Hace 35 años que Inés Camilloni se dedica a investigar sobre cambio climático; “las responsabilidades de cuidados afectan particularmente a las trayectorias académicas de las mujeres”, remarcó
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Su vocación para torcer el yermo destino del planeta se fundó sobre la base de su pasión por la física y la matemática. Creció en la zona de Congreso, pero a los siete años se mudó al barrio porteño de Palermo y nunca se fue. No recuerda tener un interés especial por el ambiente natural que la rodeaba: su contacto se daba cuando visitaba una quinta familiar, generalmente durante el fin de semana.
A pesar de su esquiva conexión con la naturaleza, Inés Camilloni, de 58 años, doctora en Ciencias de la Atmósfera por la Universidad de Buenos Aires (UBA), residente en el Programa de Investigación de Geoingeniería Solar de la Universidad de Harvard y miembro de la Comisión Mundial de Ética en el Conocimiento Científico Científico y la Tecnología (Comest) de Unesco, es hoy una de las científicas argentinas más relevantes en relación con el estudio sobre cambio climático, las perspectivas futuras, y los impactos y riesgos a los que se enfrenta la humanidad.
Es que su interés primario por la ciencias exactas no se agotó ahí, sino que buscó una profesión en la que pudiese aplicar sus conocimientos. “Así es como llegué a la meteorología y a su relación con las actividades humanas. Quería entender cómo las acciones del hombre cambian el clima y cómo este, a su vez, modula y afecta a la vida de las personas”, cuenta la experta en diálogo con LA NACION.
En un nuevo día internacional de la mujer y con 35 años como profesional, hizo hincapié en las brechas de género que, en su opinión, todavía persisten en la investigación científica y precisó la razón por la que las mujeres son agentes de cambio en temas de adaptación y mitigación frente al calentamiento global. “Somos las más vulnerables frente al cambio climático, especialmente las de comunidades marginadas, de minorías étnicas y las que viven en la pobreza”, razonó Camilloni.
Y retomó una frase de una colega para explicar el porqué de este involucramiento: “Para hacer frente a la crisis climática hace falta valor, no esperanza”.
Así, a pesar de que bajo su mirada los mecanismos de participación distan de ser efectivos, institucionalizados y representativos, cada vez más mujeres se involucran: “Porque identificamos la amenaza y los riesgos del calentamiento global y entendemos que la única solución es la acción urgente”.
Techo de cristal
Camilloni reconoce que en los últimos años las mujeres latinoamericanas han logrado mejoras significativas en lo que se refiere a su inclusión en procesos científicos y tecnológicos, así como en la producción en ciencia y tecnología. Sin embargo, explicó por qué todavía persisten obstáculos personales, culturales e institucionales que limitan su desarrollo pleno. “Las responsabilidades de cuidados afectan particularmente a las trayectorias académicas de las mujeres en distintos momentos y etapas, y las ubican en una posición de desventaja respecto de sus pares varones”, remarcó la climatóloga, quien señaló, además, que las crisis sanitaria producto del Covid-19 profundizó las desigualdades de género.
“Durante la pandemia las tareas de cuidado se incrementaron en una proporción importante para mujeres científicas, afectando su producción y aumentando la brecha con colegas varones que, por el contrario, publicaron más que en condiciones normales”, señaló.
Su trabajo en Harvard
A Camilloni se la nota cansada luego de un agotador día de trabajo que involucró conferencias y charlas sobre su proyecto de investigación actual: la geoingeniería solar. La fatiga, no obstante, pareciera no hacer mella en su voluntad por generar consciencia ambiental y explicar, con paciencia y dedicación, de qué se trata la línea de estudio más importante en la que se encuentra trabajando desde hace cuatro años, y que supone una novedad tanto para el país como para América Latina. “Implica la evaluación de los potenciales impactos que tendría la aplicación de la geoingeniería solar como estrategia frente al cambio climático”, señaló la especialista.
“Representa una alternativa tecnológica que busca que se refleje mayor cantidad de energía solar de vuelta al espacio que lo que ocurre en la actualidad y, de esta forma, hacer que baje la temperatura del planeta –profundizó–. Esta posibilidad se da a partir de la aplicación de una tecnología que se sustenta en una analogía a las erupciones volcánicas de magnitud que, cuando ocurren, incorporan pequeñas partículas llamadas aerosoles a la estratosfera, y que generan un efecto de mayor reflexión de la luz solar”.
Como afiliada de la investigación en la Universidad de Harvard desde 2019, Camilloni destacó la importancia del avance del conocimiento científico sobre los potenciales riesgos y beneficios de estas tecnologías, que se están presentando como un suplemento ante las acciones de mitigación y adaptación frente al cambio climático.
El camino que la llevó a estudiar esta alternativa frente al calentamiento global fue a través de una invitación. En 2014 la llamaron para participar de una reunión sobre Ingeniería Climática en Washington D.C. por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Desde entonces, su interés por la idea de la geoingeniería solar no paró de crecer, hasta que, en 2018, después de recibir financiamiento internacional, pudo iniciar y dirigir el primer proyecto de investigación en América Latina para evaluar sus potenciales impactos.
“La Universidad de Harvard hace ya muchos años que investiga acerca de la geoingeniería solar desde los aspectos físicos-químicos a los políticos y económicos por lo que la vinculación que tengo con ellos es fundamental para comprender todas las dimensiones de esta tecnología”, destacó la especialista.
Cómo manejar la “ecoansiedad”
Camilloni tiene como hábito la separación de basura, trata de hacer un uso eficiente de la energía en su hogar y, “en la medida de lo posible”, de usar el transporte público. “Estoy haciendo cambios para ser cada día una consumidora más responsable, utilizando como pilares los principios básicos de reutilizar, reducir y reciclar”, contó a LA NACION. Y confesó que lo que más le cuesta es evitar el desperdicio de alimentos por el vencimiento de algunos productos.
“La ciencia nos dice qué riesgos enfrentamos y nos dice también que muchos de esos riesgos pueden ser disminuidos o evitados si tomamos medidas a nivel individual y como sociedad en su conjunto. Es esencial entender que no estamos condenados a desaparecer a causa del cambio climático y que, si bien nos enfrentamos a un clima seguramente más severo y peligroso que el actual, contamos con una variedad de herramientas para hacerle frente”, remarcó.
Las claves para manejar la ansiedad, según la especialista, se basan en mantenerse informado y actuar. Repite que la esperanza, el cimiento para seguir adelante, se construye. “Esta idea la sigo sosteniendo: generamos esperanza cuando trabajamos por un planeta ambientalmente sano donde dominen la justicia, la equidad y la inclusión”, apuntó.
Camilloni no levanta la voz y es paciente para explicar temas complejos. Al referirse a las personas que niegan el cambio climático, ella responde: “No se trata de creer o no. Múltiples evidencias como el aumento de la temperatura, el ascenso del nivel del mar, el retroceso de los glaciares, y las olas de calor más severas y frecuentes, indican que el clima está cambiando”. La razón y los datos, parte de su escudería. El método científico, su baluarte.
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