Descubren en Perú 200 momias de una civilización preincaica
Estaban ocultas a 2600 metros de altura, en un paraje inexplorado de la selva
Primero llegaron los guaqueros, los profanadores de tumbas. Treparon trabajosamente por el farallón que bordea la laguna de los Cóndores, en la zona conocida como bosque nuboso, en la parte oriental de la Amazonia peruana, a 2600 metros sobre el nivel del mar, hasta alcanzar un área extremadamente lluviosa, oscura y de vegetación exuberante.
Allí, junto a los restos de una aldea de piedra, yacían en silencio cientos de momias chachapoyas, vestigios de un pueblo guerrero preincaico que ya habitaba esos inhóspitos parajes hace alrededor de diez siglos.
Durante varios meses violaron los mausoleos, cortando los fardos funerarios a machetazos en busca de oro, hasta que -debido a conflictos entre ellos- el pasado abril la noticia llegó a oídos de la policía local. El saqueo y la próxima temporada de lluvias llevaron a declarar el lugar en estado de emergencia.
Los arqueólogos que llegaron entonces casi no pudieron creer lo que estaban viendo. "Encontrar a una momia en la selva es realmente inesperado, porque en este ambiente todo se descompone. Ahora, encontrar doscientas es como un milagro", exclamó, desde el otro lado de una comunicación telefónica con Londres, la doctora Sonia Guillén, especialista peruana que condujo la investigación.
La doctora Guillén trabaja para el centro Mallqui (término que en quechua significa momia y semilla), una organización no gubernamental que contó con un permiso del Instituto Nacional de Cultura del Perú para la expedición, que fue patrocinada por Discovery Channel y la Fundación Bioanthropology. En estos momentos se está produciendo un documental sobre el hallazgo que será emitido a fines de 1998.
"Afortunadamente, quienes nos precedieron no fueron guaqueros profesionales -explicó la doctora Guillén. Si lo hubieran sido, no habría quedado nada. Pero, tal como nos dijo uno de ellos, estaban en busca de objetos de oro; entonces movieron y manipularon todo. Luego, entre la frustración y la desesperación, abandonaron a las momias allí mismo."
Por eso, pese a todo, por la cantidad de material que había y por la oportunidad de intervenir tan rápidamente, lograron recuperar gran parte del material en buen estado.
La gente de la bruma
El camposanto descubierto se encuentra a una tercera parte de la altura total del farallón que cae sobre la laguna, de entre 600 y 800 metros. En el sitio está localizada una serie de lugares funerarios donde los Chachapoyas enterraban a sus muertos.
"Era un pueblo guerrero -afirmó la doctora Guillén-. Como civilización, había conformado un Estado constituido por diferentes grupos, que tenían rencillas entre sí. Por eso, parte de su arquitectura incluye fortalezas. De su religión casi no se conoce nada, porque entre los vestigios recuperados en la zona desde hace unos veinte años había pocos elementos que reflejaran su estilo de vida."
Llegar a los mausoleos fue una verdadera epopeya. Para trasladarse a la ciudad de Chachapoyas, hay solamente un vuelo a la semana. De lo contrario, hay que viajar hasta un pueblo de la zona, abordar un vehículo y andar doce horas por rutas fangosas hasta Leymebamba. Luego, montar en mulas o a caballo durante por lo menos otras diez o doce horas más, con buen tiempo. En épocas lluviosas, es mejor no intentarlo.
Las treinta y dos personas que integraban la expedición hicieron todo esto y, finalmente, debieron trepar durante unas tres horas para poder llegar hasta a la meta.
"Allí hicimos un campamento que reducía nuestra caminata a solamente una hora de travesía -recordó Guillén. Estábamos sobre plataformas para aislarnos de la humedad del suelo, pero frente a un paisaje espectacular. La laguna de los Cóndores debe ser uno de los lugares más prístinos y bonitos que he conocido."
Pero el esfuerzo tuvo su premio. "Encontrar mates decorados, artefactos y objetos textiles -agregó- proporciona a los investigadores una ventana a los aspectos más espirituales de este pueblo perdido en las brumas del pasado. Pero, además, el estudio de las momias permitirá también acceder a datos biológicos, como estilo de vida, salud, mortalidad, alimentación, parásitos, causas de muerte. Incluso, creo que a través de las momias podemos reconstruir la parte emocional de la vida de esta gente. Porque la atención con la que se prepara un muerto para su disposición final también refleja actitudes íntimas de las personas, aunque esto no suene muy científico." El hallazgo ya está atrayendo la atención internacional. Actualmente, gracias al auspicio del gobierno austríaco, está en vías de construcción un museo que albergará a las momias en la ciudad andina de Leymebamba. "Por ahora -finalizó la arqueóloga- es más fácil traer a los científicos a Perú que viceversa."
Guerreros de las nubes
Entre las doscientas momias recuperadas -de alrededor de quinientos años de antigüedad- hay hombre y mujeres, y de toda edad, desde niños recién nacidos hasta individuos de más de cincuenta años.
Pero contando cráneos y huesos aislados se registraron en el sitio alrededor de cuatrocientas personas.
Dentro de las tumbas se encontraron también quipus, esas cuerdas de algodón anudadas y prendidas a cordones más largos, utilizadas por los administradores del imperio incaico para contar las poblaciones dentro de las áreas conquistadas, y para no perder la cuenta de recursos tales como rebaños de llamas y objetos hechos a mano que se guardaban en bodegas que pertenecían al Estado.
La cultura chachapoya floreció hace más de mil años, mucho antes de que los incas llegaran al poder.
Conocidas como las gentes de las nubes, durante años dominaron las aguas de la cabecera del Amazonas, un territorio que comprendía casi 24.000 kilómetros cuadrados. Luego, alrededor del 1470, los numerosos ejércitos del imperio inca invadieron el territorio chachapoya y durante 60 años lo dominaron.
Los arqueólogos esperan ahora que los artefactos, las momias y los quipus les ayuden a rehacer la historia de ese pasado perdido.