De dónde viene la expresión "darse un carmelazo" para decir que un hombre se tiñó el pelo
"¡Mirá el carmelazo que se pegó aquel tipo!", es una expresión que se usa actualmente cuando se ve a un hombre que tiene su cabellera teñida o coloreada, las más de las veces de manera que sale de las tonalidades discretas o naturales. Gente que debería peinar canas y, sin embargo, peina cabellos que van del caoba al ala de cuervo, e incluso a un rojizo símil zanahoria.
Es común también, cuando hay confianza con esa persona que se tiñó el pelo, preguntarle: "¿Te hiciste La Carmela?" o "¿Te carmeleaste?". Estas expresiones, que ya están dentro del vocabulario común de los argentinos, tienen su origen en un producto particular nacido en España a comienzos del siglo XX y que llegara a Argentina en la década del 20: una loción capilar para cambiar el color del cabello llamada La Carmela.
Nemesio López Caro era un farmacéutico y profesor en una Cátedra de Química Orgánica en la Universidad de Santiago de Compostela, en la región española de Galicia, que en el laboratorio de su farmacia, ubicada en la mencionada ciudad, se dedicaba a crear recetas magistrales para elaborar pastas dentales, elixires bucales y refrescantes pastillas de menta, entre otras cosas.
En el año 1902, este boticario gallego creó una loción anticanas que revolucionó la industria capilar, ya que este innovador menjunje devolvía a los canosos y canosas su color natural en un proceso que llevaba apenas entre 15 y 20 días.
El producto nació bajo el nombre nada marketinero de "Loción higiénica del profesor N. López Caro". Además de su función principal de terminar con las canas, el líquido prometía eliminar la grasa, la caspa y evitar la caída del cabello. Su forma de uso era sencilla: se vertían unas pocas gotas sobre la propia melena cada mañana, antes de proceder a su peinado.
Esta loción milagrosa, que además olía a fina colonia, fue registrada el 25 de febrero de 1918 con la denominación: "Agua de colonia La Carmela". Según se narra en el Centro de Documentación Publicitaria –una página española especializada en publicidad-, el nombre fue en homenaje a una artista española de gran belleza que era popular en la España de los años ’20.
El desembarco en Argentina
Unos años más tarde, y por una cuestión de logística, el farmacéutico López Caro –devenido en un empresario importante ya que la demanda de La Carmela no paraba de crecer- decidió mudar la fábrica de la loción, de Compostela a Barcelona. Allí se radicó, en la calle Caspe 32, a partir de 1926.
El siguiente paso de este profesor de química oriundo de Galicia tendrá que ver con la llegada de su producto a nuestras costas. La Carmela se expandió internacionalmente y se creó una sociedad entre López Caro y la compañía J.L. López Conde, de Buenos Aires, para que la loción se vendiera en Argentina y en otros países de Sudamérica.
Así fue como la marca se hizo fuerte en el país y, ya para las décadas del ’30 y del ’40, el producto estaba completamente consolidado. Quizás fue durante aquellos años cuando surgió la expresión "carmelazo" y se generó el verbo "carmelearse", de carácter reflexivo. Si bien la pócima estaba destinada a ambos sexos, el término relativo al "carmeleo" se aplicaba –y aplica- específicamente a los hombres.
Las publicidades
Párrafo aparte merecen las publicidades de este producto, que seguramente hicieron mucho para afianzarlo en el mercado. Desde sus orígenes fue promocionado como un "invento maravilloso para devolver los cabellos blancos a su color primitivo".
Más adelante, los avisos en los diarios argentinos apelaban a leyendas más elaboradas y poéticas: "¡Hay nieve en sus cabellos! Y la nieve en el otoño de la vida da a este rostro una expresión fría, como de renunciamiento. Es una belleza… muerta, que inspira respeto". Así arrancaba un anuncio de La Carmela publicado en periódicos porteños en el año 1942.
El citado aviso estaba encabezado por la imagen de una mujer seria con el pelo blanco, y el texto rezaba: "Señora: no permita usted, en el apogeo de su belleza, que sus canas la traicionen. Use por las mañanas al peinarse, como loción, unas gotas de La Carmela. El frasco mediano cuesta $3,80 y lo hallará en todas las farmacias y perfumerías del país".
"Conserve la juventud de su cabello, sin canas ni caspa ¡Vigorícelo!", decía otra publicidad de esta colosal colonia, que llegó también a venderse en Estados Unidos, Arabia Saudita, Filipinas y Centro América. Llegados los ’80, con la expansión de las grandes multinacionales del área cosmética, el desarrollo internacional de La Carmela se apagó.
Actualmente, la marca, que volvió a mudarse a Galicia en 2001, sigue vendiéndose en España -donde diversificó sus productos- y se puede conseguir por pedidos online. En Argentina, en cambio, pasó su período de esplendor, aunque dejó su impronta en el vocabulario criollo y continúa usándose cada vez que alguien mira una testa con una tonalidad sospechosa.
Claro que es posible que los tonos así de llamativos en la cabeza de los hombres maduros se debieran al trabajo de otras marcas de tintura –hoy sin dudas que es así-, pero por la popularidad alcanzada por la loción capilar que motiva estas líneas fue "el carmelazo" la expresión elegida para señalar el drástico cambio de coloración de los cabellos masculinos. Así las cosas, la expresión perduró en el tiempo, y sobrevive hasta el día de hoy, con una existencia ya independiente de la loción que le diera origen.
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