Dejaron la Argentina para recorrer el mundo, el Covid los obligó a parar y su vida dio un giro inesperado
Diego y Cecilia tomaron una decisión radical para ellos y sus hijos al encontrarse en un presente sin proyección: dar la vuelta al mundo; llegaron a Europa y, aunque no todo salió como planificaron, su sueño sigue firme
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“El mundo es muy grande para despertarse todos los días en el mismo lugar”, afirmó Diego Percivaldi a LA NACION desde Andalucía, España. Junto a su esposa Cecilia Oliver y a sus hijos Tomás, Agustín y Canela, tomaron la decisión de afrontar una vida muy diferente a la de la mayoría de las personas: ser ciudadanos del mundo.
La pareja vivió durante gran parte de su vida en Pilar, donde él fue dueño de un restaurante y ella farmacéutica. En 2008, luego de muchos años de llevar una vida rutinaria, emprendieron su primera aventura. Subidos a un Ford Falcon, salieron de General Pacheco con rumbo a Detroit, Estados Unidos, con Tomás de tres años y Agustín de 11 meses. “Todavía no teníamos la madurez de viajeros, fueron como unas vacaciones largas, tardamos 45 días en llegar. 16.500 km y 16 países”, contó Diego.
Durante ese trayecto salieron de Argentina y recorrieron Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y, finalmente, Estados Unidos. “Fue una primera experiencia pero todavía no pensábamos en mantener ese estilo de vida. Nos gustó el viaje, pero la decisión recorrer el mundo llegó muchos años después”, agregó.
Esta linda aventura apenas duró un par de meses y luego la familia regresó a la Argentina. En el país, continuaron con su rutina diaria que incluía sus labores en el restaurante y en la farmacia, hasta que en el 2016 la familia se replanteó su futuro. “Reflexionamos sobre cómo vivíamos y las horas que trabajábamos, porque yo estaba de lunes a lunes en el local, no teníamos días francos y medio que entramos en crisis”, expresó. Pero de una cosa, Diego estaba seguro: “Esa no era la vida que queríamos”.
“Planteé para mí, para mi esposa y para mi familia que ya conocíamos cómo era vivir en la vorágine cotidiana de Argentina. Les dije de probar dos años y después volver. Todos estuvimos de acuerdo”, contó.
Como cada decisión que toma la familia Percivaldi-Oliver, el futuro fue puesto a votación. “No fue patear el tablero completamente. La intención era irnos por dos años, probar la experiencia y después volver. Además teníamos el restaurante en funcionamiento que nos permitía tener un ingreso mensual fijo”, explicó.
El comienzo de la odisea
“Argentina tiene un sistema de educación a distancia del ejército argentino y eso te permite que puedas estudiar aunque estés fuera del país. Es una escuela virtual que se dedica a eso y está desde antes de la pandemia. Los chicos estudiaban y rendían exámenes virtuales antes de se pare el mundo por el Covid”, explicó el padre de familia. Este programa le quitó una de las preocupaciones a la pareja: que sus hijos podrían continuar con su formación.
En el 2017, compraron un colectivo en Tucumán y Diego comenzó el desafío de crear su nuevo hogar. “Tardé nueve meses en reacondicionarlo, fue como otro hijo”, afirmó y detalló: “Lo hice íntegramente yo, desde los muebles, la mecánica, los paneles solares, la electricidad, etc. Conocía algo de mecánica, pero miré muchos videos de YouTube que tenés todo tipo de materiales y después es darte un poco de maña”. Con su medio de transporte listo, el siguiente paso fue ponerlo a punto.
Con este objetivo, en septiembre del 2018 la familia realizó un primer viaje de ida y vuelta a Uruguay para asentar el vehículo. Tras completar este paso, permanecieron 15 días en Argentina donde ajustaron algunas cuestiones de la puesta a punto del colectivo para pasar al próximo objetivo, que fue recorrer otra vez el país charrúa más Brasil.
Ese checkpoint les llevó seis meses y luego realizaron una travesía por el norte argentino. “Teníamos el restaurante que seguía en un funcionamiento y nos mandaban dinero, pero por lo general no nos alcanza. Entonces cocinábamos pastelería y empanadas en el colectivo y las vendíamos a medida que íbamos parando en distintos lugares”, expresó.
De esta manera, los Percivaldi-Oliver sustentaban económicamente su travesía y, por más difícil que se tornaran las cosas en algunos momentos, estaban decididos a seguir su camino. “El viajar te da una percepción de la realidad muy distinta a la del día a día de Argentina y del normal de la gente, te pone en otra sintonía. Es un tema de decisión porque con el registro de conducir vigente y el DNI, te podés ir a otro país ya mismo”, señaló.
En el viaje siguiente, pasearon por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, allí continuaron probando la resistencia del vehículo y, también, de la familia. Las pruebas fueron superadas con creces y sus hijos se mostraban felices con la elección. “En Bolivia, mi hija tenía siete años, encontró en un pantalón reales de Brasil y le dijo a mi esposa si la llevaba a una agencia para cambiarla por plata local. Esas cosas te da el viajar”, ejemplificó Diego.
Llegado el 2020, la situación económica de la familia llegó a un punto crítico, agravado por la pandemia del coronavirus que forzó el cierre de muchas actividades productivas, entre ellas, la gastronomía. “La idea era recorrer Europa, pero por el contexto mundial nos quedamos sin dinero y se retrasó todo”, explicó Percivaldi, y agregó: “Pero lo tomamos como un impasse para fortalecernos y recaudar lo necesario para seguir”.
Próximo destino: Europa
Durante la pandemia, la familia analizó la situación y decidieron tomar una nueva decisión sobre su futuro, después de la experiencia realizada en el continente americano. “Como siempre, lo pusimos a votación. Sabíamos que queríamos irnos a otro país y las opciones eran España o Australia. Perdí 4 a 1″, contó Diego.
Con la ciudadanía y el pasaporte español como avales, fijaron su rumbo hacia Andalucía con la intención de asentarse, recaudar dinero y continuar su odisea. “Llegamos en julio o agosto del 2020 y los chicos arrancaron el colegio en septiembre. Con Cecilia empezamos a buscar trabajo como empleados durante muchos meses pero la situación en Andalucía, que es una de las partes más pobres de España, estaba complicada y no conseguimos”, relató.
Al poco tiempo, la familia se empezó a quedar sin efectivo y se vio obligada a reaccionar. Pero a diferencia de Argentina, España ofrece ciertos beneficios para los espíritus emprendedores que Diego y Cecilia supieron aprovechar. “Fuimos al centro de ayuda al emprendedor, armamos un plan de negocio de lo que queríamos hacer, les gustó, lo presentamos en el banco, nos dieron el crédito y con eso empezamos un local de ventas de empanadas”, explicó.
Respecto de su experiencia como emprendedor en Argentina y en España, Diego analizó: “Cuando hay cierta estabilidad, sabés que las cosas van a valer lo mismo todos los días y tenés un plan, es mucho más fácil emprender; Argentina te prepara para esto. Acá pagamos 40% de cargas sociales, contra 70% de Argentina. El otro impuesto que te cobran acá es el 20% de ganancias, y nada más”. En este sentido, Diego resaltó que “con que la moneda valga lo mismo y que contratar a un empleado o echarlo sea más sencillo (no más barato), emprender es más accesible”.
Afortunadamente, La empanadería argentina fue un éxito. El negocio tuvo una aceptación inmediata y cuando la familia vio que las ventas crecían semana a semana, dieron un paso más y armaron un centro de producción. En cuestión de meses, abrieron dos locales en el puerto de Santa María y uno en Jerez de la frontera. “Y ya estamos trabajando para abrir dos más en cada lugar”, anticipó.
“Tenemos 18 tipos de variedades que las cambiamos dependiendo la época. Hicimos una mezcla entre una empanada argentina sin ser estrictos en los sabores y agregamos platos típicos de acá como el rabo de toro o el estilo gallega”, detalló.
Un futuro cercano
“Ni bien podamos, la idea es vender todo y volver a la ruta. Sabemos que el emprendimiento es el escalón que precisamos para poder seguir el camino”, afirmó con mucha seguridad Diego. Y su opinión es compartida por el resto de su familia: “Hace poquito les pregunté a mis hijos qué querían hacer, si seguir acá o viajar. Y los tres respondieron lo mismo: ‘Poner en marcha el colectivo’. Incluso, los dos varones en breve se van solos a Dublín a estudiar inglés”.
“Cuando lo vivís te das cuenta de lo fácil que es si tenés ganas. Y ves que la gente es más buena de lo que parece cuando te ponés en modo viajero”, afirmó Diego a LA NACION, con el fin de alentar a otras familias a aventurarse si es lo que sueñan.
En plena planificación del próximo destino, antes de poner en marcha su colectivo y volver a partir, Diego reflexionó: “En la ruta las personas de bien se te acercan, te hacen conocer otra faceta de la vida y otra experiencia de la humanidad”. Y retomó su frase de cabecera: “El mundo es muy grande para despertarse todos los días en el mismo lugar”.
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