De desperdicio a recurso: las estrategias de otros países para lidiar con la basura
Mientras Ámsterdam, San Francisco, Curitiba y Santiago adoptaron una economía circular, Suiza aplica multas, y Viena y París incineran
Agarrar el saquito de té. Separar la etiqueta impresa por un lado, y el gancho metálico, por el otro. Luego, asegurarse de cortar el hilo blanco que une a ambos con la bolsita de papel con las hebras. Una vez separados, colocarlos en los recipientes de diferentes colores, según corresponda. Esta descripción no se desprende de una receta culinaria, ni de un ritual milenario ni de una manualidad. Es un ejemplo de lo que ocurre a diario en países como Suiza, que después de haber transitado una profunda crisis ecológica, impulsó una industria del reciclaje y se convirtió en referente para el mundo en la gestión de residuos. Un logro que también alcanzaron ciudades como Ámsterdam, San Francisco, Curitiba y Santiago de Chile, tras adoptar un modelo de economía circular, y Viena y París con la incineración como parte de su estrategia.
Buenos Aires no es ajena a esta urgencia. Hoy atraviesa una situación límite, que la pone en alerta y la obliga a definir en lo inmediato qué hará con las 18.500 toneladas de basura diarias producidas en el área metropolitana, una vez que -en cinco años- colapse el relleno sanitario de José León Suárez y cubra su capacidad máxima de absorción.
Alarmada por la problemática y en medio de una fuerte polémica montada alrededor, la Ciudad se inclinó recientemente por la termovalorización-un proceso para quemar basura y recuperar la energía de la combustión- como la solución más efectiva, pero su implementación se encuentra ahora suspendida tras un fallo de la justicia, que ya fue apelado por las autoridades porteñas.
En Suiza, los ciudadanos saben que "cuanto menos tiran, menos pagan" (y viceversa) y dan testimonio de esto cada vez que reciclan materiales puertas adentro, como en el caso del saquito de té, o cuando colocan una marca adhesiva en sus bolsas mediante la cual aceptan el cobro de altos impuestos. "Nuestro modo de vida consumista exige más de lo que es capaz de generar el planeta. Para que nuestros hijos y nietos puedan tener lo suficiente en el futuro, es necesario que usemos nuestros recursos de modo más sostenible. La solución es el reciclado", asegura Patrick Geisselhardt, responsable de Swiss Recycling. Será la policía de la basura la encargada de vigilar que las normas se cumplan y de imponer multas en su recorrido: nadie está eximido de clasificar los residuos para su posterior tratamiento.
Con una tasa de reciclaje del 70%, Alemania es otra de las naciones líderes de Europa que pregona una filosofía similar, bajo el principio "el que contamina, paga", y está convencida de que la participación de sus habitantes resulta vital para garantizar el éxito del proyecto. "Tenemos la gran ventaja de haber promulgado leyes especiales que regulan la financiación de la eliminación o el reciclaje de la basura, sin que esos fondos puedan ser destinados a otros fines", consideró Joachim Wuttke, de la Oficina Federal del Medio Ambiente, en una entrevista a la Deutsche Welle.
El modelo incluye un exhaustivo sistema de clasificación y recogida con contenedores discriminados; un decreto de envases que obliga a fabricantes a recogerlos y reutilizarlos después de consumidos, lo que facilita el retorno al mercado; supermercados que prescinden del packaging original y venden productos por peso a granel; y la prohibición de máquinas de café con cápsulas en oficinas públicas porque contaminan, como ocurrió en Hamburgo, en enero pasado.
Cultivar hábitos desde la casa y establecer reglas de juego claras también favorece los resultados de la misión verde que encara Japón. Captados por cámaras de TV, sus ciudadanos lo demostraron semanas atrás en el Mundial de Rusia, en el partido que disputaron contra Senegal, al recoger los desechos de las tribunas antes de retirarse del estadio. Están acostumbrados a llevar la basura que generan hasta sus hogares y depositarla en contenedores propios, cuya clasificación, por tipo y color, supera la docena. La ayuda de manuales repartidos por organismos municipales les indica cómo hacerlo con responsabilidad y evitar errores innecesarios. Luego, camiones especiales que trituran in situ los residuos pasarán a recolectarlos y llevarlos directo a las plantas de reciclaje.
Otro espejo interesante para Buenos Aires es Holanda, que adoptó una política agresiva cuando, en 1930, cifras alarmantes sobre los rellenos subterráneos y vertidos en lagos pusieron en jaque su programa ambiental. Así, el país abandonó por completo la economía lineal que regía sobre sus productos (cumplido su ciclo útil eran desechados) y optó por un modelo sustentable, el de la economía circular, donde la gestión pasó a ser responsabilidad de todos. "Parte de nuestra visión es la llamada trías materialis, que significa reemplazar los materiales de alto impacto, reducir su uso en forma más eficiente y reciclar o cerrar el círculo de lo que se utiliza", consigna el gobierno holandés, en uno de sus documentos de trabajo.
Tanto Ámsterdam, como Viena, en Austria, y París, en Francia (aunque este último de manera incipiente), fomentan sistemas de reciclaje desde el instante en que una persona descarta algo que no necesita en contenedores y puntos verdes diferenciados. Incluso Viena aplica multas para quien no cumpla y revisa cada seis años el modelo que lleva adelante. En los dos primeros casos, el ciudadano paga solo por la recolección de residuos domiciliarios, a diferencia de lo que ocurre aquí, donde el vecino lo hace por alumbrado, barrido y limpieza.
Estas tres ciudades de Europa permanecen bajo la lupa de funcionarios porteños y de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), organismo encargado de la gestión de residuos sólidos urbanos del Gran Buenos Aires, por contar dentro de su estrategia con plantas de termovalorización. "La disposición de residuos no recuperables ya no se hace por entierros, sino a través de tecnologías mucho más eficientes, como biomasa y termovalorización, un tema no menor para las necesidades energéticas que tenemos", advirtió Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, tras evaluar la realidad que enfrenta el municipio y los beneficios que trae incorporar nuevas metodologías. "Como sociedad estamos empezando a tomar conciencia de que lo que hacemos genera un daño y que no podemos seguir de esta manera", agregó.
Como sociedad estamos empezando a tomar conciencia de que lo que hacemos genera un daño y que no podemos seguir de esta manera
Sin embargo, desde el mes pasado, la alternativa de la termovalorización entró en pausa. El 29 de junio la justicia porteña declaró inconstitucional y frenó la reforma de la Ley de Basura Cero que permitía quemar basura en Buenos Aires, una práctica prohibida desde 1976, después de entender que faltaba un debate más profundo ante el crudo diagnóstico. Si bien el gobierno porteño apeló el fallo, la situación aún no ofrece novedades contundentes.
De un lado, la Ciudad argumenta que no hay dónde tirar el excedente (aquello que no se puede recuperar de la basura) y que, en el corto plazo, el relleno llegará al final de su vida útil, no así al final de su proceso, porque lo que se entierra hoy requiere de 30 años de tratamiento para evitar que la mayor parte de los líquidos termine en las napas o que la generación del gas metano aumente el efecto invernadero. Del otro, expertos, ambientalistas, cartoneros y referentes de la oposición señalan que la incineración amenaza seriamente los programas de recolección diferenciada de residuos, ya que el material recuperado se convierte en combustible, y reparan en el impacto que conlleva implementar una tecnología que no es ni renovable ni limpia y cuya combustión genera gases de efecto invernadero, sustancias peligrosas para la salud y residuos.
"Hay que generar un conjunto de medidas progresivas, para no pasar del relleno a la incineración sin escalas intermedias. El abordaje tiene que ser integral y no es imposible de lograr, pero la política pública debe ir para ese lado, no buscar atajos", reflexionó Andrés Nápoli, director de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
De desecho a energía
En el mapa de las soluciones, también aparece Oslo, también conocida como la capital "verde" de Noruega, que priorizó a tal punto el cuidado de la naturaleza (así lo establece su propio himno nacional) y la separación de desechos en bolsas de colores procesadas en plantas, que se quedó sin basura y la importa desde 2009 para generar calefacción y electricidad. El 20% restante la convierte en cenizas y entierra en rellenos sanitarios. Con una política parecida y a partir del programa WTE, de desecho a energía, Estocolmo, en Suecia, previene, reutiliza y recicla todo, primero, y, en última instancia, lo elimina en vertederos. Después de haber logrado reciclar el 99% de su basura, los suecos buscan ser el país que ni siquiera la genere.
Según el informe del Banco Mundial "What a Waste: A global Review of Solid Waste Management", se vaticinan malos tiempos y la producción de residuos en el mundo aumentará a casi 6.000.000 de toneladas diarias en 2025.
Cambio de mentalidad
Tres décadas atrás la ciudad de San Francisco, en California, se propuso dar una batalla especial contra la basura enterrada en rellenos sanitarios y reducirla a cero el próximo año. En su extenso camino cosechó uno de los mejores índices de reciclaje en Estados Unidos (el 80%) y recibió títulos de pionera, ejemplo e inspiración de parte de varios municipios extranjeros.
Con un sistema de contenerización simple pero efectivo, sus habitantes saben en qué momento tirar la basura de acuerdo al tipo de residuo, y en cuál de los tres cestos de 120 litros dispuestos en casas, escuelas y espacios de recreación. Si son restos de comida, serán en el de color verde; material reciclable, azul; y material irrecuperable, negro. Los primeros se convertirán en compost y se venderán para fertilizar tierras; los segundos serán reciclados; y los terceros irán a rellenos sanitarios. "La ciudad está muy conectada con la lucha contra el cambio climático, con las premisas de que el reciclaje reduce el consumo de energía y las emisiones, mientras que el compostaje aumenta el almacenamiento de carbono en terrenos y biomasa, y disminuye el uso de fertilizantes basados en petróleo y pesticidas; todo está alineado con los objetivos y propicia su consecución", enfatizó Juan Mateo Horrach, ingeniero industrial y experto en medio ambiente.
La educación escolar, donde empieza la separación de residuos, y la contenerización explican los puntos clave en los que se apoya la idea de San Francisco. Sin embargo, es la convicción de que este modelo permite generar muchos más puestos de trabajo que la incineración como sistema de tratamiento lo que representa su piedra angular y la mentalidad que lo hizo posible.
Conocida como la capital verde de Sudamérica, Curitiba, en Brasil, fue declarada la primera "Ciudad Libre de Basura" de América Latina gracias a un esquema basado en la inclusión social, el desarrollo tecnológico, la participación ciudadana y la rentabilidad, que reflejan sus programas. "Basura que no es basura" apunta desde 1989 a dejar de percibir a los residuos como un problema y empezar a verlos como una oportunidad, para lo cual se entrena primero a los niños y luego a los mayores en la práctica de reciclaje. Como resultado, el 96% de la basura de la metrópoli (por día genera 600 toneladas de materiales recuperables) es recogida y reciclada. En "Cambio Verde", el otro proyecto de peso, quienes viven en barrios marginales pueden canjear bolsas de plástico o residuos por tickets para transporte, comida (de pequeños y medianos productores) y servicios de salud financiados con esta iniciativa. Además, existen reglamentaciones para los desechos que se generan fuera de los hogares.
Santiago de Chile, donde se producen 5500 de toneladas de residuos diarios, representa otro enfoque a considerar. Los rellenos sanitarios están dotados de infraestructura y tecnología para brindarles un tratamiento adecuado y el principal es el de Loma Los Colorados, que recibe más del 50% de la basura domiciliaria. Un tren operado por privados la traslada después en contenedores herméticos de acero para su disposición final. "Es una operación continua, segura y sustentable", describe Fernando Hunt, gerente comercial de KDM, tras confirmar que el tren prácticamente no posee impacto ambiental porque "permite eliminar la contaminación por emisiones inherentes al traslado en camión". La planta de generación eléctrica con biogás para desarrollar energías renovables no convencionales, el plan "Santiago recicla", que busca recuperar el 25% de los desechos en 2020, y la construcción de 30 puntos limpios en 21 comunas, complementan las acciones para el cambio de paradigma hacia una economía circular que rige en el mundo.
Ante este complejo panorama, Buenos Aires podría mirar con agrado y revisar las experiencias lideradas por distintas ciudades y países, mientras rearma su propio modelo para mejorar la eficiencia en la gestión de la basura. Para el gobierno porteño, hubo avances significativos en términos de contenerización y separación en origen, acompañados por una creciente conciencia ambiental de los habitantes. No obstante, para otros sectores, como un grueso de vecinos -según constató LN Data en un relevamiento de la línea de Atención Ciudadana-, ambientalistas y expertos, la solución requiere de una mirada integral, o de iniciativas graduales y conjuntas que abarquen educación temprana y recolección diferenciada, leyes de envases y de pilas, y regulaciones sobre residuos electrónicos y responsabilidad extendida del productor.
Tres alternativas para mejorar la gestión de residuos
- 1. Concientizar a los más chicos: concientizar a los más pequeños desde temprano y hacer campañas para que la separación de los residuos empiece en cada casa son estrategias vitales para poder minimizar el impacto de la contaminación que genera la basura.
- 2. Contenedores para clasificar los residuos: clasificar la basura en contenedores que distinguen distintos tipos de residuos no sólo facilita el recorrido de los camiones que hacen la recolección, sino también la gestión de los municipios para su disposición final.
- 3. Incentivos y sanciones económicas: responsabilizar a los ciudadanos a través de sanciones económicas cuando no cumplen con la separación en origen o a las empresas cuando desconocen, por ejemplo, la ley de envases condiciona el modo en que se produce la basura.
Con la colaboración de Víctor García (Chile) y Luisa Corradini (Francia)