Desde adentro: el regreso del Irízar tras su primera campaña antártica
"Nunca había visto la nieve y un día teníamos toda la cubierta blanca. Imaginate, vengo de Ledesma, en Jujuy, donde solo veía cañas de azúcar", dice risueña y con los ojos brillozos una suboficial que se desempeña como camarera en el ARA Almirante Irízar y que llegó hoy a Buenos Aires, donde esperará a su esposo, embarcado en la Fragata Libertad y que llegará la semana próxima a esta ciudad.
Pasaron 107 días entre el 26 de diciembre, cuando zarpó de la dársena E del puerto de Buenos Aires, hasta que regresó hoy al mismo lugar, tras cumplir su primera campaña antártica en una década, luego del incendio que casi hace ver el final de la mole de hierro.
LA NACION participó de las últimas horas del viaje que llevó a 286 personas, entre personal militar, científico y civil, a recorrer las bases argentinas en el continente más austral. Fueron a abastecer y a hacer el recambio de personal. El capitán explicó que, a lo largo de estos meses, pasaron cerca de 700 personas por el Irízar.
El 2018 arrancó en el rompehielos con una escala en Ushuaia, donde recargaron combustible, y luego se dirigieron hacia el continente blanco, a donde volvió tras una década. La ruta fue: primero hacia los hielos de la base Marambio, luego a las bases Petrel y Cámara. Desde allí retomaron hasta la base Orcadas para poner dirección hacia Belgrano II, la base argentina más aislada y que no recibía abastecimiento por mar desde 2014.
"Volver a ver el casco naranja del Irízar fue una gran emoción para todo los que pasaron por Belgrano II", dijo el capitán a LA NACIÓN.
Las Orcadas fueron un paso obligado de regreso a Ushuaia, donde el Almirante Iriízar se encontró con el transporte ARA "Canal de Beagle" para recargar bodegas y partir una vez más hacia Marambio, a fin de comenzar con la segunda etapa de campaña en la Antártida.
Quien tuvo la misión de dirigir a la unidad de 121 metros de eslora, 25 de manga y 12 puentes fue el Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra. Para él este no fue un viaje más, ya que el Irízar y la Antártida forman parte de su vida profesional.
El uniformado completó, con la de hoy, 12 campañas antárticas, siete de ellas a bordo del rompehielos reparado. Incluso, estuvo a bordo el día del incendio y fue la penúltima persona en dejar el barco aquel fatídico día.
El Irízar llevó a bordo a la dotación habitual del buque, que es de 103 tripulantes, incluidos además para esta ocasión a una dotación complementaria. Personal en comisión, un grupo aéreo a cargo de los helicópteros Sea King, el Grupo Playa -responsable de la carga y repliegue de material en las bases- y las dotaciones de las bases antárticas Esperanza, Petrel, Belgrano II y del refugio Groussac.
También viajaron dos técnicos, que se ocuparon del mantenimiento y actualización de los sismógrafos de las seis bases antárticas argentinas permanentes, y personal de la Fuerza Aérea encargado de la inspección de las centrales meteorológicas de esas mismas bases. En total, 286 personas participaron de esta campaña, que incluyó a personal científico de la Dirección Nacional del Antártico (DNA), que fue en tránsito hacia las bases antárticas de otros países como Italia, República Checa y Australia.
Entre los integrantes de la tripulación también se habló sobre la desaparición del submarino ARA San Juan, no solo porque integra la fuerza, sino porque varios de los que estaban abordo fueron submarinistas.
La emoción en el rostro del capitán recién irradió cuando las maniobras de amarre en el puerto porteño estaban casi finalizadas. "Ahora puedo decir que fue una campaña exitosa, que pudimos cumplir con todos los objetivos y que el Irízar está impecable", aseguró Mangiaterra.
Fotos: Emiliano Lasalvia y Ricardo Pristupluk
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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