Es la primera semana de marzo de 2020. Tomás tiene 3 años y va a empezar el jardín cerca de su casa, en Belgrano. Todavía no sabe si le va a gustar o no. Tiene su uniforme y va de la mano con su mamá a la primera clase de su vida. Josefina tiene 4 y vive en Avellaneda. También va a al colegio por primera vez. Le pide a su papá que le haga dos colitas con los moños rosas. Es única hija, está contenta y ansiosa por tener amigos nuevos. Cata va a cumplir los cinco en diciembre y en el camino, en Remedios de Escalada, le confiesa a su mamá lo ilusionada que está con ver de nuevo a los compañeritos que conoció el año pasado.
A poco más de seis meses de esa primera semana, Tomás, quien solo tuvo unas cinco clases antes de que se dictara el cierre de las escuelas por la pandemia de coronavirus, sale a la calle con un barbijo. Su mamá lo lleva en su cochecito de bebé porque él le dice que no tiene ganas de caminar. Josefina se enoja por todo, grita para que no la peinen. Cata a veces llora porque extraña a sus amigos, pero se niega a participar de las clases por Zoom.
Por estos días, mientras funcionarios de Nación y Ciudad discuten sobre cómo y cuándo deberían retomarse las clases presenciales en medio del avance del Covid-19, miles de chicos de entre 3 y 4 años de todo el país que iban a empezar por primera vez el jardín o continuarían con su nivel inicial, se quedan en sus casas. Si bien muchas salitas y colegios implementan clases virtuales, una porción de esos chicos no se logra conectar con la propuesta. Otros, ni siquiera acceden a esa posibilidad.
Especialistas en educación y niñez consultados por LA NACION encuentran mayor incidencia de sentimientos como enojo y tristeza en esos niños. Coinciden en que, incluso los más pequeños, se muestran desafiantes ante las reglas familiares y tienen regresiones como querer dormir con sus padres. ¿Tiene la culpa el encierro? ¿Es porque no pueden ver a sus amigos? ¿Se verán afectados a futuro ante una posible vuelta a las clases presenciales, o tendrán incluso secuelas en su desarrollo social e intelectual por no haber empezado a tiempo con su escolaridad?
Desatados, tristes y de nuevo "bebés "
"La cuarentena se evidencia en regresiones e inhibiciones en los niños. El hecho de que no puedan salir al encuentro de los otros, pares o adultos, siempre tiene un efecto porque los detiene en su desarrollo", explica a LA NACION Mariel Franceschi, psicóloga y consultora permanente de la Unidad de Salud Mental del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
Para la especialista, descubrir el mundo fuera de casa, desde los juegos y desde la mirada de otros que no sean padres o hermanos, es un hecho que enriquece y amplía las fronteras de la experiencia de los más chiquitos. Es por eso que cree que "la pandemia sin duda va a marcar la evolución de una generación de niños".
La pandemia va a marcar la evolución de una generación de niños.
Lucila Altman, médica psiquiatra del Servicio de Neuropsiquiatría Infanto Juvenil de Fleni, indica que otro obstáculo para ese descubrimiento del mundo es que "los niños transitan en general situaciones de miedos donde el «afuera se vuelve no confiable» debido a que sus padres son quienes están preocupados" ante la amenaza de la pandemia.
Efecto negativo y marcas en el cuerpo
Otros expertos, como Cecilia Alcalá Ragau, médica pediatra, se muestran disconformes con la forma en la que se manejó la primera etapa del aislamiento obligatorio y preventivo, decretado el 20 de marzo. "Es una locura que hayan abierto primero la cuarentena para que salgan las mascotas y mucho tiempo después para que salgan los chicos", dice. En ese sentido, entiende que se trata de una decisión que habla de la "poca importancia que se le da a los niños desde la política".
Además, señala que los niños que sabían que iban a empezar el colegio por primera vez tenían una expectativa que terminó por quebrarse: "Puede que se hayan puesto contentos con la novedad del Zoom o por estar más tiempo con mamá y papá, lo cual es algo positivo en medio de la pandemia. Pero la falta de relación con el afuera, con otros chicos, influye negativamente en sus emociones, así como en su salud física".
Es una locura que hayan abierto primero la cuarentena para que salgan las mascotas y mucho tiempo después para que salgan los chicos.
La médica asegura que a esta altura del año sus pacientes suelen estar resfriados, pero ahora lo único que presentan, además de enojos o tristeza, son trastornos estomacales o en la piel no relacionados con Covid-19.
"Muchos de mis pacientitos están con eczemas en la piel. Traducen lo emocional en vómitos, diarreas o en urticarias. No es casual que el encierro y la falta de contacto con otros justamente se evidencie en la epidermis, más en los que tienen 3 años, la etapa en la que conocen el mundo tocando todo", comenta Alcalá Ragau.
El descubrimiento del mundo exterior
¿Cuán importante es que un niño comience la escuela a los tres o cuatro años?
Es esa la pregunta que en algún momento se hizo Marilina Belvisotti, la mamá de Cata Espinoza, quien este año iba a continuar en su sala multiedad para empezar el nivel preescolar. Es que su hija se niega a ser parte de las clases virtuales.
"En el colegio me dijeron que hasta tercer grado ella tiene la posibilidad de alfabetizarse. Sí me pidieron que intente sumarla a los Zoom, pero cuando lo hicimos terminó llorando. Cata está muy enojada porque no puede estar con la señorita y sus compañeritos. Una vez casi me rompe el celular de la bronca que tenía", explica Marilina.
Una vez casi me rompe el celular de la bronca que tenía.
La docente de Cata recomendó no presionarla, así que hace algunas tareas y su madre las envía por mail. "Lo que lamento mucho es que no tenga su fin de ciclo con sus compañeritos, algo que es tan importante porque marca una etapa que termina y otra que se abre. Y lamento mucho que se pierda básicamente poder socializar con ellos", resume Marilina.
El contacto con otros niños a una temprana edad fuera del ámbito familiar favorece su autonomía y el manejo de la tolerancia a la frustración.
A la hora de encontrar una explicación a estas conductas de enojos, los especialistas aseguran que entre los 3 y 5 años los niños necesitan pasar de la organización familiar a la escolar para, justamente, promover su socialización. "Es un momento donde cambia básicamente el entorno en el que se mueve un niño y eso tiene efectos psicológicos importantes. Pasan de relacionarse solo con su mamá o papá o hermanitos, si tienen, a tener que aceptar a otro adulto que es la maestra y a saber que ahora tienen 20 hermanos. Esos cambios, que deben ser paulatinos, los hacen crecer", remarca la psicóloga Mariel Franceschi.
Federico Musicmann, psicólogo y capacitador de equipos escolares, está abocado estos días a analizar cómo la pandemia incide en los niños y en cómo se puede acompañar a las familias para evitar que la situación afecte las rutinas de los hogares.
"La importancia de la escuela inicial es que trabaja el eje de la socialización y del aprendizaje. Ambos ejes están construidos en relación al juego. A partir de situaciones lúdicas, adecuadas para cada edad, se produce el vínculo con los otros, fuera de la familia. Aprenden a jugar, a respetar turnos, a compartir objetos...", detalla.
El contacto con otros niños a una temprana edad fuera del ámbito familiar favorece su autonomía y el manejo de la tolerancia a la frustración.
Por otro lado, los expertos afirman que se trata de una etapa muy importante porque es cuando adquieren herramientas con las que encararán su futuro. "El contacto con otros niños a una temprana edad fuera del ámbito familiar favorece su autonomía, el manejo de la tolerancia a la frustración, y el aprendizaje de normas sociales y culturales", explica la psiquiatra Lucila Altman. La especialista indica que de esa manera se "fortalece su desarrollo emocional, social y, por lo tanto, la construcción de sus aprendizajes". Esos saberes ayudan a los más chicos a tener "una mejor adaptación al nivel primario y una mayor capacidad de socialización a futuro".
En ese sentido, advierte: "Los niños que ya habían logrado una adaptación exitosa al jardín de infantes, así como los que comenzaban el nivel inicial por primera vez, podrían transitar en el futuro el proceso de escolarización con mayor dificultad".
Podrían transitar en el futuro el proceso de escolarización con mayor dificultad.
Ausentes en el Zoom
La pantalla de la computadora muestra diez rostros dispuestos en una cuadrícula. Uno de ellos pertenece al de la docente a cargo de la sala multiedad del colegio, de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, al que asiste Cata. El resto de los cuadros muestran caras que bostezan, hablan con alguien que está lejos de la óptica de la cámara o miran con ojos grandes a su maestra mientras comen una galletita.
La señorita les pregunta cómo están, si desayunaron, si están contentos, si quieren jugar a buscar cosas de color verde, azul, rojo. Cata mira enojada la escena, trata de hablar, pero no la escuchan, pierde el interés y se va...deja vacío su recuadrito en la pantalla.
"A esa edad es fundamental la relación directa de los chicos con la maestra, que los vea, que les hable, que los contenga. Es como la segunda mamá, no es un dibujito animado", dice la pediatra Alcalá Ragau, quien además opina que recién después de los cinco años debería promoverse la manipulación de pantallas.
La pantalla del Zoom no suple a las maestras o a sus compañeros. Los más chicos se comunican más con los actos que con las palabras
Si bien los especialistas coinciden en que las clases mediatizadas son mejor que nada, también opinan que no es la opción ideal para los niños de entre 3 y 4 años, especialmente cuando lo que se quiere es que den sus primeros pasos en la escuela.
"La pantalla del Zoom no suple a las maestras o a sus compañeros. Los más chicos se comunican más con los actos que con las palabras. Cuando son más grandes, la palabra mediatiza, pero para ellos todo es mucho más primario", explica la psicóloga Franceschi.
No obstante, Muscimann, quien se especializa en maximizar las posibilidades de aprendizaje de los niños, es determinante: "La escuela no entra por Internet porque es mucho más que el contenido educativo". Y explica: "Lo que tiene que ver con la estimulación y el disfrute entre pares, las picardías, quedan afuera. Y las escuelas que pudieron armar clases por Zoom, lo que logran dar es contenido básicamente".
Otro punto clave en el que el Musicmann hace foco es que el colegio es "un espacio de independencia para ellos, y se pierde porque en las clases virtuales eso que sería solo de ellos, queda develado a los ojos a los padres".
La nueva normalidad de los límites
En una sala de jardín, idealmente, los niños juegan con disfraces, juguetes, masas, lápices, papeles, cartones, cubos, cajas. También, idealmente, se abrazan, se empujan, comparten desayunos o meriendas, salen al recreo y corren, se suben al tobogán, a la hamaca. Pero en lo que se avecina como la nueva normalidad, sin vacuna contra el nuevo coronavirus, todo indica que ese mundo será más que diferente.
"No se puede empezar con la enseñanza y límites con un niño que recién se está metiendo en la lógica del ´no´. Sería de ir de blanco a negro, y así lo único que se origina es un rechazo a la escuela", dice Franceschi sobre ese escenario posible desde su experiencia como psicóloga y consultora.
"Partamos de que su aprendizaje a esa edad pasa por el contacto - explica-. Además, tiene que haber una maestra amorosa, alguien que haga de nexo entre él y lo diferente. Pero si la maestra le dice: «no toques», «no le hablés cerca al amiguito», «no toques el muñeco de Pedrito», se vuelve todo tan terrorífico que el niño no va a querer ni salir de la casa".
Altman, quien analiza este panorama desde el instituto Fleni, cree que es "difícil imaginar la vuelta al jardín, sobre todo por el distanciamiento social, especialmente frente a un periodo prolongado de distanciamiento social obligatorio. Los niños a esta edad ansían el contacto social y la demostración de afecto directo con otros pares y maestros".
No se puede empezar con la enseñanza y límites con un niño que recién se está metiendo en la lógica del no
Antes que mensajes negativos o de prohibición, Altman cree que es posible hacer un protocolo claro. "Se puede introducir el frecuente lavado de manos y que las instituciones educativas estén en permanente contacto con padres y cuidadores para estar al tanto de si en la casa alguien presenta síntomas de Covid-19. De este modo se favorecerá la confianza y disminuirán los temores propios del contacto con otros en el colegio", explica la experta.
Otra pregunta que surge es cómo se aplicaría el periodo de adaptación de los niveles iniciales ya que en esas etapas los padres acompañan a los niños a las aulas. Pues los adultos en los que ellos confían son quienes deben hacer confiable ese nuevo mundo, para luego retirarse y potenciar su independencia.
El papel de los adultos
Ante este escenario de pandemia, clases virtuales y distanciamiento social, ¿cómo se ayuda a los niños a socializar y a encontrarse con un otro diferente? ¿cómo se los saca del enojo, de los berrinches, de la tristeza?
Franceschi afirma que siempre seguirá siendo clave la forma en la que los adultos le hablen del afuera a los chicos: "Si al salir de casa les dicen que hay bichos, que hay muerte, eso los hace dar pasos para adentro. ¿Cómo se puede estimular la independencia, si lo contado del afuera da miedo?". Y advierte: "Una como profesional habla más con los padres que con el niño cuando son tan chicos. Por eso es importante lo que pueden hacer para suplir al otro diferente o ayudar ante las regresiones".
Esto que no estamos pudiendo resolver los adultos, tiene consecuencias sobre el mundo de la infancia.
Así, Franceschi aconseja que en tanto "el afuera no permita socializar, a los chicos hay que contarles cuentos y ver películas para mostrarles un mundo diferente al de casa". También, promueve el diálogo para que los chicos puedan verbalizar de alguna manera lo que sienten.
El especialista en educación, Gustavo Iaes, también aconseja que "las familias junten a los niños en los paseos para que interactúen". Pero claro, si se analiza este fenómeno desde una visión macro, es cuando las políticas públicas pasan a tener un rol determinante en el aprendizaje y salud intelectual de los más chicos. En ese sentido, Iaes afirma: "Las clases presenciales deben retomarse".
Musicmann coincide en que más allá de los obstáculos, hay que plantear una vuelta a las aulas y apunta a la responsabilidad de los adultos."La política no es capaz de generar un dispositivo, con los riesgos que implique, para que los chicos puedan ir a la escuela", dice. En torno a esa responsabilidad, concluye: "Cuando el mundo adulto se niega a pagar los costos de esos riesgos, quienes los pagan son los chicos. Y no es justo, porque el adulto es el que debe ser el que planifica. Esto que no estamos pudiendo resolver los adultos, tiene consecuencias sobre el mundo de la infancia".
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