Durante los próximos cinco meses, 20 integrantes de cuatro colonias del sur del país transmitirán en tiempo real ese viaje migratorio
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La población de pingüinos de Magallanes que incluye la colonia más grande del mundo de la especie, con 204.000 parejas, está ofreciendo una oportunidad única para conocer la travesía de 7000 kilómetros por agua que emprenden cada año, en esta época, hasta que regresan a sus nidos en las costas patagónicas. Durante los próximos cinco meses, 20 integrantes de esa y otras tres colonias más pequeñas del sur del país transmitirán en tiempo real ese viaje migratorio invernal, en el que las parejas y sus crías no abandonan el agua.
En un mapa, por colores, se puede ir siguiendo acá a cada uno mientras avanzan y algunos retroceden para volver a avanzar a su velocidad. Ayer, la mayoría ya estaba a la altura de la Bahía de Samborombón, en la provincia de Buenos Aires. Los más rápidos, estaban más cerca de Uruguay. Basta imaginar que, a la par, viaja el resto de las cuatro comunidades que entre septiembre y abril de cada año anidan a lo largo de la costa de Chubut: Isla Leones e Islas Vernaci (Parque Interjurisdiccional Patagonia Austral y reserva de biosfera Unesco Patagonia Azul), El Pedral (Punta Ninfas) y San Lorenzo (Península Valdés), en la reserva de biosfera Península Valdés.
Con nombres de celebridades o elegidos por los chicos de la escuela con internado de Camarones, ciudad chubutense a mitad de camino entre Rawson y Comodoro Rivadavia, un equipo de investigadores va aprendiendo más sobre esta especie.
Están Bizarrap, Freddy Mercury, Taylor Swift, Leo Di Caprio, Anya Taylor-Joy, Dibu Martínez, Messi y Antonella –un macho y una hembra que son pareja en la colonia de San Lorenzo–, pero también está Rosita, Flor, Lorenzo o Marc, por el embajador de Estados Unidos en Argentina, Marc Stanley, que con su familia sigue de cerca el trabajo internacional de Pablo García Borboroglu, biólogo, investigador del Conicet y presidente de la Global Penguin Society (GPS), una entidad sin fines de lucro que a los 15 años de su fundación lidera el proyecto de seguimiento satelital de la migración de los pingüinos.
“Podemos ver que las hembras nadan más cerca del continente y los machos tienden a hacerlo más cerca del océano profundo. O que, en el agua, durante el invierno, cada uno en las parejas hace su vida; se vuelven a encontrar y permanecen juntos cuando regresan al nido para la etapa reproductiva. No se sabía tanto al respecto”, explicó Borboroglu, en diálogo con LA NACIÓN. Hace 30 años que trabaja en la protección de las colonias de pingüinos en más de una decena de países.
El año pasado, como publicó este medio, fue el primer latinoamericano en recibir el Indianápolis Prize, distinción que se conoce como el “Nobel” de la conservación animal. En diciembre de 2021, cuando el dueño de un campo en Punta Tombo aplastó con una topadora más de 140 nidos y mató a casi 300 pichones y un número aún sin estimar de adultos, estuvo en el equipo de peritos convocados por la Justicia, que elevó la causa a juicio oral.
Ahora, encara este proyecto de monitoreo de la migración de las colonias de Magallanes con la GSP, en asociación con National Geographic, la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford, el Conicet, la Administración de Parques Nacionales y el Gobierno de Chubut. El mes pasado, el equipo de Borboroglu les colocó los transmisores satelitales a los 20 animales de las cuatro colonias para el seguimiento desde la Patagonia hasta Brasil, que se puede hacer desde cualquier pantalla, incluido el teléfono celular, y sin costo con solo ingresar en un buscador al sitio www.globalpenguinsociety.org.
“Ya salieron todos los pingüinos de las cuatro colonias y están en el corredor migratorio. Hay dos que en la noche del miércoles entraron en el espacio de aguas uruguayas. Leo Di Caprio fue el primero”, actualizó Borboroglu. Para la noche del jueves, el “puntero”, que pesa 4 kg y anida en la Isla Vernaci, había nadado 2111,8 kilómetros a una velocidad promedio de 2,7 km/h. “Llegan al sur de Brasil, a veces hasta la altura de Río de Janeiro, y vuelven en septiembre para su ciclo reproductivo”, agregó.
Esta información que se analizará con el laboratorio de la Universidad de Stanford permitirá no solo cruzar datos de patrones migratorios con una amplia cantidad de variables asociadas con el océano, como la temperatura o las corrientes, y el impacto que pueda tener el cambio climático para generar proyecciones, sino también utilizar la información de localización para conocer áreas de actividades que puedan ser dañinas para los animales, como la exploración sísmica, la actividad pesquera, el tráfico marítimo intenso o la explotación petrolera.
“Saber en qué momento está donde está nos permitirá definir cuándo hay que implementar una acción de cuidado a lo largo del corredor migratorio. Esto, para nosotros, es oro en polvo: contar con datos científicos que permiten minimizar conflictos. No se trata de limitar actividades productivas todo el tiempo, sino dónde, cuándo y durante cuánto tiempo sería necesario hacerlo para no dañar a esta especie”, planteó el biólogo. Ese conocimiento, más certero, sirve también para tomar decisiones sobre las áreas protegidas.
Valorar el esfuerzo
A la vez, según continuó, ver en un mapa cómo se mueven y conocerlos es una manera de que la población en general también pueda “lograr interpretar el esfuerzo que hacen estos animales a lo largo de esos 7000 kilómetros” y, según continuó el biólogo, valorar que con acciones como no tirar plástico al mar o en las playas se los está protegiendo.
Durante la temporada que finalizó, la GPS captó también imágenes de lo que los animales experimentan mientras nadan. “Es como acceder a una transmisión en vivo de Instagram desde el océano profundo”, dijo.
Con pequeñas cámaras que graban en 4k, están captando desde el dorso de los animales lo que los pingüinos ven en el agua, incluidos los desafíos o las amenazas. Es información que sirve para responder, por ejemplo, cómo interactúan con otros pingüinos y peces, cómo pescan, qué otros ambientes desconocidos frecuentan cuando bucean o, a futuro, poder conocer si permanecen todo el tiempo en el océano mientras migran o van a tierra durante esos cinco meses.
“Sabemos que toda la población de esta especie se sube al corredor migratorio durante el invierno y que la mayoría se concentra en un lugar que es muy sensible para su protección y que, ahora, podríamos delimitar mejor con los datos de geolocalización”, señaló Borboroglu.
La cámara que capta imágenes con tecnología 4k es un dispositivo pequeño que se coloca en el dorso del animal, entre el plumaje que recubre su cuerpo, donde no afecta su capacidad de nado ni de buceo, según explicó. El agua del mar, a la vez, degrada el material de sujeción.
“Se vive lo mismo que está viendo el animal y eso nos ayuda a comprender qué difícil es ser pingüino con la pesquería, los predadores nuevos, el disturbio de origen humano en los mares y océanos, la explotación petrolera, entre otros más”, indicó el investigador.
Cada abril, solo se quedan en las costas argentinas los ejemplares que están más débiles o los de mayor edad, que son muy pocos, según explicó. “Pueden vivir hasta 35 años, son los más longevos y los que más migran. Un pingüino de 35 años habrá nadado en su vida la distancia que equivale a dar 12 vueltas al planeta. ¡Qué esfuerzo! ¿Cómo no hacer nuestra parte para facilitarles la vida? –propuso Borboroglu–. Tienen características que los ponen en un estado de vulnerabilidad y son indicadores excelentes del estado de los océanos y las costas. El pingüino tiene problemas en los dos porque usa ambos para vivir y, por lo tanto, acumula sus amenazas.”
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