Decisiones morales: revelan sus engranajes cerebrales
Experiencias socioafectivas tempranas, lesiones o demencia prefrontal pueden alterar nuestra capacidad de reconocer cuándo hay intención de agredir
Nuestra civilización ubica a la moral en el pináculo de las creaciones culturales humanas y la atribuye casi por completo a la educación. Sin embargo, dos nuevos trabajos científicos que acaban de publicarse en Scientific Reports, del grupo Nature, y en el Journal of the American Medical Association (JAMA Neurology) sugieren que nuestro juicio moral depende de una variedad de otros procesos que a su vez tienen sustento biológico y pueden estar afectados tanto por experiencias psicoafectivas tempranas como por lesiones neurológicas.
"Muchos piensan en la moral como una superestructura de conocimiento, como algo que se tiene o no se tiene -dice Agustín Ibáñez, investigador Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), del Conicet y del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro, que al frente de un equipo internacional firma ambos estudios, junto con Josefina Escobar y David Huepe, de la Universidad Diego Portales, de Chile; científicos de la Universidad de Heidelberg, Alemania, y el Attachment & Adoption Research Network (de Suiza, Bélgica, Italia y Francia); Sandra Báez, Luciano Sposato y Blas Couto, también de Ineco, y Jean Decety, de la Universidad de Chicago, entre otros-. Pero hay otras formas de entender la moral como un proceso dependiente de otros mecanismos más básicos: las emociones, el aprendizaje histórico, la capacidad de reaccionar frente a estímulos peligrosos..."
En el primer trabajo ( http://www.nature.com/srep/2014/140619/srep05354/full/srep05354.html ), Ibáñez y colaboradores exploraron el juicio moral en dos grupos de chicos de entre 9 y 15 años. Uno de ellos estaba integrado por adolescentes que habían pasado hasta 24 meses institucionalizados durante su temprana infancia. El otro era el grupo de control.
"Éste es el primer estudio que analiza niños institucionalizados y su desempeño en tests que evalúan la toma de decisiones morales -cuenta Ibáñez-. Les presentamos videos de situaciones sociales de agresión intencional, accidental o neutral mientras registrábamos su actividad cerebral con electroencefalogramas de alta densidad."
Se les pidió que identificaran la intención de agredir o dañar físicamente a otro en situaciones muy simples donde, por ejemplo, una persona ataca a otra, hace retroceder una bicicleta y sin querer lo empuja, o le entrega un libro.
Pudieron observar que, en comparación con los controles, en los chicos institucionalizados la actividad frontal temprana estaba atenuada cuando debían tomar decisiones sobre la intencionalidad de dañar.
"La intención de agredir es algo muy identificable -explica Ibáñez-. Sin embargo, cuando uno analiza la actividad cerebral rápida en regiones como la ínsula, y las cortezas dorsolateral y ventromedial, puede ver mayor activación en los sujetos controles que en los chicos que habían sido institucionalizados. La reacción en estos últimos era mucho menor y más tardía."
Más aún, aunque el rendimiento de estos chicos en otros tests fue correcto, un análisis más detallado reveló que la actividad de estas regiones, vinculadas con la cognición moral, estaba reducida y asociada a problemas de adaptación psicosocial. "Esto demuestra que incluso un período muy breve en instituciones con deprivación socioafectiva en los primeros años pueden dejar una huella de retraso madurativo neurológico en la toma de decisiones morales", dice el científico.
El segundo trabajo, liderado por Sandra Báez ydirigido por Ibáñez, analizó el juicio moral en pacientes con lesiones frontales por ACV o atrofia por demencia frontotemporal. "Comparamos tres grupos de sujetos: dos con lesiones focales y uno con demencia frontotemporal, que presenta daño en áreas más distribuidas -detalla Ibáñez-. Las pruebas consistían en la presentación de 24 relatos a partir de los cuales hay que decidir si el protagonista tiene o no intención de agredir y decidir qué castigo le daría en una puntuación de 0 a 7."
Las historias cabían dentro de alguna de estas cuatro situaciones:
-"María quiere asesinar a Pepe. En lugar de azúcar le da cianuro y Pepe se muere. ¿Qué puntaje le daría a esa acción?"
-"María quiere asesinar a Pepe, pero en lugar de cianuro le da azúcar".
-"María no quiere asesinar a Pepe, le da azúcar, pero en realidad es cianuro y Pepe se muere."
-"María no quiere asesinar a Pepe y le da azúcar."
Los pacientes con lesiones frontales o demencia frontotemporal mostraron mal rendimiento sólo en una de esas pruebas: pensaban que si María quería matar a Pepe, pero no lo mataba, no era tan censurable desde el punto de vista moral.
"Estas personas no mostraron déficits en otras áreas de la cognición -aclara Ibáñez-. Les va bien en las pruebas de atención y de memoria. Incluso pueden estar desempeñando una vida social y laboral activa. Sin embargo, estos tests detectan daños muy sutiles en el juicio moral, que plantean dilemas incluso en el plano legal. ¿Habría que desarrollar herramientas más sensibles para evaluar la aptitud? ¿Se puede culpabilizar a adolescentes que tienen retraso madurativo en estas áreas? Sin duda, a la luz de estos conocimientos, habrá que dar éstas y otras discusiones."
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