De visitar al Pity Álvarez en la cárcel a dar misa en la casa de Juanse: la historia de César, el cura rockero
Tocó con León Gieco y grabó con el Negro García López; “El Papa Francisco me pidió varias canciones”, asegura a LA NACIÓN
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“Para mí Dale alegría a mi corazón es un salmo… o Está saliendo el Sol, del Pity (Álvarez), por ejemplo, es una canción muy profunda, que te habla de algo sobrenatural”, opina el Padre César, quien si bien carga la sotana, también lleva la guitarra y la cultura de la música, que lo convirtió en “el cura rockero” de Villa Luro. Porque, a decir verdad, las dos cosas pueden convivir en un mismo ser, como él mismo señala.
Su poca ortodoxa, pero no menos fiel, manera de vivir el sacerdocio lo llevó a rincones que nunca pensó que alcanzaría. Tal es así que tocó con León Gieco; grabó un disco con la producción del “Negro” García López (histórico violero de Charly García) y forjó una amistad que perdura hasta hoy con el Pity Álvarez, preso por el asesinato de un vecino en 2018. Sin embargo, para Cesar, esas facetas de su ser no podrían existir sin su creencia religiosa.
“Yo me siento un ser humano que es músico que, a su vez, es sacerdote. Nunca podría separarlos porque sería sacar algo de cuajo fundacional en mi vida, que tiene que ver con mi existencia y que, por otro lado, Dios puso en mi vida”, explica el Padre César a LA NACIÓN.
Su mote rockero le dio alegrías, como esas que canta Fito Páez, y también lo llevó a los escenarios, tanto propios como ajenos: hizo desde una misa en la casa de Juanse y hasta bendijo el camerino antes de un recital de La Beriso.
También recibió pedidos del propio Papa Francisco: “Me pidió varias canciones; una se llama Amor abandonado, que le gustó muchísimo. Está dedicada a las prostitutas, pero con la mirada de Jesús… no condenando a las mujeres sino devolviendo dignidad y un manto de misericordia sobre un oficio tan vapuleado y denigrado”. “Jesús fue el primero que públicamente, o por lo menos que yo conozco, incorporó el feminismo a la vida de la sociedad. Porque cuando van a apedrear a la llamada mujer adúltera les dijo a los tipos que el varón también era adúltero, y por otro lado, ¿quiénes somos para matarla o apedrearla? No somos nadie”, cuestiona.
Un amigo es una luz
De todos los caminos que transitó el Padre César, el que más sorprende es su amistad con Cristian “El Pity” Álvarez. El cantante está preso desde 2018, acusado del asesinato de Cristian Maximiliano Díaz. Desde entonces, está preso bajo tratamiento psiquiátrico en la cárcel de Ezeiza.
“Estuve con él por la mañana de su cumpleaños (el 28 de junio); lo fui a saludar. Lo vi tranquilo. Si vos preguntás dentro de cualquier establecimiento penitenciario si alguien está contento de estar ahí, nadie te va a responder que sí; pero lo noté tranquilo y estuvimos hablando un buen rato”, reveló.
Por más difícil que pueda parecer la amistad entre un representante de la Iglesia y el cantante de Intoxicados, César asegura que “es algo genuino”, lleno de buenas intenciones para el otro desde las dos partes.
“Compartimos cosas lindas más allá de lo que cada uno haga, él no me evalúa como sacerdote y yo no lo evalúo como artista, somos amigos y tenemos un trato muy lindo. Cristian es un ser humano muy bello, muy buena persona. Es un hombre muy profundo con una interioridad muy rica, es un lujo compartir esa gran amistad con él”, destaca.
Mi amor por vos, es único
En el mundo de la religión católica, como en el de todas las cosas en general, existen varias maneras de llevar el sacerdocio, aunque claro, para muchos el rock no es una de ellas. “Hay una idea de que para ser sacerdote tenés que tener una parroquia o ir a trabajar a una villa. Mi sacerdocio está en una grabación o en un escenario”, agrega. Sin embargo, admite que para él mismo convencerse de este camino fue todo un desafío.
“En un principio yo había dejado la música en el seminario, hasta que vino un superior que tuve, Oscar Delfino, que me contó que me había hecho las luces en un recital de rock diez años antes. Me preguntó por qué no hacía más música y me dijo que si Dios me había dado un don, no era bueno que lo enterrara”, rememora.
Delfino lo contactó con el Padre Segade, reconocido y talentoso músico y arreglador de la Misa Criolla. “Él me llevó a una profesora de piano y me puso en su coro de Canto Gregoriano y de música sacra”, dice. Más enfocado en su decisión que nunca, su camino lo lleva a Villa Luro, al Sacratísimo Corazón de Jesús, parroquia en la que aún habita.
“Un día el que viene a traer las ofrendas es el “Negro” García López, que era el violero de Charly García. Nos pusimos a hablar, le conté que tenía una parva de canciones, me ofreció producirme el disco, lo grabé y volví de nuevo al rock, al barrio y al adoquín… y no me fui nunca más”, cuenta entre risas.
Está saliendo el sol, que es sin dudas mi Dios
“Yo no era creyente”, admite César y recuerda que fue la música la que lo llevó a conocer su espiritualidad, mucho antes de su llegada la parroquia de Villa Luro. “Me llevaron a tocar a la Parroquia San Ramón Nonato en Santa Fe para unos inundados… por el año 1984. Cuando llegué ahí me encontré con un grupo de sacerdotes y misioneros que era alucinante lo que laburaban por los demás”, explica.
“Ahí me di cuenta de que era un parlanchín de la vida, más que alguien que hacía algo concreto”, dice antes de sumar: “Mientras yo hablaba había tipos que estaban juntando cosas para llevar a un Añatuya, un poblado de Santiago del Estero para acompañar y ayudar a la gente con más carencias del país”.
Volvió de allí conmovido y dos años después ya estaba viviendo en un internado para ser cura. Para César ayudar no alcanzaba, sentía un llamado más sagrado. “Si yo te lo explicara te mentiría, es un misterio la vocación y cuando volví me di cuenta de que quería entrar al seminario”, admite.
Su tema más conocido nació gracias al hit de música electrónica que cantaba Pa Panamericano, y que él parafraseó como “Papa Latinoamericano”, y es otra de las pruebas de esta mixtura religiosa que decide profesar: “Con plumas ancestrales me refiero al origen religioso que hay sobre esta tierra. Ya viene desde los Incas y Aztecas. Hay toda una riqueza espiritual en nuestra tierra que no hablaría bien de la Iglesia dejarla de lado”.
Y esa mentalidad no se limita a lo religioso, sino también a lo musical, a tal punto que se anima a hablar del trap y el reggaetón. “Yo los respeto mucho porque son modos que tienen un montón de personas de comunicarse, por algo hay muchos que se sienten identificados con esos ritmos, esas letras y esos modos de hacer la música”, admite.
Me gusta el rock, el maldito rock
Existe cierta creencia que el rock and roll y lo religioso transitan veredas opuestas. “Bob Dylan, Bono, Juanse y muchos más son súper creyentes”, enumera y, aunque admite que “hay gente que por ahí se separó de la religión porque hubo algunas cosas que a su sensibilidad le hicieron mal de la Iglesia”, eso no significa que no hay que respetarla y entenderlas.
“Escuchar las letras de Fito Páez y no ver que ahí hay una inspiración de Dios o escuchar a Spinetta… León Gieco, Lerner, Vox Dei, Litto Nebbia, es un poco injusto hablar de unos si y otros no”, argumenta convencido.
“Cuando vos estás en un camino de verdad te terminás encontrando con todos los que van a ese lugar, para mí esta gente que te nombro del rock nacional son gente verdadera”, agrega.
Las historias guardadas en sus recuerdos parecen darle la razón. “Un compañero mío me dijo que la canción Yo no quiero volverme tan loco, de Charly García, lo ayudó a repensar su vida y decidió entrar al seminario”, cuenta César y destaca: “Lo que menos imaginó Charly cuando escribió ese tema es eso, pero como una vez me dijo León Gieco: ‘Las canciones son disparadores, vos la hacés y no sabés dónde le termina pegando a una persona’”.
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