De Chubut a Armenia: talló su perseverancia en la estepa helada y, con 17 años, ganó un lugar en la Olimpíada Internacional de Biología
Gran lector, adicto a documentales sobre la vida en el planeta y apasionado por los dinosaurios, Juan Diego Laszeski se preparó estos últimos años en el Instituto Fontana de la ciudad de Sarmiento
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Cuidado con lo que sueñas porque se puede hacer realidad es lo que debe haber pensado Juan Diego Laszeski cuando clasificó para ser parte del equipo argentino que hoy partió a Armenia para representar al país en la Olimpíada Internacional de Biología, que se realizará entre el 10 y el 18 de julio en Erevan, capital de ese país. Juan Diego tiene 17 años y nació en Sarmiento, una pequeña ciudad de Chubut situada en la frontera con la provincia de Santa Cruz. Entre lagos, estepa y vientos helados, talló su perseverancia y su voluntad desde niño, enfrentando la aspereza del clima a la hora de jugar al fútbol y andar en bicicleta, sus pasatiempos preferidos.
Cuando ingresó al Instituto Gobernador Fontana, hace cuatro años, Ivana Spada, su docente de biología, les habló de las olimpíadas nacionales y el desafío lo entusiasmó. Gran lector y adicto a documentales sobre la vida en el planeta, se preparó durante estos últimos años para este momento. Sarmiento es una ciudad que cuenta con alrededor de 12.000 habitantes, pocas calles pavimentadas, un bosque petrificado y restos de dinosaurios que se exhiben en el Valle de los Gigantes, otra de sus pasiones infantiles. “Al lado de mi casa había un baldío muy grande donde, y de muy chico, aprovechaba el verano para quedarme horas allí, viendo los bichos que encontraba”, recuerda.
Para llegar a esta instancia internacional, Juan Diego tuvo que ganar la Olimpíada Nacional de Biología 2021. Esta competencia se realiza anualmente, desde 1992, en la sede de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba. El año pasado, luego de superar instancias colegiales e intercolegiales, el adolescente viajó con un equipo de su escuela y su docente para competir con otros 60 equipos de todo el país, pero sentía que sus chances eran menores a las de otras escuelas.
“En Sarmiento no contamos con los laboratorios y los materiales que se necesitan para practicar”, explica, y aclara: “Sin internet, jamás lo podría haber logrado, porque la mayoría de las cosas las leí en la pantalla”. El apoyo de su familia y su docente fue fundamental en un entorno tan apartado de centros académicos y librerías especializadas.
Mientras que a Juan le demandó 26 horas de ómnibus llegar a Río Cuarto, a donde viajó primero con su docente –para la olimpíada nacional– y luego solo –para las instancias de clasificación y preparación para la internacional–, otros miembros del equipo que hoy son sus amigos tardan apenas ocho horas y hacen el viaje con sus padres, en auto. La educación iguala esas diferencias económicas y geográficas.
”Aquí llegan alumnos que ni sabemos si son de escuelas públicas o privadas. Para nosotros, todos son iguales. Por lo general, cuando terminan la escuela, se dedican a estudiar biología, medicina o biotecnología y luego hacen doctorados afuera, donde consiguen becas que terminan en oportunidades de trabajo que los hacen quedarse definitivamente allá”, explica Graciela Raffaini, docente y miembro del comité olímpico desde 1996.
Si bien el Ministerio de Educación de la Nación intenta garantizar las oportunidades a todas las escuelas del país con el financiamiento de los viajes, la preparación y los materiales de estudio, la realidad es que una gran parte de los alumnos que clasifican son de Buenos Aires. Por eso, cuando un alumno del interior, especialmente de una ciudad pequeña, alcanza el sueño de ser parte de un equipo olímpico, lo valoran mucho él y su comunidad. “Mis amigos están orgullosos, impresionados. Es algo difícil de creer cómo un chico de un lugar tan remoto quedó clasificado para una competencia internacional, junto a los mejores estudiantes de los países más importantes del mundo”, reflexiona Juan Diego.
El rol docente, fundamental
Ivana Spada, su docente, tiene 30 años, es cordobesa y hace siete años que se mudó a Sarmiento para trabajar como docente en dos escuelas secundarias de esa ciudad. Es extrovertida y alegre; extraña su entorno cordobés, pero aprendió a convivir con la quietud y la soledad patagónicas. Ella fue quien motivó a Juan Laszeski a creer en su capacidad para llegar a competir en Armenia este año. También fue quien lo acompañó a Río Cuarto, para participar de la instancia nacional, en octubre pasado, sentada junto a él las 26 horas en ómnibus.
Como la mayoría de los docentes que preparan a sus alumnos para las olimpíadas, trabaja en contraturno y además los fines de semana. Las exigencias de estas competencias la llevaron a perfeccionar sus estudios y, actualmente, viaja todos los fines de semana a Comodoro Rivadavia porque asiste a un curso de postítulo en la materia. “El programa de secundario no está exigiendo nada y estas competencias tienen nivel universitario”, aclara. Identifica una distancia de contenidos académicos muy grande entre la universidad y la escuela, y ve que eso se refleja en la sociedad. “Yo me encargué de mandar la información a todos porque es importante para todo el país saber que un alumno de esta provincia nos representará en el mundo”, detalla.
A casi 2000 kilómetros de distancia de Ivana y Juan, Fanny Horwitz enseña biología a Ulises Dimópulos, en la Escuela Escocesa San Andrés, en Olivos, en la zona norte del conurbano bonaerense. Ulises cursa cuarto año y, luego de ganar la olimpíada nacional junto al equipo de la escuela, clasificó en forma individual para formar parte del equipo nacional. Si bien la escuela cuenta con todos los materiales y los espacios necesarios para una buena preparación, Fanny también tiene que utilizar un horario extraescolar para prepararlos. “Nos juntamos con los chicos en almuerzos o hacemos reuniones virtuales para discutir los temas”, dice esta docente y bióloga marina que está a días de partir a Canadá para trabajar con una organización que estudia a las ballenas. “Casi ninguna escuela incluye la preparación de las olimpíadas en su oferta académica. Los chicos y los docentes hacemos mucho esfuerzo para llegar a estas instancias”, lamenta.
El equipo
Durante los días que estarán en Armenia, el equipo formado por Juan Diego Laszeski, Ulises Dimópulos; Donato Pellegrini, de la Escuela Nacional Adolfo Pérez Esquivel, de Olavarría, provincia de Buenos Aires; y Gregorio Jaca, de la Escuela ORT de la ciudad de Buenos Aires, viajará con dos docentes del comité olímpico que pertenecen a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Río Cuarto; son Matías Santiago Pellegrino y Lucas Tosolino. Competirán con 62 países de todos los continentes en forma presencial; en los dos últimos años fue virtual, a causa de la pandemia.
La dinámica de la competencia es siempre igual: el primer día, la ceremonia inaugural. El segundo día, los docentes acompañantes se separan de sus alumnos y se reúnen con todos los demás y con los miembros del comité organizador para acordar las preguntas y traducirlas al idioma correspondiente de cada país. En los siguientes días, se toma un examen teórico y uno práctico, con un día de pausa entre ambos. Un día más para la corrección y el último día, la entrega de premios. La Argentina siempre recibió medallas: en algunos casos de bronce y, en otros, de plata. “Lamentablemente, en la última reforma educativa argentina sacaron biología del currículo de segundo año y los chicos solo tienen la materia en primero y en tercero. Hay una discontinuidad que se nota cuando hay que prepararlos para competencias internacionales”, aclara Raffaini.
Sin embargo, el esfuerzo de alumnos y docentes –y la pasión que sienten por esta ciencia natural– logran que siempre se presenten y vuelvan con mucho orgullo por las medallas recibidas y por la experiencia humana de encuentro con otros jóvenes que sienten igual.
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