El deporte que imaginó la autora de la saga, J. K. Rowling, salió de los libros y se convirtió en una práctica real, que los seguidores del personaje adaptaron; en la ciudad, hay tres equipos; la disciplina también se extiende en Rosario
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Muchas veces el mundo de la fantasía puede volverse realidad. Esto fue lo que sucedió con el quidditch, el famoso deporte del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, perteneciente al universo de la saga de libros de Harry Potter.
Desde que la autora británica J. K. Rowling publicó el primer volumen, Harry Potter y la piedra filosofal, en 1998, son millones los fanáticos que alguna vez soñaron con ser “guardianes” para frenar todas las quaffles, una de las tres pelotas usadas; “golpeadores” para repeler las bludgers, otra de las bolas, y proteger a su equipo de ellas, “cazadores” para intentar introducir la quaffle a través de los aros contrarios y, principalmente, “buscadores” a la caza de la tan perseguida snitch, como Harry.
El deporte, mezcla de fútbol y rugby, se popularizó cuando se estrenó la primera película de la saga en 2001. Así fue como en 2005, un grupo de estudiantes de la Universidad de Middlebury en Vermont, Estados Unidos comenzaron a practicarlo, y adaptaron casi todas las reglas a la realidad. Incluso, el elemento central para jugarlo, la escoba voladora. En su lugar, los jóvenes optaron por jugar con un tubo de PVC, que simulaba este artilugio de la ficción, entre las piernas.
“A mediados de 2012 gracias a un grupo de fanáticos de la Argentina tomaron esas reglas de Estados Unidos y lo empezaron a difundir acá. El deporte fue creciendo mucho a lo largo de los años, se creó también una asociación internacional que lo regula y, bajo esas normas, nos regimos nosotros”, explicó Nicolás Fernández, presidente de la entidad Quadball en la Argentina.
Hace unos meses el deporte dejó de llamarse quidditch y se rebautizó como Quadball. Esta fue una decisión del US Quadball y la Major League Quadball, los dos organismos que rigen el juego en América del Norte. Según esas entidades, el cambio se debe a dos razones: separar la disciplina de la autora de la saga, que había generado con sus declaraciones una fuerte polémica en la comunidad trans, y evitar un problema legal al no tender los derechos para usar la marca “quidditch”.
“Cuando recién empezamos todo era un poco más precario. Los torneos se hacían en plazas y hoy ya contamos con alquiler de predios y de canchas para poder llevar a cabo los eventos”, comentó Fernández, que tiene 25 años y es desarrollador de software y estudiante de la licenciatura en Programación.
“Hoy contamos con 50 socios que pagan una cuota mensual y una matrícula anual para poder participar de los eventos oficiales. Actualmente, contamos con tres equipos en Buenos Aires, uno en Rosario y tenemos varios en formación, que aún participan de los eventos”, explicó el presidente.
Los entrenamientos se hacen por la noche y dos o tres veces por semana. Muchas personas piensan que para jugar hay que ser fanático de la saga, pero este no es un requerimiento excluyente. Hay muchos participantes que ingresaron a los equipos sin saber nada de este universo y otros, porque vieron partidos en plazas.
Sin embargo, las burlas y los prejuicios en torno al juego también existen: “Hay veces que la primera reacción de la gente es reírse. Es verdad que cuando explicás el deporte o ves a alguien que va corriendo con un tubo de PVC entre las piernas simulando que es una escoba, puede ser un tanto ridículo para algunas personas. Hay gente que se burla, nunca faltan los comentarios hirientes. Pero mayormente despierta la curiosidad: es un juego un tanto complejo, llamativo, fluido y movido. Así que suele captar la curiosidad de la gente, muchos se acercan a preguntar cómo se juega, de dónde es y cómo se llama, entre otras cosas”, expresó Alejandro Carrizo, de 34 años, que trabaja en la logística de una empresa privada de correo.
Él empezó a jugar hace tres años. Conoció el deporte gracias a su mejor amiga. “En esa época, yo tenía mucho sobrepeso y pensé que me habían invitado a jugar por lástima, pero no fue así. Para este deporte no hace falta ni ser flaco, ni súper atlético, ni el más alto. El físico, en realidad, no importa, sino jugar en equipo. Además, cuando empecé a entrenar bien porque quería jugar pude ponerme un poco más en forma y eso fue increíble. Hace más de tres años que juego y estoy en un equipo que fundé yo”.
El quadball es también un lugar ideal para hacer amigos. “Me hice muchos amigos desde que empecé a jugar, de Buenos Aires, de Córdoba, de Mar del Plata. Incluso, de otros países como Chile, Perú y México, que fui conociendo por medios virtuales. Somos pocos jugadores en Argentina y nos conocemos todos”, expresó.
Además, también cuenta con una cuota de solidaridad porque durante los torneos todos los jugadores que participan deben llevar algún alimento no perecedero para donarlo a diferentes merenderos. Las personas que van a ver los torneos también son invitados a llevar algo para contribuir y de esa manera hacen donaciones.
Milena Moreno tiene 17 años y estudia en la Escuela Agropecuaria y Agroalimentaria, que depende la Universidad de Buenos Aires (UBA). Conoció el juego a través de TikTok en plena pandemia y como era fanática de las novelas decidió que ese iba a ser su deporte.
“El tema de tener una escoba entre las piernas mientras uno corre sonaba extraño. Cuando les mostré a mis papás que quería ir a probar ese deporte, les parecía medio raro”, contó. Y agregó: “Cuando jugamos lo hacemos en una plaza, entonces la gente se acerca a mirar. Algunos lo hacen de mala manera como preguntándose: ‘¿qué hacen estos locos con una escoba entre las piernas corriendo por el parque?’, pero también están los que realmente sienten curiosidad y nosotros siempre tratamos de que se unan, porque hay poca gente en el quidditch. Entonces, está bueno también que lo conozcan para atraer a más jugadores y para que se haga más conocido”.
¿Cómo se juega?
Son siete los muggles, los participantes, que pueden jugar por equipo dentro de la cancha. Es un deporte mixto y por regla pueden haber hasta un máximo de cuatro personas de un mismo género dentro de la cancha, que está dividida en distintas zonas y tiene sus límites.
Durante todo el partido, los jugadores deben montar sus “escobas”. En un principio se utilizaban escobas reales, pero ahora usan tubos de PVC. Hay cinco pelotas: tres bludgers, que cumplen la función de quemar a los rivales; una quaffle, para anotar puntos en los distintos arcos circulares; y una snitch, que es fundamental para salir victorioso del partido. En los libros y las películas, la pequeña bola de oro tiene alas y vuela por la cancha. En el juego real una persona está vestida de amarillo con una pequeña pelota colgada de un cinturón y debe escaparse de los buscadores.
Los partidos pueden durar entre 20 y 50 minutos. Cada gol vale 10 puntos y el juego comienza cuando la snitch sale a la cancha y ambos jugadores designados deben perseguirla hasta ser capturada, el equipo que la atrape recibirá 30 puntos.
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