Descubren el origen de los misteriosos “duendes rojos” y “fantasmas verdes” en el cielo
Un equipo revela las causas de un extraño fenómeno eléctrico que dibuja figuras espectrales sobre las tormentas
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MADRID.– El estadounidense Hank Schyma, un cantante de rock texano también conocido como Pecos Hank, recuerda perfectamente el día en el que su cámara captó una insólita imagen fantasmagórica en el cielo. Fue el 25 de mayo de 2019, cuando grababa una gigantesca tormenta sobre Oklahoma. Durante apenas unos milisegundos, muy por encima de las nubes apareció una extraña figura verdosa, a la que bautizó ghost, una palabra que significa fantasma y es el acrónimo en inglés de “Emisiones verdes de oxígeno excitado en las partes superiores de un duende”. Un equipo encabezado por la ingeniera española María Passas Varo ha descubierto ahora el auténtico origen de estos espíritus en el cielo: la presencia de metales, sobre todo hierro y níquel, procedentes de la entrada de polvo interestelar en la atmósfera.
Los misteriosos fantasmas son solo un tipo de fenómeno luminoso transitorio. Estos eventos ópticos se detectaron por primera vez la noche del 22 de septiembre de 1989, durante una tormenta asociada a un huracán en Estados Unidos. Como eran fugaces y escurridizos, el científico Dave Sentman los denominó duendes, en homenaje a Puck, el travieso personaje de la comedia Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. Desde entonces se han descrito numerosos fenómenos luminosos transitorios, siempre con nombres fantasiosos. Los elfos son resplandores similares a un anillo. Los trolls son chorros purpúreos. Los duendes son flashes de color rojo, a veces con forma de medusa. Y los fantasmas son luces verdes que, en ocasiones excepcionales, emergen encima de los duendes.
María Passas Varo trabaja en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC), en Granada, la ciudad en la que nació hace 43 años. Todavía recuerda con entusiasmo el día en que se enteró de que el cantante y cazatormentas Hank Schyma había descubierto un nuevo fenómeno luminoso transitorio. Passas Varo y su colega Justo Sánchez del Río ya habían diseñado un instrumento para analizar las descargas eléctricas coloridas y fugaces que aparecen sobre algunas nubes de tormenta, a una altura de entre 40 y 90 kilómetros. En junio de 2019, los científicos españoles decidieron utilizar su sofisticada herramienta para intentar cazar un fantasma verde en los cielos de España.
El instrumento se encuentra en la terraza de la casa de Oscar van der Velde, un meteorólogo holandés de la Universidad Politécnica de Cataluña que vive en la localidad barcelonesa de Castellgalí. El desafío era mayúsculo. “Los fantasmas son superinfrecuentes. De cada 100 duendes sale un fantasma”, subraya Passas Varo. Su aparato apunta de manera automática a la zona del cielo en la que hay tormentas de gran tamaño, gracias a la consulta en tiempo real de la base de datos de la Agencia Estatal de Meteorología. El 21 de septiembre de 2019, por fin, el equipo detectó un duende rojo con forma de medusa durante una tormenta sobre el mar Mediterráneo. Por encima, un fugaz fantasma verde.
Cazador de duendes
El fotógrafo británico Paul Smith se define como un “cazador de duendes”. Su colega Hank Schyma le consultó inmediatamente si aquella fantasmagórica luz verde sobre Oklahoma era normal. Smith pensó que podía ser un error de la cámara, pero revisó con paciencia sus propias grabaciones y descubrió varios fenómenos luminosos similares. Juntos decidieron ponerle un nombre. Smith reconoce que estuvieron varios días intentando encajar el acrónimo goblin, como la criatura del folklore europeo, pero como no se les ocurría nada Schyma acabó proponiendo ghost, con esa intuición de que eran emisiones verdosas por el oxígeno excitado. “Yo había teorizado que este color verde debía tener algún tipo de participación del oxígeno, como en la luminiscencia nocturna y las auroras”, recuerda Smith.
Los resultados del análisis de Passas Varo han sido una sorpresa. “Nuestro instrumento tiene un espectrógrafo, no es una cámara normal. Es como la portada del disco The Dark Side of the Moon de Pink Floyd, en la que aparece un prisma al que llega la luz blanca y se separa en el abanico de colores de todo el espectro electromagnético. Nosotros hacemos lo mismo. La luz que nos llega la separamos y vemos qué elementos químicos hay involucrados en el proceso”, explica la ingeniera de telecomunicaciones. “La sorpresa ha sido que hay oxígeno, pero poquísimo. Lo que más hay es hierro”, señala. Sus resultados se publican este martes en la revista Nature Communications.
Las nuevas conclusiones podrían explicar por qué los fantasmas verdes son tan infrecuentes en los cielos. En cuatro años de observaciones, los científicos españoles solo han cazado uno. “No esperábamos que hubiese tanta densidad de hierro a esa altura. Sale de los meteoros que entran en la atmósfera a gran velocidad, se queman y los átomos de metales quedan en suspensión. La capa de hierro normalmente está un poquito más alta. En nuestro caso, lanzamos la hipótesis de que aquel día había ondas de gravedad [un fenómeno ondulatorio en el aire] y la capa de hierro bajó”, apunta Passas Varo.
El estudio español es la primera publicación científica sobre los fantasmas verdes. Hank Schyma y Paul Smith acudieron en 2019 a la física Burcu Kosar, una experta en fenómenos luminosos transitorios que trabaja en la NASA. Hace poco más de un año, la agencia espacial estadounidense lanzó Spritacular, un programa que anima a los ciudadanos a cazar duendes, trolls, elfos, fantasmas y otras criaturas del “zoo eléctrico”, en palabras de Kosar. La física pretende crear una base de datos mundial que permita resolver los enigmas pendientes sobre los espectros de los cielos: ¿Con qué frecuencia ocurren? ¿Por qué adoptan esas formas? ¿Qué condiciones atmosféricas los desencadenan?
Estos fenómenos son difíciles de observar a simple vista, pero en ocasiones se han confundido con ovnis, como constató un informe de la NASA en septiembre. El equipo de María Passas Varo propone una explicación más pedestre: un fenómeno eléctrico asociado a una anómala cantidad de hierro en las capas altas de la atmósfera. “Son luces en el cielo que tienen una forma rarísima, que no estamos acostumbrados a ver. Parece alienígena, pero no lo es”, bromea la investigadora.
Por Manuel Ansede
©EL PAÍS, SL
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