"¡Dale, dale!": cómo sobrevivir al estrés de la primera hora del día
Los padres y los chicos viven una verdadera maratón hasta que llegan al colegio; aconsejan organizar con más tiempo las mañanas
Levantarse, desayunar, vestirse, correr, revisar la mochila, lavarse los dientes, preparar la vianda, correr... "Dale, apurate, es tarde. ¿Tenías plástica hoy? ¡Ufff!"
Así podría resumirse la estresante hora del comienzo del día en la casa de la familia Leiva. Carolina, de 35 años, es la madre detrás del "¡dale, dale, dale!" Por lo general, es la encargada de llevar a Lila, de seis años, y a Agustín, de ocho, al colegio. La primera hora del día que comparten en familia se convierte en 60 estresantes minutos cronometrados, con poco diálogo y mucho apuro, que no se parece en nada a esa escena cálida de las publicidades de cereales, con los rayos del sol que entran por la ventana.
"A las 7.30 los dejo en el colegio y termino con un pico de estrés terrible. Lo peor es cuando caigo en la cuenta de que ésa fue apenas la primera hora de nuestro día y la única que vamos a compartir hasta casi las 18. Me siento culpable porque me la pasé gritando y apurando para no llegar tarde. Y ahí comprendo que ésa es la imagen mía que los va a acompañar por el resto del día", reflexiona Carolina.
¿Cómo impacta en el resto de la jornada comenzar el día con semejante adrenalina? Los especialistas recomiendan tomarse ese momento con el tiempo necesario, que difícilmente vaya a insumir menos de una hora. "Hoy, muchos padres van como empujando a sus hijos a que hagan las cosas. Eso se traduce en estrés para todos. La motivación es lo que nos lleva a saltar de la cama y a empezar el día. Hay que ayudarlos a que ellos mismos encuentren esa motivación", dice Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres.
Las consecuencias van mucho más allá de la imposibilidad de tomar un desayuno nutritivo o compartir un momento afectivo en familia. Ese comienzo negativo del día puede ser el inicio de una rueda de estrés familiar.
Alternativas
¿Existe otra manera de hacer las cosas? Los especialistas apuntan a varios cambios que se instalaron en las vidas de los más chicos en los últimos años. Por empezar, se trata de una generación de padres e hijos para la que desapareció el valor de la rutina como tal. Son más libres, odian la rutina, pero esto también tiene sus efectos.
Otro cambio aparece en las horas de sueño. La Sociedad Argentina de Pediatría recomienda que los chicos entre los seis y los 12 años duerman entre nueve y 11 horas para levantarse en condiciones. Las ocho horas de sueño recién se aconsejan en los adolescentes. Según la Asociación Argentina de Medicina del Sueño, el 40% de la población no alcanza las horas recomendadas. "Una investigación norteamericana estableció una relación entre el déficit de sueño y el bienestar emocional. Como los estímulos positivos se procesan en el hipotálamo y los negativos en la amígdala, y aquél se ve más afectado por la falta de sueño, mal dormidos recordamos más los hechos negativos del día", describe Maritchu Seitún, especialista en crianza y niñez.
La falta de sueño de padres e hijos puede ser una explicación de por qué se es más gruñón a la mañana siguiente. También puede explicarse porque se desayuna de manera inadecuada. Un estudio hecho entre alumnos de cinco provincias de la Argentina indica que 4 de cada 10 salen de sus hogares sin haber desayunado. Así lo indicó el director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación, Sergio Britos.
Hay consejos que se pueden poner en práctica para evitar el ajetreo de la primera hora. La noche anterior, por ejemplo, dejar listas las mochilas, las meriendas y la ropa que usarán tanto los padres como los hijos. "Para evitar llegar tarde, directamente opté por acostar a mis hijos con el equipo de gimnasia puesto. Así, tal vez lleguen un poco arrugados, pero al menos no tarde", cuenta Claudia Martínez, que tiene tres varones de nueve, siete y tres años.
La semana pasada, Clarita y su madre, Irina Socca, llegaron al colegio, en Belgrano, justo cuando acababa de cerrarse la puerta. La chica, de seis años, sintió el efecto psicológico del portazo. Y empezó a llorar. "Se angustió. También... yo estuve toda la mañana diciéndole que se apurara, que llegábamos tarde. No sé cuántas veces en esta hora repetí la palabra «dale»", contó Irina.
"Sugiero que nos programemos para estar listos 10 minutos antes de la hora en la que realmente tenemos que salir y eso nos da minutos de reserva por si alguno se durmió o por si se perdió una mochila. Me parece una estrategia genial para no entrar en pánico o en ataque de rabia en el último minuto", apunta Seitún. También recomienda organizar "campañas familiares" para mejorar las mañanas: dedicar 15 días a despertarse mejor, con prendas o premios para quien lo logre. Otra para estar listos a la hora de salir, o para no olvidarse nada, o para tener tiempo de desayunar algo. "Les propondría a los padres que no peleen por el desayuno, que le pongan una fruta o galletitas en el bolsillo al que no quiere comer nada. No es la mejor recomendación nutricional, pero es mejor que pelearse todos los días", agrega.
"Una de las cosas que más inseguridad genera en los chicos es no saber cuándo sucederán las cosas. Por eso, para fomentar su sentido de seguridad, necesitamos crear rutinas. Esto suena aburrido, pero no tiene por qué serlo. Podemos hacer de las rutinas momentos especiales. En lugar de hacer de las mañanas una carrera alocada por la casa, podemos cumplir con todas nuestras obligaciones, y aún así, darles a las mañanas un toque especial", dice Verónica de Andrés, autora del best seller,Confianza total para tus hijos.
"Para mí, la clave es hacer todo con tiempo. Como mamá, descubrí que levantarlos más temprano no hace que tengan más sueño, sino que les da más tiempo para hacer sus cosas sin que yo les taladre la cabeza con el apuro. Cada uno sabe que le pone buena onda a su familia. Esa complicidad que está presente en los buenos momentos juntos. Tal vez es tener tiempo para mirar unos dibus o contar chistes. Bueno. Yo trato de hacer eso", dice Soledad Roselli, madre de las mellizas Rita y Elena, de ocho años.
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