De Afganistán: escapó del régimen talibán para estudiar en una universidad argentina y en un futuro ayudar a su país
Suraj Samim, de 22 años, llegó con una visa humanitaria y se prepara para ser estudiante en la Austral
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Su nueva aventura comenzó en Mashhad, Irán, y siguió con 12 horas de escala en Dubai. Luego tuvo dos de espera en Brasil. Finalmente, después de 36 llegó a la Argentina.
Las primeras sensaciones que tuvo fueron cansancio y preocupación porque al no tener la tarjeta SIM del celular, tenía un poco miedo de no poder encontrarse con el profesor, que le daría un hogar a 15.659 km de su casa en Afganistán. Pero el temor real lo sintió cuando tuvo que huir de su país para escapar de los talibanes.
Suraj Samim, un joven afgano de 22 años, llegó a la Argentina el 14 de julio pasado con una visa humanitaria expedida por el gobierno argentino previa intervención de Acnur, la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas, para estudiar la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Austral.
Tras un largo viaje fue recibido por el exsenador nacional Pedro Del Piero, secretario de Relaciones Internacionales del Círculo de legisladores de la Nación (CLNA) y por Juan de Dios Cincunegui, director del Centro de Estudios Parlamentarios de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral en el aeropuerto de Ezeiza.
Una vez que pasó por la puerta de llegada y tomó su valija, se dirigió a comprar una tarjeta SIM para poder estar comunicado. No hizo falta mandar ni un mensaje porque fueron caras felices las que le indicaron que ya estaba en su nueva casa.
“Seguro y tranquilo”, esas son las dos sensaciones que sintió al ver a quienes lo esperaban para acompañarlo en su nueva etapa. “Creo que a veces no podemos describir nuestros sentimientos con palabras, y si puedo encontrar una palabra apropiada para ello, será el mejor sentimiento que jamás haya tenido”, confesó emocionado, Suraj, en diálogo con LA NACIÓN.
“El país donde nace cada persona es como una madre”, piensa el chico de 22 años quien hoy enfrenta el desarraigo con una actitud positiva para en un futuro poder ayudar a las próximas generaciones de su país.
Suraj nació el 27 de julio de 2000 en la provincia de Farah, en Afganistán. A los cinco años comenzó sus estudios primarios y a los 9 se mudó a Dushanbe, capital de Tayikistán, para continuar con su educación en una escuela rusa. El secundario lo terminó en Kabul, e ingresó a la Universidad Kankor, donde se graduó en filología española.
Su pasión por los idiomas lo llevó a estudiar turco y francés en la Universidad de Kabul. En 2019 incorporó a su lista el chino y el alemán en esa casa de altos estudios. El mismo año fue elegido para participar como estudiante en un programa de intercambio organizado por la Universidad Timisoara de Rumania.
Meses después fue invitado por el Presidente Arif Alvi de Pakistán, a unirse a otro programa de intercambio, organizado por la Universidad Lahore de Administración y Tecnologías de Pakistán, asociado a la Conferencia para la Construcción de la Paz de ese año.
Además de sus estudios, Suraj participó de numerosas actividades solidarias. En 2020, fue elegido presidente de Unitalks Afganistán, una organización de estudiantes para estudiantes.
También actuó como voluntario de la Red de Jóvenes Afganos del Programa de Unite for Change. En 2020 comenzó a trabajar como Oficial de Comercio y Políticas para los Países del Sudeste Asiático y China en el Ministerio de Comercio e Industria de Afganistán hasta la caída de Kabul y el control del gobierno por parte de los talibanes.
La caída de Kabul
Un día antes de la caída de Kabul, Suraj reunió a jóvenes activistas de todas partes de Afganistán para crear una solución a los problemas de su país en el “Peace Building Complex”. Ese mismo día les informaron dos veces que un grupo de terroristas suicidas planeaba atacar la conferencia, pero ellos no querían detenerse.
Allí, muchos jóvenes se comprometieron a impedir de cualquier manera la llegada de los talibanes a Kabul. Sin embargo, lo más inesperado pasó: al día siguiente comenzaron a caer, sin conflicto de por medio, las provincias de Afganistán, y luego Kabul.
“Era inimaginable para nosotros, la generación joven, que Kabul también cayera en manos de los talibanes”, reconoció el joven.
Aquella noche, cuando volvió a su casa después de la conferencia, vio que su padre había comprado provisiones para unos meses y creía que en Kabul se produciría un conflicto que duraría mucho tiempo, lo que se había convertido en una idea común en la sociedad, según describió.
“Las noticias de esa noche se referían al despliegue de fuerzas estadounidenses y de la OTAN en el aeropuerto de Kabul”, recordó.
Pero el horror comenzó al día siguiente, la mañana de la caída. Primero desayunaron, mientras veían el establecimiento de los talibanes a las puertas de Kabul. Cuando su familia y él salieron a la calle para continuar con su trabajo diario, su padre, que trabajaba en el Consejo de Paz, recibió un llamado en donde le advirtieron que regresara a su casa.
“En ese momento, se publicó la noticia de que el presidente se había escapado con una gran cantidad de dinero en un avión, y minutos después, se publicó un comunicado de Abdullah, quien confirmó la noticia. La gente en las calles estaba asustada y no sabía a dónde correr, el terror total se había apoderado de Kabul”, recordó con tristeza.
De un segundo a otro todo cambió. Según contó, las personas comenzaron a correr a sus casas o a la de sus amigos y conocidos.
Durante la tarde se publicaron las fotos donde se podía ver cómo los talibanes tomaron el palacio presidencial. “Allí vimos desaparecer nuestros sueños”, expresó Suraj.
“Cuando se publicó la noticia de la evacuación del aeropuerto de Kabul, que empujó a toda la población hacia el aeródromo, las puertas de entrada estaban llenas de soldados talibanes y fuimos testigos de escenas horribles”, contó.
Y lamentó: “Cada persona que intentaba entrar al aeropuerto se enfrentaba al fuego directo de los talibanes. Mi familia y yo fuimos testigos de que los talibanes mataron a varias personas con fuego directo, lo que nos hizo regresar a casa”.
En 2022, sus padres, sus ocho hermanos y él se vieron obligados a dejarlo todo y huir de Afganistán a Irán por las amenazas que había recibido su padre por parte de los talibanes debido a su trabajo anterior con el gobierno republicano.
El deseo profundo de viajar a la Argentina a estudiar relaciones internacionales nació de su constante servicio por y para la paz y las ganas de luchar por los derechos de las personas más vulnerables, vocación que heredó de su padre.
Para Suraj, elegir estudiar relaciones internacionales en la Universidad Austral no fue una casualidad, detrás de aquella elección hay un sueño: construir una sociedad donde todos tengan los mismos derechos y puedan trabajar juntos por un futuro mejor para las futuras generaciones.
Elección
Durante los últimos años de su vida, se interesó profundamente en el idioma español y la cultura de América Latina. Fue a través de libros que aprendió muchas cosas sobre Argentina: “Desde la rica cultura hasta el comportamiento de la gente, la naturaleza, el fútbol y la amabilidad de la gente también hicieron que me interesara por este país”, justificó.
Pero entre muchos factores, el más importante para él fue el siguiente: “La Argentina es el país cuya gente entiende la situación de mi país más que cualquier otro”. Tras ser consultado por lo que más extraña de su país, expresó: “Extraño a mis amigos y nuestros sueños, que eran hacer cambios en la vida de nuestra gente”.
Hoy Suraj vive en la casa del profesor Cincunegui, allí aprende todos los días un poco más sobre las costumbres del país y a medida que los días pasan y mientras espera que comience el próximo cuatrimestre donde se mudará al campus de Pilar, su español se va perfeccionando.
En este sentido, aseguró: “Tenemos muchas diferencias culturales, las cuales aprendo todos los días fácilmente gracias a Juan y su esposa Carolina Hann, quien ya es como una madre para mí”.
Tras charlar sobre los aprendizajes más significativos que experimentó en los últimos días, Samim, destacó: “La amabilidad y el respeto hacia el prójimo”. Luego de una pausa, agregó: “No puedo no mencionar que la comida argentina es la más rica que probé”.
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