Dato auspicioso: en la ciudad, el embarazo adolescente bajó un 59% en cinco años
Sucedió entre 2014 y 2019, según los últimos datos disponibles, a la par de un descenso menos marcado en todo el país; cuáles son las causas, según los expertos
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A la par que bajó considerablemente la cantidad de hijos que tienen las argentinas en los últimos años, también lo hizo específicamente –y en mucho mayor medida– la fecundidad de las menores de 19 años. En el período comprendido entre 2014 y 2019, según los últimos datos disponibles de la Dirección Nacional de Estadísticas e Información de la Salud, los embarazos adolescentes descendieron un 39% (pasaron de 116.952 a 71.741) en promedio, con diferencias según la provincia. Por ejemplo, en Santiago del Estero bajaron un 24% en esos cinco años, mientras en la ciudad de Buenos Aires la cifra cayó un 59%: de 2857 a 1173. En todos los casos, se trata de indicadores significativos porque se estima que siete de cada diez gestaciones adolescentes son no deseadas.
¿Cómo podría explicarse la diferencia entre provincias? Para Viviana Mazur, médica y parte del equipo de Coordinación de Salud Sexual, VIH e Infecciones de Transmisión Sexual del gobierno porteño, existe una relación sumamente estrecha entre pobreza y fecundidad adolescente. “Si ves el mapa del país de la tasa de fecundidad en la adolescencia es un calco del mapa de la tasa de pobreza y de la baja escolaridad”, afirma. Eso mismo se replica dentro de la ciudad de Buenos Aires, entre los barrios del norte y del sur, pese a que la diferencias empezaron a descender en los últimos años medidos.
“Un dato interesante es que en la Capital los embarazos también bajaron en las comunas más pobres en las que habitualmente hay indicadores más parecidos al noroeste y noreste argentino, y no tanto a la media de la ciudad de Buenos Aires”, explica Mazur. “Pero en el último año podemos decir que la tasa de fecundidad de adolescentes bajó en las comunas 7 (Flores y Parque Chacabuco), 8 (Villa Soldati, Villa Lugano y Villa Riachuelo) y 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución), en la zona sur”, apunta.
Si en 2018 la tasa de fecundidad adolescente entre los 15 y los 19 años a nivel nacional era de 49,2 (de cada mil adolescentes de ese rango etario 49,2 se convertían en madres), el promedio de la Capital era de 19,4, con diferencias sustanciales entre los barrios. Por ejemplo, en la comuna 8 y para los tres años comprendidos entre 2016 y 2018 esa cifra fue de 39,2; en simultáneo, en la comuna 2 (Recoleta) era de 2,5. En Santiago del Estero, por citar a una provincia del noroeste argentino, era de 68,3.
Según indica la publicación Salud sexual y reproductiva en la ciudad de Buenos Aires: situación y respuesta 2019, que contiene las últimas cifras disponibles, la tasa de fecundidad adolescente bajó en toda la Capital entre 2017 y 2018, con particular énfasis en las comunas que cuentan con mayor cantidad de población con cobertura sanitaria pública exclusivamente. Los descensos más pronunciados fueron en las comunas 8 (-6,3 puntos), 1 (-6,1 puntos), 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya, con -5,6 puntos) y 7 (-4 puntos).
Las razones del descenso
¿A qué se debe el descenso de embarazos adolescentes en la ciudad? Mazur lo atribuye, por un lado, al cambio de paradigma que existe a nivel mundial respecto de qué significa ser mujer; por el otro, a una fuerte campaña de anticoncepción justamente en la zona sur porteña, donde funcionan la mayor cantidad de centros de atención primaria (CAP) y centros de salud y acción comunitaria (Cesac).
Una de sus principales premisas fue la de realizar una mayor inversión en los métodos anticonceptivos de larga duración: DIU (dispositivo intrauterino de cobre), implantes subdérmicos y SIU (sistema intrauterino que libera hormonas), como contraparte a los métodos de corta duración, como el preservativo. Los primeros representaban en 2012 el 40% de la oferta pública, mientras para 2019 eran el 60%. También aumentó la oferta de anticoncepción de emergencia, como la coloquialmente llamada “pastilla del día después” (de 14.497 tratamientos en 2015 a 20.785 en 2019 ), así como la compra y distribución de tratamientos de misoprostol, la droga utilizada en nuestro país para las interrupciones de embarazo dentro del primer trimestre.
Rafael Rofman, licenciado en economía, PHD en demografía e investigador principal del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), considera que una de las posibles explicaciones para el brusco descenso de la maternidad adolescente a nivel país es el sistema de implantes subcutáneos anticonceptivos para mujeres menores de 25 años que el sistema de salud público comenzó a aplicar en 2014.
Según explica Mazur, el implante subdérmico es uno de los métodos más efectivos porque fracasa en menos del 0,5% de los casos, en comparación con las pastillas anticonceptivas que pueden hacerlo en seis de cada 100 casos. Se trata de una varilla muy pequeña, finita y flexible que se coloca con anestesia local en el brazo, debajo de la piel. Libera una hormona que inhibe la ovulación y brinda protección por tres años. No conlleva potenciales errores de uso.
En la Capital, la provisión de implantes subdérmicos creció considerablemente desde 2015. Ese año se colocaron unos 1551; en 2019, llegaron a 27.265.
Fallas
Alejandra Sánchez Cabezas es médica y directora de la Asociación Social Surcos, que trabaja con proyectos de salud en comunidades vulnerables. Desde su punto de vista, muchas veces falla la entrega de métodos anticonceptivos de larga duración, no porque no haya suficientes, sino por los mitos y prejuicios que imperan en los equipos de salud.
“Hay un dato muy interesante: un 30% de los embarazos no intencionales en la adolescencia son segundos o terceros embarazos, por lo que esas adolescentes ya estuvieron en el sistema de salud. Y sin embargo, no recibieron una anticoncepción adecuada”, explica.
Otros determinantes que señala existen para las maternidades tempranas forzadas son la inequidad material, la ruralidad, ciertas determinantes culturales –hay comunidades en las que no se las protege o no se condena tanto el abuso–, la falta de redes de soporte y las barreras institucionales en los sistemas educativo y sanitario. En educación, destaca particularmente los déficits al abordaje de la educación sexual integral (ESI). En la salud, las dificultades al acceso de métodos anticonceptivos adecuados o anticoncepción de emergencia; fallas en la atención, detección tardía del embarazo y falta de seguimiento luego del alta, entre otros. Todas estas variables suelen empeorar en los contextos de pobreza. “Ya no hay duda, porque la evidencia lo demuestra, de que la maternidad no intencional es producto de la exclusión social en cualquier etapa de la vida. Pero sobre todo en las adolescencias”, reflexiona.
Para Sánchez Cabezas, la complejidad de las múltiples variables que conducen al embarazo adolescente no planificado hace que la problemática no se pueda abordar solamente desde una perspectiva de acceso a los métodos anticonceptivos. “Los embarazos no intencionales en la adolescencia no son problemas médicos o sanitarios. Son problemas que tienen repercusiones médicas y sanitarias, pero se originan en problemas sociosanitarios que hay que abordar desde todas estas dimensiones”, explica. Una de sus consecuencias principales es que la maternidad adolescente suele reproducir los círculos de pobreza.
¿Cómo planea la Ciudad sostener la caída de embarazos en menores de 19 años? Mazur prefiere hablar de garantizar el acceso a la información para que las adolescentes no queden embarazadas cuando no lo desean. “En ese aspecto existe una pata muy importante en relación a la educación sexual integral y al trabajo articulado desde Salud y Educación. También es de mucha ayuda la instalación de consejerías en las escuelas, coordinadas entre sus equipos de ESI y los equipos de salud de los Cesac”.
Otro abordaje es el acceso a todos los métodos anticonceptivos de manera gratuita y con la menor cantidad de barreras posibles para las adolescentes; por ejemplo la distribución de preservativos en los lugares donde las personas desarrollan sus tareas cotidianas: tienen que estar en los barrios, comedores comunitarios y organizaciones sociales. También, una red de acceso fácil a la anticoncepción de emergencia, un recurso importante para evitar un embarazo cuando hubo una relación sexual, que debe ser utilizado en las primeras 12 horas para garantizar su mayor efectividad.
Para Mazur, por sobre todas las cosas, se trata de favorecer el vínculo entre los adolescentes y el sistema sanitario para que puedan hacer todas las consultas que tengan y cuidar su salud de manera integral.
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