De la capital del crimen, al paraíso de los narcotraficantes
En Guatemala, la corrupción dejó que grupos criminales reemplacen al Estado
La de Guatemala es una historia violenta. Además de ser conocida como la capital del crimen, es uno de los países más violentos del mundo y, desde hace tiempo, sus funcionarios coinciden en que se convirtió en el primer narcoestado de América latina.
Pero esa violencia no es actual, sino que tiene una raíz más profunda: Guatemala se desangró en una guerra civil durante 36 años y fue escenario del genocidio más sanguinario de América latina, que dejó 250.000 muertos y 500.000 desaparecidos.
Por su larga tradición de corrupción y de pobreza extrema; por su débil economía y la falta de justicia, no llama la atención que las funciones del Estado hayan sido usurpadas por el crimen organizado.
"Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que los gobiernos anteriores planificaron la entrega del país al narco", había dicho el presidente Alvaro Colom en una entrevista con el diario El País.
También Francisco Dall'Anese, jefe de la Comisión Internacional contra el Crimen Organizado en Guatemala (Cicig), declaró durante una entrevista con la BBC que "el narco compite con el Estado".
Estas afirmaciones coinciden con el diagnóstico realizado por los fiscales que luchan contra la impunidad en el país, que insisten en que si Guatemala no es ya un narcoestado, está a punto de convertirse en uno de ellos. El narcotráfico avanza a pasos agigantados en este territorio, sobre todo, desde que el vecino México lanzó una dura guerra contra los carteles de la droga.
El primero en cruzar la frontera y desembarcar en Guatemala fue el cartel de los temibles Zetas, y con su violencia extrema comenzó a adueñarse del norte del país.
Hace menos de dos meses, estampando su sello macabro, Los Zetas marcaron territorio con la matanza y decapitación de 27 campesinos en Petén, un departamento del norte del país. Y cada vez son más las historias de narcos que se balean con militares por cargamentos de droga que tienen como destino final los Estados Unidos.
Contra la violencia
Aunque Colom lanzó una campaña en contra de la ola de violencia en Guatemala y pidió la creación de una "OTAN contra el crimen organizado", su cruzada no está dando el resultado esperado.
Más policías, más militares, más equipamiento y más capacitación no sirven para controlar la violencia en un país que tiene una estructura política débil y corrupta, donde muchas de las autoridades están en connivencia con el narcotráfico, que es el que causa el 41 por ciento de la criminalidad, según cifras del gobierno. En Guatemala, las organizaciones criminales son más y están mejores equipadas que el ejército o la policía, y las fronteras con México son tan porosas que se han vuelto prácticamente invisibles.
Sin embargo, la violencia a manos de los narcos no es la única que atormenta a este país centroamericano. El próximo 11 de septiembre habrá elecciones presidenciales para buscar al sucesor de Colom y, hasta el momento, 32 personas involucradas en la campaña fueron asesinadas.
Pero esto no es ninguna novedad porque los procesos electorales en Guatemala suelen ser violentos: durante los seis primeros meses de la campaña de 2007 hubo 27 homicidios, sólo cinco menos que este año, según un informe de la oficina del procurador de Derechos Humanos.
Muchos expertos coinciden en que toda esta violencia es la consecuencia de los más de 30 años de conflicto armado interno que finalmente llegó a su fin en 1996, después de que Alvaro Arzú ganó la presidencia de Guatemala, realizó una purga dentro del ejército y firmó un acuerdo de paz con los rebeldes, terminando así 36 años de guerra civil.
Desde hace años que Guatemala convive con la violencia: sólo entre 1981 y 1983, durante los regímenes de los generales Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt, las masacres en contra de la población eliminaron alrededor de 75.000 personas.
En total, la guerra civil dejó un promedio anual de 5500 muertos. Hoy, el narcotráfico y el crimen organizado elevaron esa cifra a 6500. En la capital del crimen, los muertos se cuentan todos los días y todavía nadie se atrevió a decir basta.
EL REPUDIO DE RIGOBERTA MENCHÚ
CIUDAD DE GUATEMALA (AFP).- La premio Nobel de la Paz y líder indígena guatemalteca, Rigoberta Menchú, repudió ayer el asesinato del cantautor Facundo Cabral, en Guatemala, y opinó que el "fascismo" lo asesinó. "Pienso que él fue asesinado por sus ideales", dijo Menchú.