Durante esta Semana Santa, los paradores ruteros se transforman en puntos estratégicos para los viajeros
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Las rutas argentinas durante Semana Santa estarán con tránsito intenso. Los principales destinos tienen reservas plenas y los viajeros se trasladarán esperando llegar a la montaña, la selva, o la costa para disfrutar de la última expresión de las vacaciones de verano en el calendario. Los viajes actuales tienen espacio para hacer desvíos y paradas al costado del camino y así gozar experiencias gastronómicas de alto vuelo emocional.
Los paradores ruteros se transforman en paradas obligadas, puntos estratégicos y espacios donde poder subir contenidos a las redes, cargar combustible o caminar para oxigenar el cuerpo, mientras se prueban productos típicos de la región que se transita. Es cocina familiar y honesta, recetas que no se modifican desde hace décadas. A lo largo de las principales rutas, los paradores ya son lugares de culto que hacen más emocionante el viaje.
El Cruce
- Balcarce, Provincia de Buenos Aires.
“El secreto es dar calidad y cantidad”, dice Mabel Di Santis. No exagera, el sándwich tamaño “Entero” tiene alrededor de medio metro y 500 gramos de fiambre. Es una visión impactante y hasta produce un calor en las mejillas. El que más se lleva es el de crudo y queso, también hay de matambre, jamón cocido y salame.
En el cruce de las rutas 226 y 55, el parador es desde 1937 un hito para los viajeros. Desde Fangio, hasta Macri, Menem, Fabián Von Quintiero y Leonardo Sbaraglia, la lista de conocidos personajes es interminable. El salón tiene diez mesas que aseguran la ilusión de poder ser parte de una ceremonia con señales de culto.
El parador nació en 1937 como almacén de ramos generales, fue fundado por Miguel Di Santis y su esposa (hoy atiende la cuarta generación). Paraban reseros y gauchos, hacían noche y seguían viaje. La paisanada le pedía que hicieran sándwiches, y un buen día cortaron galletas y fiambre a cuchillo y comenzó la leyenda. Compraron una cortadora eléctrica y nunca pararon.
Hay varios secretos desvelados: hace por lo menos cinco décadas que el fiambre lo compran al mismo frigorífico, y el pan lo hace una panadería del pueblo con horno a leña. El pan es muy crocante y esponjoso por dentro. Se venden en tres tamaños (todos grandes), “Chico, Medio y Entero”. De este último pueden comer hasta seis personas.
El Cruce está en una rotonda donde se ubican estaciones de servicio y la entrada a Balcarce. Paso obligado de los que viajan a la costa o Tandil. ¿Precios? “La gente tiene que ver lo que consume para pagar lo que sale”, dice Mabel.
La Matera
- Lezama, Provincia de Buenos Aires
“Se convirtió en un parador de culto porque es como comer en casa”, cuenta Marcela Ortíz. En la ruta 2, en el kilómetro 157, se ubica este parador. A lo lejos se asemeja a uno de los clásicos puestos de venta de regionales, unos árboles y mesas bajo la sombra piadosa, abonan la idea de un deseado descanso en medio de viaje a la costa atlántica.
Es más que eso, es la decisión de una familia de cambiar de rumbo y apostar por el trabajo en conjunto ofreciendo una gastronomía rutera de calidad. Desde el 2005, los sándwiches que hacen producen fidelidad. Tienen 11 variedades, “siete clásicos y dos vegetarianos”, dice Ortíz.
Los primeros son los más pedidos, crudo y queso y bondiola, muy celebrados. Se pueden combinar como el cliente quiera, se completan con berenjenas al escabeche y morrones agridulces. “Abrimos con dos quesitos de campo, cuatro chorizos secos, un kilo de pan casero y mil kilos de nervios”, recuerda Ortíz.
Su marido es albañil y ella contadora, trabajaban de eso, pero la vida les tenía un secreto al lado de la ruta 2. Pronto dejaron sus trabajos para dedicarse de lleno al parador. Lo atienden junto a sus dos hijos y un sobrino. Toda la familia ahora es anfitriona de momentos de goce gastronómicos inolvidables. “Nos gusta que la gente vuelva, un cliente conforme es un amigo nuevo”, dice Ortíz.
Todavía conservan el primer cliente, que vuelve siempre. Una muy buena señal. El pan lo hace Juan Arévalos, el panadero de Lezama: los amasa todos los días en su horno alimentado a leña del monte. Los pasos de la felicidad están asegurados.
Jamón del Medio
- El Sosneado, Mendoza
“Nos hicimos famosos por el boca en boca”, dice Marcos Guiu, a cargo junto a su esposa de este parador sobe la mítica ruta 40 (en el km 3000) y a un costado del río Atuel. La cordillera de los Andes es el telón de fondo de esta tierra fértil. El parador está abrazado a una arboleda. Viajeros de todo el mundo, esquiadores en invierno que van a Las Leñas y aventureros de los caminos lo han hecho una parada obligada desde el año 2000.
“Hacemos los sándwiches como si fueran para nosotros, y somos de familia italiana”, dice Guiu, a modo de declaración de principios.
“Francis Mallmann es nuestro fan número uno”, asegura. El chef cuando pasa por allí sube a sus redes sociales la experiencia de comer el sándwich de crudo y queso. También tienen de lomito ahumado, jamón cocido natural y bondiola. Se completan con aceite de oliva, pasta de aceitunas, de roquefort, tomates secos y frescos y ajíes en vinagre.
Todos los productos son de Mendoza, y algunos de Córdoba, dos terruños reconocidos por la excelencia en fiambres. El oliva es local, en invierno hacen salame casero. El parador también es conocido como Estación El Sosneado, con expendio de combustible, además de ofrecer artículos que todo viajero necesita en ruta, dulces, agua, wi fi. En frente está la estación de micros. “Pasan viajeros de todas partes, y siempre paran”, cuenta Guiu.
“El pan lo es todo en un sándwich”, asegura. Lo hace él mismo en horno de barro. Además de llenar el tanque del auto, el lugar es ideal para descansar y expandir la vista. La campiña mendocina muestra toda su belleza, el aire de montaña abre el apetito.
Parador y hotel Bajo Caracoles
- Río Chico, Santa Cruz
“Nosotros tenemos que estar abiertos todo el año porque los viajeros tienen que tener asistencia”, dice Edith Alonqueo. Desde 1920 esta pequeña construcción de piedra al lado de la solitaria ruta 40 es la única y última parada para muchos viajeros de todo el mundo que se animan a la naturaleza extrema de la estepa santacruceña. Tiene la única conexión de internet en cientos de kilómetros, y también venta de combustible.
Bajo Caracoles tiene 30 habitantes, una escuela primaria, un puesto policial y un destacamento de Vialidad Nacional que mantiene los caminos cuando en el duro invierno la ruta recibe nevadas intensas y se congela. “Esos días no sabemos cuándo vamos a poder salir, nos quedamos incomunicados”, dice Edith.
El resto del año, el movimiento no cesa. En su interior tiene ocho mesas, la misma cantidad de habitaciones. Es un almacén de ramos generales patagónico. Desde auriculares, cargadores, latas de tomate, arroz, recuerdos, productos regionales y bebidas. “Tenemos de todo”, agrega Edith.
Aquí se puede comprar el pasaporte de la ruta 40. Pero lo más deseado es la conexión de Internet. La contraseña está a la vista de todos.
Hacen comidas proteicas, no faltan las pastas con estofado, guisos y sándwiches. También sopa. Los desayunos son fundacionales. Es un punto de encuentro por excelencia, y un espacio donde los viajeros pueden dar señales de vida a sus familias y abastecerse de todo lo necesario para seguir viaje, cruzando las interminables y duras distancias esteparias. El clima suele ser hostil y el parador oficia como refugio de humanidad, también paran los camioneros chilenos que hacen la ruta austral hasta la lejana Punta Arenas. Los surtidores de combustible tienen calcomanías de aventureros de todas partes del mundo.
Parador La Doble Queso Chipas
- Santa Ana, Misiones
La chipería está al lado de la estación de servicio YPF en el cruce de las rutas 12 y 103, que comunica Posadas con Oberá. Largas filas de autos muchas veces no dejan entrar a los surtidores. Una bandeja con tres docenas de chipas dura diez minutos, trabajan 16 horas al día, todos los días del año. Nunca cierran. La devoción que provoca esta chipa (en Misiones es femenino y sin tilde) trasciende las fronteras de la histórica Santa Ana, una localidad portuaria que tuvo el primer ingenio azucarero de Misiones. También los jesuitas dejaron su huella, se pueden visitar las ruinas, están próximas al parador. “Es icónico, de las chipas más conocidas de la provincia, parada obligada para turistas y misioneros”, afirma Gunther Moros, reconocido chef de esta provincia.
“Desde el primer día nunca perdió calidad, vayas a donde vayas, siempre terminás parando en La Doble Queso”, cuenta. Y agrega un dato: “Se puede comprar la masa congelada para hornearla en casa”.
Uno de los secretos es meterla al horno muy caliente por pocos minutos, hasta que el queso logre formar burbujas y gratinarse. El Parador ofrece chipas de un tamaño más grande que lo normal, alargadas, no en formato de bollo. Siempre están calientes, sea la hora que sea. El horno nunca descansa. Alrededor del parador se puede ver una interesante muestra de puesteros que ofrecen platos típicos, torta de mandioca o sopa paraguaya, chipa soo o chipa guazú. Son un resumen de la gastronomía misionera.
“La Doble Queso es muy popular. ¿El secreto? La doble porción de queso, eso marca la diferencia con respecto a otros”, dice Graciela Turrella, propietaria del vecino lodge Al Kamar. “Es una parada estratégica”, sostiene.
Nadie sabe cuántas chipas hacen por día, es un dato que despierta curiosidad. “Deben ser infinitos, y siempre tienen el mismo sabor”, cuenta Florencia Forn, turista de Buenos Aires, de paso. Lugar de referencia. “El que rutea lo conoce y te lo nombra”, resume Moros.
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