Dejó su trabajo de oficina para recorrer el mundo: así es la vida de un nómade digital
Rocío Montoya es una viajera que se atrevió a “dar el salto” y a recorrer América Latina; en diálogo con LA NACION contó cómo se sustenta y cuán posible es realizar este estilo de vida
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La frase “vivir viajando” puede ser un cliché de las redes sociales, en la que acostumbramos a ver a muchos influencers en rutas “instagrameables”, a las que sí o sí se necesita ir. Sin embargo, existen diferentes maneras de conocer los países y paisajes, algo que Rocío Montoya, una tandilense de 37 años que dejó su trabajo estable en Buenos Aires, descubrió hace 13 años con su primera travesía por el norte argentino. En diálogo con LA NACION, la nómade digital -como ella misma se hace llamar- reveló cómo se sustenta, cuáles son los secretos, miedos y alegrías de llevar este estilo de vida. “Siempre hay que ir despierto, pero es importante dar el salto”, sostuvo.
En 2007, Rocío hizo su primer viaje por el norte de la Argentina y Bolivia, un año antes de finalizar la cursada de Administración de Empresas en la UNICEN. Esa aventura en la que fue con su amiga Ana, la enloqueció, en el buen sentido, y le prendió el interés por seguir. A su vuelta, finalizó sus estudios “en tiempo récord” y tras una postulación de auditora en una empresa radicada en Capital Federal, inició su carrera laboral.
“Era el trabajo soñado”, recordó Rocío. Tenía todo lo que se puede considerar como bueno: estabilidad, estaba en blanco con un buen sueldo, tenía vacaciones y hasta existía la posibilidad de realizar Home Office cuando en esa época todavía no era muy común. Sin embargo, algo dentro suyo le hizo rever ciertas cuestiones y gracias a la pregunta que llegó a su cabeza, es que dio un volantazo rotundo. Uno de esos desencadenantes se dio cuando conoció Machu Picchu.
Un giro con nuevas perspectivas
Cuando Rocío terminó la cursada e ingresó a su nuevo trabajo, sintió que allí tenía todo para progresar, pero lo cierto es que no siempre las expectativas terminan por darse como a uno le parecen. “El empleo era la joya, decía: ‘Yo de acá a 10 años me veo como gerente de esta sección y ganando buena plata’”, pero en su interior sabía que otra forma de recorrer este paso por el mundo también era posible. Según mencionó, la pregunta que despertó en ella las ganas de cambiar su vida fue: “¿Soy feliz haciendo esto? ¿Me veo haciendo esto en el futuro?“.
En 2012, se animó a pedir cuatro meses libres sin goce de sueldo, con el objetivo de descubrir los países andinos. Ante el “sí” de su trabajo, invitó a su amiga Ana a emprender una travesía especial por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Tomaron la mochila y partieron.
Luego de tres meses, y pocas semanas antes de celebrar las Fiestas, mientras estaban en Ecuador, su amiga retornó a la Argentina para pasarlo con su familia, pero Rocío no. Allí mismo “dio el salto”, llamó a su coordinadora Andrea y le anunció que renunciaba. Sí, desde otro país y a miles de kilómetros de distancia. “En octubre de ese año arranqué y no volví por dos años y medio a la Argentina. Después de Ecuador, volví a Colombia, Venezuela, me fui a México y a Centroamérica. Después volví a México”.
La conversión laboral para seguir siendo nómada
A los tres meses de haber iniciado su recorrido, a Rocío se le acabaron sus ahorros, por lo que empezó a trabajar de moza, pero sentía que volvía a mantener ese ritmo estático que no iba con lo que se había propuesto, por lo que abandonó ese mismo trabajo y de inmediato comenzó a vender burritos mexicanos en la playa.
Esto mismo, le permitió aprender a la par a crear artesanías con cristales y piedras. Esta enseñanza fue la que le ayudó a tener mayores ingresos, pero según se definió Rocío, “ama estudiar”, por lo que en medio de todo su viaje, comenzó un camino espiritual, lo que la llevó a concluir el profesorado de yoga y a ser maestra de reiki, terapeuta holística, numeróloga y doula para la Universidad de Córdoba.
Rocío destacó en todo momento que el estudio universitario le dio grandes conocimientos y que fue vital para organizarse en cuanto a sus viajes y sus negocios, para poder vivir de ello. Así fue que se transformó en un nómade digital y que en la actualidad imparte clases y sesiones online a todo el mundo. Esta se convirtió en su principal fuente de ingresos y es la que le permitió seguir viaje. Desde su cuenta de Instagram: @rociomontoya__, se comunica con sus seguidores para concretar cada encuentro.
Ser mujer y viajar sola
En ciertos momentos de su ruta hacia el norte, Rocío continuó sola el camino. Y claro, América Latina puede parecer un lugar colmado de prejuicios y peligros para una mujer mochilera. Sin embargo, ella fue contundente: “Latinoamérica está repleto de gente buena, mucha gente buena a mí me ha dado una mano de mil maneras distintas. Me han tratado como familia de mil maneras distintas”.
“El viajar sola para mí es un camino de autoconocimiento hermosísimo, demostrarme la fortaleza que tengo en mi forma distinta. Y en realidad nunca estás sola”, insistió la tandilense, quien recordó cuando sin tener un rumbo fijo y un sitio a donde parar, una persona se le acercó y la invitó a su casa para que comiera. El resultado de ello fue conocer a toda su familia y pudo pasar la noche bajo techo. No obstante, reflexionó: “Siempre hay que ir despierta”, porque los peligros están a la orden del día, aquí en la Argentina y en cualquier parte.
La clave: “Ser feliz”
De todos los países que recorrió Rocío, México es el que se robó su corazón, con el que sintió una conexión mucho más allá de la que percibió por otros. “Hay una cosa que para mí fue clave: preguntarme si yo era feliz haciendo lo que hacía. Viajar de la manera en que yo viajé me hizo darme cuenta de que puedo elegir y dirigir mi vida”, sentenció.
Al hablar con Rocío, se hace evidente su ilusión, su amor y su felicidad por este estilo de vida nómade que la llevó a recorrer América Latina, España y Francia. Según afirmó, esto le hizo apreciar todo lo bueno que posee la Argentina y que en otras naciones no se encuentra.
La nómada tiene una residencia fija -pero a la vez temporal, ya que vive fuera- en Pinamar, en donde habita junto a su novio y ahora compañero de ruta. En cuanto regresa de un país, primero visita a su familia en Tandil, ofrece clases de yoga y sesiones de Reiki; y luego se retira a la ciudad costera, pero solo por unos meses.
A mitad de este año viajará a Brasil y en octubre pisará por primera vez la India. Antes de finalizar el año, visitará Egipto, también por primera vez. Estos dos últimos países colmados de simbolismos, energía y enseñanza de la que Rocío va en busca.
“Invito a desafiar los límites, no pelearse. Pero que si hay algo que sentís, que te aprieta, que te impacienta, como sentía esos días en la oficina… o sea, tenía unos compañeros de trabajo hermosos, pero sentía que no estaba en el lugar que tenía que estar. Hay que animarse a preguntarse si sos feliz y abrir esa puerta, porque si vos abrís una puerta con todo, hay una infinita trama de posibilidades para hacerlo realidad”, concluyó.
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