LA NACION llegó hasta el imponente templo en honor a la Patrona de Argentina en busca de sus recovecos; desde un órgano de culto al ascenso al campanario, una travesía que merece ser conocida por todos
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La Basílica Nuestra Señora de Luján es una de las postales más difundidas a la hora de pensar en aquellos sitios religiosos que congregan a una feligresía multitudinaria. Sin embargo, el templo, bello y armónico, de dimensiones inabarcables y simbolismos sobrecogedores, posee rincones no tan divulgados. Espacios secretos que la mayoría no conoce, pero que, a través del Área de Turismo y Patrimonio de la propia basílica se han abierto al público. Así, convirtieron a la visita en una mágica recorrida de ensueño, historia y emoción.
“Como uno es vecino de Luján y, además, tiene esta profesión, se sorprende cuando la gente se emociona ante la Basílica, algo que, de alguna manera, nos hace revalorizar todo esto que admiramos tanto, pero que tenemos muy naturalizado por la cercanía”, explica Romina Ramírez, guía de turismo de nivel superior y docente, rango que comparte con sus colegas Leonardo Ferrari y Sebastián Martínez, quienes son expertos en la promoción del turismo y en la gestión y difusión del patrimonio. Junto a los profesionales, Gonzalo Moreira, quien ofició de organizador del encuentro, Diego Ocampo, un entusiasta hombre de fe, que es diácono de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján y es el rector administrativo de la Basílica, también se ocupa de preservar el legado del lugar.
Todos ellos guían a LA NACION en una recorrida que incluye lugares realmente asombrosos, la mayoría abiertos al público y algunos otros que próximamente serán acondicionados para convertirlos en rincones accesibles y seguros para el visitante.
Si las faraónicas torres de más de cien metros de altura se divisan a varios kilómetros a la redonda y enmarcan la fotografía de millones de turistas, lo cierto es que el ascenso a las mismas es un secreto atractivo que pocos aún han disfrutado.
Conocer de cerca el órgano, uno de los pocos de su estirpe en el mundo, o la cripta, con múltiples imágenes, forman parte del programa, como así también la muestra histórica, los símbolos de la fachada y la nave central que también merecen una parada.
Hoy es posible visitar Luján de otro modo, gracias a las visitas guiadas que todos los días se realizan en este santuario único, de notable valor arquitectónico y donde cada piedra esconde una rica historia de fe, convicción y milagros, un pináculo de la cristiandad en América al que concurren 30.000 feligreses por fin de semana.
“Estamos de lunes a lunes, la gente puede venir en cualquier momento”, dice Sebastián Martínez, quien comenta que “son cuatro los circuitos que se realizan, dos de ellos son de carácter estándar, donde se recorre la cripta que cuenta con más de 70 advocaciones y se puede visitar el Museo Histórico, un lugar muy importante al acercarnos a los 400 años del milagro de Luján”. “En el Museo se puede observar la corona original de la Virgen, que tiene que ver con la primera coronación pontificia de América”, apunta. Algunos de los circuitos incluyen el ascenso a parte de las torres, una de las propuestas más atractivas.
Nave central
Impacta ver cómo, a medida que se levanta la vista, y se observa bien arriba, muy cerca del techo, los vitrales de diseño exquisito van permitiendo el paso de los rayos del sol. No es casual que, al ras del piso, donde camina el visitante, haya más oscuridad. Toda una simbología de espíritu neogótico. Dios está arriba y es el que ilumina. A medida que se avanza en la recorrida, se van aclarando detalles arquitectónicos y curiosidades como esa. “Una catequesis de la arquitectura, ya que todo rinde tributo a Dios y a la Virgen de Luján”, manifiestan los expertos.
La Basílica se construyó entre 1890 y 1935, aunque Diego Ocampo explica que “luego del fin de obra se continuaron haciendo agregados arquitectónicos, como la terminación de la torre principal”. La aguja, que se puede ver en el remate en altura, se colocó en 1937.
Para pensar en el monumental edificio, no se puede obviar el nombre de José María Salvaire, el sacerdote francés que fue quien propulsó la creación del templo y siguió de cerca la construcción del mismo, encargándose incluso de encontrar la piedra precisa que él buscaba para ornamentar los frentes y que no quedaran con los ladrillos expuestos. El arquitecto a cargo de la obra fue el francés Uldéric Courtois.
Se construyó de atrás hacia adelante, sobre las ruinas del templo anterior del que sólo queda el cimiento en lo que es el basamento de las torres. También se dice que una puerta antigua y resguardada perteneció a aquel edificio primigenio. “Corresponde al Neogótico, un estilo decimonónico que nace en Inglaterra y que está inspirado en la Edad Media, ya que se buscaba volver a los valores fundamentales del cristianismo medieval, por eso había que imitarlo”, dice Leonardo Ferrari.
Al ingresar a la Nave Central de la Basílica, la inmensidad conmueve. Imposible no sentir una sensación de recogimiento ante este lugar inspirador. Al ingresar, sorprenden los dos elementos fundamentales de la arquitectura gótica que son el arco apuntado y la bóveda de ojivas o de crucería.
En las visitas guiadas se explican detalles del estilo del techo que, además, cuenta con un sobretecho que no se ve, una suerte de pasadizo desde donde se mueven las inmensas lámparas, una de las joyas con las que se engalanó el lugar.
Las lámparas votivas fueron realizadas en honor a los bonaerenses, argentinos, paraguayos y uruguayos, devotos de Luján. “La gente le hacía un pedido a la Virgen y, cuando se cumplía, le traía algo de plata para agradecer, los llamados exvotos. Ante esto, el padre Salvaire decidió generar las lámparas, que son obras de arte realizadas con el fundido de aquellas ofrendas”, sostiene Leonardo Ferrari.
La luz y el color de las lámparas representan la diversidad. Simbolizan la oración y cuando el templo cierra, son lo único que queda encendido, junto con la imagen de la Virgen. También hay una lámpara votiva en honor a los irlandeses, comunidad que colaboró mucho con el templo, ya que hay una colonia muy grande en Luján. En concordancia con este ideario de hermandad latinoamericana, los tres ingresos y las naves del templo están representando a cada país.
La mesa del retablo del altar mayor está realizada en mármol, bronce, ónix y mosaicos. Levantando la vista aparece la imagen de la Virgen, que recubre a la imagen original que se encuentra dentro de la figura, muy bien conservada.
“La Basílica se revistió en piedra, a pesar que no había piedra en la llanura pampeana, pero Salvaire, entendiendo que el estilo también representaba lo mejor del cristianismo, decide conseguir las mejores piedras donde sea”, reconoce Sebastián Martínez.
Así fue como el cura francés descartó ejemplares de Tandil y Mar del Plata y se decidió por las piedras de Colón, en la provincia de Entre Ríos; material que llegó en barco al puerto de Buenos Aires y de allí fue acopiado en tren para ser trasladado rumbo a Luján.
Las torres
“A partir del trabajo de nuestra área, se abrió el acceso a las torres y al ápside que es la parte posterior de la Basílica, desde donde se hace una salida al exterior por los techos, lugar que tiene una linda vista y se aprecian los elementos arquitectónicos del neogótico”, describe Leonardo Ferrari.
Indudablemente, el ascenso a las torres es uno de los platos fuertes de las visitas guiadas. Si bien el recorrido es seguro, no es aconsejable para personas con vértigo. La subida a las torres se realiza por varias escaleras que cuentan con varios descansos reparadores.
A medida que se asciende y se observa el exterior, es imposible no emocionarse ante la belleza y la monumentalidad, no exenta de simbolismos que terminan por redondear una conjunción neogótica y neomedieval.
Si el aire comienza a faltar, es mejor hacer una pausa, pero lo cierto es que, a paso lento, se llega muy bien a las alturas. Desde aquí arriba, ¿se estará más cerca de Dios?
El Área de Turismo y Patrimonio de la Basílica propone dos tipos de ascenso a las torres: uno a cuarenta metros, a través de la mística de la escalera, ya que hace cien años no fue pensado para hacer turismo, aunque, a futuro, se instalará un ascensor. “Se trabaja en poder seguir subiendo, pero antes hay que poner en valor algunos sectores para llegar hasta los sesenta metros, aunque la altura total es de 105 metros”, explica Sebastián Martínez.
En una de las paradas, se puede apreciar nítidamente el estilo neogótico que se utiliza en la ornamentación, con elementos como el hierro forjado, el cobre y el bronce. En la Galería a Giorno se percibe claramente esta conjunción.
La parada en altura permite ver a la ciudad de Luján íntegra. Foto única en el atardecer de un verano tardío. De pronto, la vista los descubre a ellos. Custodios del templo, la representación de los grifones, animales mitológicos de la antigüedad, impacta por su postura: “Se ubican al acecho, porque fuera de este lugar está siempre el demonio, por eso uno está sano y salvo cerca del templo”, explica Leonardo Ferrari.
“Todo cumplía una función, pero debía ser bello y transmitir simbología religiosa”, coinciden los tres guías. La famosa avenida con bulevares, esa que lleva de la ruta al centro de Luján, se percibe diminuta desde las alturas. Indudablemente, la subida a las torres es un imperdible de la visita.
Medir el tiempo
A medida que se va subiendo, se atraviesa el campanario compuesto por 22 campanas. A la hora, el sonido será inquietante, cada quince minutos, la marcación será más leve.
El diácono Ocampo reconoce que el tronar de las campanas va en sintonía con “la obsesión de los seres humanos por medir el tiempo y hasta por saber cuándo vamos a morir”. En breve se abrirá el carrillón y una parte del ascenso deberá hacerse con guantes y cascos calzados que serán provistos por los organizadores.
Si impacta el engranaje mecánico que hace sonar las campanas, en coordinación con un pequeño motor, es impactante estar a la altura de los famosos relojes que se aprecian en las torres, pero, esta vez, vistos desde adentro.
Descenso
Al bajar, una parada obligada es la galería del triforio, desde donde se puede ver una gran vista de la nave central. “En el siglo pasado, la gente que venía de muy lejos se quedaba a pernoctar en este sitio del templo”, describe el guía Martínez.
Desde allí arriba se puede ver el Camarín de la Virgen, las lámparas votivas con la Argentina presidiendo la escena. Más allá, la Bandera Argentina, infaltable tratándose de la Virgen de Luján, Patrona de la Patria, de hecho, San Martín y Belgrano rezaron en Luján.
También pasaron los presidentes contemporáneos y casi todos firmaron el libro de visitantes ilustres que encierra alguna curiosidad. Cuando a la entonces presidenta María Estela Martínez, ya viuda de Juan Domingo Perón, le tocó el turno de rubricar el libro, retrocedió algunas páginas, una forma de ir hacia atrás en el tiempo, y estampó su firma entre la de su exesposo y la de Eva Duarte. “Fue como querer cambiar la historia o el curso de los acontecimientos, algo que es imposible”, sostiene el rector administrativo de la Basílica.
Aquellos acordes...
Si las torres impresionan por su elegancia, suntuosidad y altura, lo cierto es que el imponente órgano no se queda atrás. “Hay quince de este tipo, este es el segundo en tamaño, ya que el más grande se encuentra en el Santísimo Sacramento porteño”, aclara el guía Sebastián Martínez.
Si observar su teclado implica que la razón se funda en acordes, recorrer la parte posterior del órgano permite descubrir un engranaje majestuoso de 3880 tubos que funcionan con un compresor de aire y un teclado. Una joya, también mobiliaria, que encierra un oficio artesanal. Fue traído de Francia y fue fabricado por la firma Cavaillé-Coll y donado al templo alrededor de 1910, en plena etapa de construcción. “Es una orquesta en sí mismo”, grafica uno de los guias.
Actualmente se encuentra atravesando un proceso de mantenimiento y limpieza, luego de su último concierto donde se lo utilizó para la interpretación de La Misa Criolla. “Es un instrumento muy noble, tenemos un organero que nos ayuda mucho en su mantenimiento”, dice el diácono.
Cripta
“La cripta funcionó como depósito, hasta que en 1980 se habilitó con el nombre de Templo de América, cuando se trajeron imágenes de la Virgen de distintos puntos del continente”, explica uno de los guías y agrega: “Muchos llegan por amor al estilo neogótico o porque saben que en la cripta hay una advocación vinculada a su país”. A Luján llegan feligreses de sitios tan alejados como Líbano o Corea del Norte.
También el Museo Histórico encierra una rica historia que vincula lo religioso con el devenir de los tiempos del país y, desde ya, donde se puede desandar el camino de la conformación de esta Basílica que, cuando se erigió, era una monumental construcción en medio de la llanura.
No fue caprichoso el emplazamiento. Allí, dice la historia religiosa, la imagen de la Virgen se quiso quedar. En medio de pajonales y al cuidado del Negro Manuel. “Nosotros contamos el milagro, lo mismo que hacía el Negro Manuel, que se quedó a cuidarla”, sostiene Ocampo en relación a ese hombre joven, testigo del milagro de Luján, y del que se pueden apreciar varias imágenes a lo largo del recorrido.
Al servicio de la fe trabajan 43 empleados y en la casa parroquial viven ocho sacerdotes, una cifra exigua ante el enorme trabajo religioso que implica la Basílica. También ayuda un importante número de colaboradores, cifra que se incrementa cuando se realiza la tradicional peregrinación que parte del santuario de San Cayetano en el barrio porteño de Liniers. Si para muestra es necesario un botón, en el patio del claustro anexo se realizan 20.000 bautismos por año, lo cual habla de la dimensión de fe que encierra Luján.
“La gente que llega a la Basílica viene a encontrarse con María. En ese encontrarse sólo podemos contemplar, excede lo que podemos entender. En no pocas oportunidades, gente que nunca pisó una iglesia, se emociona ante la imagen de la Virgen, ante ella nos animamos”, sostiene el diácono Ocampo, un hombre cuya fe lo lleva a concluir que “la Virgen te va armando el camino”.
Sobre el final, llega para saludar Lucas García, sacerdote que tiene el cargo de rector del santuario y ofrece una medalla a modo de recordación de la travesía.
El cansancio no cuenta a la hora de pensar en los caminos recorridos. En ese cruce donde razón y fe se dan la mano, donde la simbología religiosa se conjuga con la belleza arquitectónica.
La Basílica Nuestra Señora de Luján es un sitio ineludible de los católicos, pero también de aquellos que se entusiasman con la historia, lo simbólico y con los misterios de sus construcciones. Para todos ellos, creyentes o no, la recorrida por el templo imponente se convierte en una travesía de ensueño. Conmovedora e inspiradora. Aún para el más incrédulo.
Basílica Nuestra Señora de Luján: dónde está y cuándo se puede visitar
San Martín 51, Luján, Provincia de Buenos Aires.
Lunes a viernes de 10 a 16.30.
Sábados y domingos de 10 a 18.00.
Instagram: @turismo_basilicadelujan
Tel. (02323) 421252 Int. 130
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