas. "El año que viene vamos a ver las consecuencias de este crack económico", advierte.
Mantiene la peluquería abierta, pero atiende en su departamento
George tiene un local comercial en San Telmo, donde atiende junto a otra persona, que cobra por comisión. "No tiene un sueldo fijo, maneja sus horarios, viene cuando necesita y si no quiere venir no lo hace, pero más allá de su libertad, estos meses lo estuve ayudando", describe.
Ni bien comenzó la cuarentena, cerró y se mantuvo encerrado durante semanas. Pero cuando vio que el aislamiento seguía extendiéndose, comenzó a a trabajar. "Me empecé a gastar mis ahorros y por un tema económico, me vi empujado a abrir. Decidí hacer cortes de pelo desde mi departamento", precisa. Toma las medidas de cuidado necesarias, desinfecta cada elemento, se lava las manos.
Al principio comenzó con uno o dos cortes por día. Trabaja desde hace 15 años en el barrio, por lo que su clientela le comenzó a consultar por WhatsApp si ya estaba atendiendo, y ahora atiende a seis personas por día.
Además, permite que la otra persona que atiende junto a él utilice la peluquería. "Me da temor que me clausuren el local, pero él necesita comer. Yo atiendo a la mitad de los clientes y él a la otra mitad, para no dejarlo en banda", cuenta.
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