Las indicaciones del fotógrafo son precisas. Quinto Scuticchio, de 26 años, está parado frente a la cámara y se desenvuelve con soltura. Sus movimientos son sutiles, no sonríe en ningún momento y frunce el ceño en ocasiones. El joven modelo lleva ocho años posando en la industria de la moda, desde que dejó su pueblo natal, Bragado, en la provincia de Buenos Aires, hasta su hogar actual en China.
"Yo soy gaucho", se define. Quinto se crió en el campo de su madre, junto a sus siete hermanos, donde se ocupaba de curar a las vacas con al veterinario del pueblo y solía participar de los festivales de domas. Su ritmo de vida campestre, que hasta hace unos años era habitual, contrasta ahora con su fisonomía europea y su elegancia.
Tenía 20 años cuando firmó su primer contrato con Sergio Morinigo, quien es hoy su exmanager. Recuerda que él le dijo: "Quinto vos tenés algo muy bueno para el modelaje pero tenés que conocerte". Y le aconsejó: "Hacé espejo". Eso significaba pararse tres horas al día frente a su reflejo para verse posar. "Y claro que lo hice", dice Quinto. Hoy sabe que la sonrisa forzada no le sale bien en las fotos y que fruncir el ceño hace que su mirada se vea "mala", "cool".
Él es modelo de lo que en la industria se conoce como "fashion": trabajó en dos campañas para la reconocida marca Christian Lacroix, en Buenos Aires; participó de un showroom para la marca italiana Off-White; hizo una tapa para Vogue Italia; y se lució también junto a otros diseñadores. Sus trabajos conforman un amplio portfolio en la industria de la moda con los que adquirió una vasta experiencia. "Es fácil para mí pararme delante de una cámara, ser otra persona y simplemente hacer lo que el fotógrafo quiere", dice.
En su visita a Buenos Aires está instalado en la casa de su padre, una elegante casona del barrio de Belgrano donde las arañas de techo y los óleos reflejan el buen pasar de la familia. Cruzado de piernas y erguido sobre una silla de roble viste una camisa a rayas, de su cuello cuelga una cadena con un San Jorge -obsequio de su padre como símbolo de protección antes de su viaje a China- y usa dos anillos: en una mano, uno pequeño en el dedo menique; en la otra, la alianza que comparte desde hace dos semanas con Candis, su esposa.
Ella se llama Huang Xiang Xiang, pero es una costumbre para los chinos elegir un apodo occidental para facilitar la comunicación con los extranjeros. Se conocieron hace dos años en el gimnasio, muy cerca de donde hoy decidieron vivir. Juntos viajaron a la Argentina para casarse en Bragado.
Quinto, que vive hace cuatro años en China, dirá más adelante que su apertura y ductilidad se deben, en gran medida, a haber tenido una madre de pueblo y un padre porteño, a haber vivido ambos mundos durante su niñez. También, que eso fue lo que le ayudó a adaptarse fácilmente a la cultura oriental.
Dice que sabe poco de moda porque no le interesa. "Solo sé posar y tratar de hacer un buen trabajo", se justifica. Por el contrario, disfruta de conversar sobre cultura e historia y por eso cree que le cuesta vincularse con sus colegas modelos, porque siente que no los mueven los mismos temas. "En el ambiente se habla principalmente de mujeres, de dinero y de drogas. Hay mucha apología", dice.
A pesar de eso, lleva trabajando en la industria más de ocho años y durante la conversación remarca sus esfuerzos y su profesionalismo. Aunque cuenta que a él le apasiona el campo y que siempre va a querer volver ahí, algún interés particular orientó su vida hacia el modelaje. Una cuota de azar, una personalidad camaleónica, un interés por los negocios. Quizás un poco de cada cosa.
De Bragado a China
Todo comenzó cuando años atrás, mientras ayudaba a su hermana Esmeralda a adjuntar unas fotos para postularse en una escuela de modelos en Belgrano, se le ocurrió, "a modo de broma" enviar también unas suyas. Así fue que ganó una beca que le permitió formarse en la Ciudad de Buenos Aires.
Descubrió que aunque no se interesaba por las clases de maquillaje la parte fotográfica le salía bien y era de lo que más disfrutaba. "Desde el día uno me lo tomé como un trabajo", aclara.
Las exigencias del ambiente y los cambios físicos, como aumentar de peso o disminuir su masa muscular, para Quinto nunca fueron un complejo. "Christian Lacroix me quería para la campaña de invierno pero yo estaba muy flaco. Les dije, ‘no hay problema’, me encerré tres meses en el gimnasio de Bragado y volví con seis kilos más", recuerda.
Su carrera en Europa y Asia comenzó cuando, dos años después de trabajar con Morinigo en Buenos Aires, un primo de su padre Joan Baptista Scuticchio, que tiene una agencia en Roma y en Londres, vio algunos de sus trabajos a través de Facebook y lo contactó.
Según Quinto, sus rasgos europeos venden en el país oriental porque "China le vende al mundo y Europa y Estados Unidos le venden a China".
Al llegar a Beijing se encontró con una dificultad en su trabajo: muchos fotógrafos no hablaban inglés y al no poder comunicarse en otro idioma corría en desventaja del resto de sus colegas. Estudiar mandarín fue fundamental en su carrera profesional y en su vida diaria. "Ahora puedo hacer el mismo trabajo que los demás. Escribo y leo menos de lo que hablo, pero me manejo bastante bien", dice.
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Quinto está convencido de que en la industria de la moda "el tiempo es todo", que hay que saber reconocer el momento que se presenta y no dejarlo pasar. Hoy siente que le está costando competir con modelos más jóvenes aunque intenta mantenerse para estar al mismo nivel. Sin embargo, se encuentra ampliando horizontes y con el deseo de alejarse poco a poco del modelaje.
En China: un nuevo emprendimiento
"Estoy buscando desarrollar la parte de vinos argentinos en China", cuenta. Lo que comenzó como un favor al dueño de una marca, que buscaba adquirir un vino Tomero de bodega Vistalba, resultó ser una veta de negocio para el argentino. Fue así como comenzó a importar botellas a China, que enviaba por el sistema de correo, DHL.
Al poco tiempo, Candis, que se dedica al comercio exterior, fue la encargada de registrar la compañía y poner todo en regla. "En China están siempre muy dentro de la ley. Si no facturas, el fisco te la cierra", cuenta Quinto. Él, mientras tanto, comenzó a estudiar en la Escuela Argentina de Vinos, en Belgrano, de manera online.
En 2018 tuvieron una venta de 1000 botellas y ahora buscan desarrollar eventos bajo el nombre "Blend and Exchange", una fusión entre la cata de vinos y un intercambio cultural, donde el principal objetivo es ofrecer vinos argentinos. "Es una mezcla, como yo: soy modelo, provengo del campo y me quiero dedicar a la parte empresarial", dice. Y opina, con convicción: "El evento tiene mucho potencial".
Rodeado de modelos, agentes y dueños de marca, Quinto aprovechó los contactos generados durante estos años para agrupar un público diverso, al cual también se suman los fotógrafos, los maquilladores y personas dedicadas al mundo de la gastronomía. "Es una muy buena mezcla. Es arte, gastronomía, vinos. Se arman charlas muy interesantes y hay un intercambio que es espectacular", cuenta.
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Interesado por la cultura del país que lo acogió y sorprendido por la cantidad de preconceptos que arrastró ahora busca transmitir las cosas positivas que tiene el país oriental. "Los chinos no son lo que la gente cree", dice. Y agrega: "Les tengo un gran aprecio, son gente muy abierta y a mi me trataron siempre perfecto, incluso tuve mejores experiencias en China que en la Argentina".
Quinto sabe cómo aprovechar las oportunidades y los contactos. Tiene ambición por los negocios y avizora un futuro que tenga que ver con el mundo de la moda, el vino o los idiomas. Aunque está seguro de que siempre va a querer volver a la Argentina, a Bragado, está convencido de que China es hoy el lugar preciso donde debe estar.
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