De la economía del avestruz a la del canguro: por qué no somos Australia y qué necesitamos para serlo
Transcurría 2013, comienzo de aquella campaña electoral para las legislativas. La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner decía que la Argentina crecía a tasas chinas y estábamos mejor que Australia y Canadá, fundamentando sus dichos en cifras del Indec, que luego fueron desmentidas desde el ámbito académico y por el nuevo Indec. En otros términos, estaba describiendo la economía según la visión típica del avestruz: no querer ver la realidad [1].
En septiembre de 2016, el presidente Mauricio Macri presentó su plan productivo ante la Unión Industrial Argentina (UIA), tomando como ejemplo el caso de Australia, enfocando en una apertura gradual y negociada de la industria hacia el exterior, con una transición que implica recursos fiscales destinados al otorgamiento de subsidios y transferencias, aunque sin aclarar las cifras de las principales variables macroeconómicas requeridas para dejar de ser la economía del avestruz y parecernos a la economía del canguro [2].
Más allá de las aspiraciones de nuestra clase dirigente, lo que resulta cierto es que a pesar de disponer de una base de recursos naturales similar, la Argentina hoy tiene el 35% del ingreso anual per cápita de Australia, cuando a comienzos del siglo XX teníamos un ingreso por habitante similar.
Tal como señalan Kenneth Rogof y Carmen Reinhart en su libro This Time is different (2011), los gobiernos tratan de convencer a la sociedad de que esta vez es diferente, que las reformas económicas implementadas permiten vislumbrar el fin de las crisis.
A esta reflexión le podríamos agregar aquella que afirmaba que el país está condenado al éxito, como decía el expresidente Eduardo Duhalde a principios de este siglo.
Sin embargo, la sociedad argentina se encuentra viviendo una nueva crisis económica que demuestra una importante frustración de su riqueza: debe aprender a vivir de su propio esfuerzo, dadas las adversas condiciones internacionales, y sin esperar que la renta de un recurso natural nos salve.
En efecto, la sociedad argentina esta implícitamente pasando el trance de haber tomado como permanente el nivel del precio de nuestro principal producto de exportación, la soja. Este alcanzó en 2011 los 600 dólares por tonelada, habiendo crecido desde niveles inferiores a 200 dólares a mediados de 2002, y la sociedad estuvo gastando a cuenta de los stocks de recursos naturales y las reservas del Banco Central, cuando en el presente el precio de la oleaginosa se encuentra por debajo de US$320 la tonelada.
Mejoras de productividad permiten que el esfuerzo de inversión necesario para crecer sea menor, sostiene mejoras de salario real a largo plazo y genera competitividad genuina de las exportaciones sin recurrir a devaluaciones abruptas
Asimismo, los niveles de inflación actuales, que multiplican por 10 la inflación anual de nuestros vecinos, demuestran que esta vez no fue diferente y que la historia argentina se repite.
Un síntoma de la inestabilidad inflacionaria permanente es que desde mediados de siglo la duración promedio de la gestión de los ministros de Economía ha caído notablemente, a un ritmo de un ministro por año, y con similar tendencia en la duración del presidente del Banco Central [3].
Mas allá de las promesas políticas, veamos algunos números duros que nos permiten fijar objetivos cuantitativos para llegar a ser la economía del canguro.
El dilema no es menor si se toma en cuenta el cementerio de oportunidades perdidas que resulta la economía argentina. El país casi nunca logró crecer más de siete años seguidos desde comienzos del siglo XX. En el último siglo, la Argentina creció 1% per cápita promedio anual, mientras que Australia lo hizo al doble: 2%. La diferencia se explica básicamente por la falta de dinamismo de la productividad de nuestra economía.
Un factor clave que explica el crecimiento y los niveles de ingreso per cápita de las economías desarrolladas ha sido y es la productividad y eficiencia con que se utilizan factores productivos tan importantes como el stock de capital, el capital humano, el capital natural y las innovaciones.
Mejoras de productividad permiten que el esfuerzo de inversión necesario para crecer sea menor, sostiene mejoras de salario real a largo plazo y genera competitividad genuina de las exportaciones sin recurrir a devaluaciones abruptas.
De acuerdo con las mediciones del proyecto Arklems+LAND, ¡¡¡la productividad de la economía argentina no para de caer desde mediados de la década de 1970 y se encuentra estancada actualmente en niveles similares a los del año 1950!!!, lo que demuestra nuestra imposibilidad de crecer y generar desarrollo y riqueza.
Para crecer y desarrollarse, la economía argentina debería ahorrar e invertir entre 5 y 7 puntos del producto bruto interno (PBI) por encima de su tasa de inversión histórica (20% del PBI). Los niveles de inversión actuales se acercan al mínimo del año 2002 (12%), que está 8 puntos por debajo de la media histórica. El dato es equivalente al déficit financiero del sector público consolidado y está peligrosamente por debajo de las necesidades de reposición del stock de capital. Esto puede leerse como destrucción del PBI potencial argentino.
Las exportaciones juegan un rol clave en la sostenibilidad externa del crecimiento económico, evitando así crisis de deuda y de balance de pagos. El volumen de exportaciones está creciendo muy por debajo de las necesidades de importación de la economía argentina. Más aún, el crecimiento en volumen de las exportaciones fue muy reducido durante el auge de las commodities: la expansión de exportaciones de la década pasada se produjo más por precios que por cantidades.
Asimismo, para generar las divisas genuinas que permitan sostener el crecimiento sin crisis de la balanza de pagos, la Argentina debería duplicar el crecimiento del volumen de exportaciones respecto de la dinámica que tuvieron durante el auge de los precios de las commodities. Más aún, si el objetivo fuese alcanzar el ingreso per cápita de Australia en una generación (30 años), entonces la exigencia sobre la capacidad de exportación de la economía argentina sería mayor aún: el crecimiento del volumen de exportaciones debería triplicarse respecto de su desempeño histórico.
El esfuerzo que debería realizar la sociedad argentina en términos de inversión, ahorro, productividad y exportaciones no solo es de una cuantía importante, sino que requiere persistencia y continuidad por más de una década.
El reto de la política es plantearle a la sociedad el importante desafío a futuro que requiere el desarrollo económico, mediante instituciones sólidas e independientes que incentiven la productividad, el ahorro, las exportaciones y el empleo productivo, recurriendo a la economía del canguro y dejando a un costado la economía del avestruz.
Director del Centro Estudios de la Productividad y coordinador del proyecto Arklems+LAND
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